La pseudociencia es un término que hace referencia a una falsa ciencia. Este tipo de ideas, creencias o prácticas son presentadas como producto científico, pero en realidad carecen de una metodología, de una revisión y de una comprobación rigurosa, como explica el doctor en comunicación social de la Universitat Pompeu Fabra, Felipe Alonso Marcos, en su artículo La pseudociencia como (des)información tóxica.
Según Felipe Alonso, los contenidos pseudocientíficos los encontramos cotidianamente en los medios de comunicación. Simplemente, al encender el televisor nos vemos invadidos de una enorme cantidad de publicidad que anuncia productos milagro que dicen estar avalados por científicos o médicos.
En México, tan solo en el año 2015, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), decomisó dos millones 587 mil 219 productos "milagro" en el país. Estos productos pretendían, principalmente, hacer creer a los consumidores que tenían la capacidad de hacerlos bajar de peso o de curar múltiples enfermedades.
Las pseudociencias pueden perjudicar a los individuos, tanto económicamente como en su salud. Incluso pueden llegar a afectar naciones enteras, tal es el caso del supuesto detector molecular GT200, adquirido por el gobierno de México en el 2007 como un instrumento capaz de detectar cualquier droga o sustancia de interés.
Este aparato resultó ser un completo fraude, sus vendedores empleaban conceptos y lenguaje científico para engañar a los compradores, como lo explica Luis Mochán Backal, investigador del Instituto de Ciencias Físicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en su ponencia Ciencia, pseudociencia y seguridad, el detector molecular GT200.
Las pseudociencias utilizan teorías científicamente aceptadas para dar soporte a sus afirmaciones, en ocasiones incluso imitan el lenguaje científico. El problema es que las deducciones de estas pseudociencias no han sido comprobadas, por lo tanto, para defenderse llegan a ser dogmáticas y a argumentar que el gremio científico no deja que la población conozca las alternativas a sus postulados, comenta el físico y divulgador, Sergio de Régules Ruíz-Funes.
Como miembro de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, Sergio de Régules ha dedicado parte de su trabajo, mediante columnas periodísticas, libros y conferencias, a mostrar a los lectores las características metodológicas de la ciencia y desde luego a ayudarlos a desenmascarar la falsa ciencia.
En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, Sergio de Régules explica cómo reconocer información o actitudes provenientes de la pseudociencia.
Agencia Informativa Conacyt (AIC): ¿Qué consejos le darías a las personas para identificar la pseudociencia?
Sergio de Régules (SR): Una pauta general es si suena demasiado bueno para ser verdad, quizá sea demasiado bueno para ser verdad. Si suena a esto te cura de todo, seguramente no es cierto.
Otra señal que nos puede alertar es cuando escuchamos: Esto era un secreto que nadie quería que supieras, pero nosotros sí lo sabemos y te lo vamos a revelar, es altamente probable que lo que nos dicen no sea cierto.
Ese tipo de afirmaciones que suenan demasiado maravillosas para ser verdad o que nadie lo sabía más que quien te lo está diciendo, lo más probable es que sean pseudociencias.
O bien, cuando suenan simplemente… Bueno, este consejo que te iba a dar es muy difícil explicarlo. Te iba a decir cuando una afirmación suena demasiado extraña, pero por ejemplo, ¿dime si no suena raro el Big Bang?, ¿cómo distingues una afirmación que suena rara de las cosas asombrosas que puedes concluir de la mecánica cuántica o de la cosmología?
Dejémoslo mejor en las dos primeras.
AIC: ¿Y si nos dicen que cierta afirmación la hace un científico? Por ejemplo, una teoría que es aceptada por un científico o médico X.
SR: Si tienes manera, hay que verificar las fuentes y asegurarse que la información provenga de una institución de enseñanza o investigación reconocida. No es válido decir nada más: ¡ay, salió en Internet!
La frase un científico dice que… no da seguridad de nada. La ciencia funciona probando teorías en conjunto, lo mejor es tener un argumento como un científico dice que… y otro montón de científicos le creen por esto y por esto otro. La cosa es que la afirmación ya haya sido probada por muchos científicos más.
Además de verificar que la afirmación no sea la opinión de una sola persona, por más que sea científica, hay que checar a qué área de la ciencia se dedica, checar dónde está, dónde trabaja, qué ha hecho.
AIC: ¿Conoces algún caso actual en que la población haya creído algo falso solo porque lo dijo un científico?
SR: Hace poco salió el caso de un ingeniero que decía que estaba seguro de que iba a temblar en tal fecha. Hasta le escribió al presidente, decía que los científicos de la UNAM y del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) no le habían hecho caso.
La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) en su Revista del Consumidor expone los "ganchos" utilizados por la publicidad para engañar con los productos "milagro":
Testimoniales de celebridades o "usuarios".
Empleo engañoso del término "aliviar" como sinónimo de "curar" (cuando se alivia, se mitigan o disminuyen los síntomas de una enfermedad; cuando se cura, se elimina la causa de dicha enfermedad).
Aparición de fedatarios públicos y recomendaciones de agrupaciones, asociaciones, colegios o autoridades.
Efectos extraordinarios sin ningún esfuerzo ni modificación en sus hábitos, y sin ningún sustento científico o técnico.
Ofrecimiento del mismo resultado para todo tipo de personas.
Información insuficiente sobre el uso, contraindicaciones, prevenciones o restricciones del producto.
Leyendas y permisos ilegibles.
No exhibir el precio total (que incluya IVA, intereses, gastos de envío, etcétera).
Entonces la gente decía así: No le hicieron caso en la UNAM ni en el Cenapred, entonces eso quiere decir que tiene razón. Como no te hicieron caso las vacas sagradas, de seguro tienes la razón.
Además, la gente decía que era un ingeniero y, por lo tanto, sabía lo que decía. Pero rascándole encontrabas que era ingeniero pero no en esos temas, no era geofísico. Y trabajaba en una universidad, pero en la administración, no haciendo investigación. Publicaba sus artículos en su blog personal, no en un revista que tuviera filtros de calidad.
Otro caso que se dio hace poco fue el de la física de Chihuahua que era académica. Una nota anunció que dizque corrigió a Stephen Hawking, pero resultó que ni hablar, que la información no era precisa y se había distorsionado.
Quizá un tercer criterio para identificar la pseudociencia es que si suena a la historia de un héroe que desde México, un país tercermundista, les ha dado una gran lección a los físicos conocidísimos del primer mundo, probablemente también sea falso o los medios lo estén distorsionando.
AIC: ¿Y por qué sí debemos creerle a la comunidad científica?
SR: Tampoco digo que hay que creer ciegamente en la comunidad científica. Como divulgador yo expongo lo que un grupo de investigadores cree, las razones por la que lo creen y también las razones por las que yo lo creo, pero mi intención nunca es imponer. Se vale tener una duda razonable de los científicos, pero razonable, con sustento, no solo porque sí.
Sobre todo en la ciencia de frontera, en donde las teorías son muchas, yo expongo las propuestas y le dejo al lector la libertad de poner en duda, de que escoja las razones que lo convenzan, o puede no convencerlo ninguna.
En la ciencia hay cosas bastante aceptadas, digamos, bastante seguras, como que la Tierra sea redonda, la evolución por selección natural. Pero hay otras que aún no están bien establecidas.
No debemos caer en el simplismo de lo dice la ciencia ergo es una verdad para siempre. Una buena divulgación debe consistir en explicar que hay distintas teorías, siempre y cuando sean científicas y yo creo que al público le gusta más eso. Eso hace a la ciencia mucho más interesante, saber sus procesos, saber que hay diferentes corrientes y conocer sus razones.