Todo apunta a que vivimos en el gran mito occidental de que el planeta es un lugar lleno de recursos infinitos, todos a nuestro servicio y abasto. Pero con cada noticia –medioambiental, económica o social- que se pronuncia, la cortina de humo se disipa cada vez más.
Nuestro déficit ecológico no hace más que aumentar, los recursos se agotan a una velocidad vertiginosa (incluidos los recursos vivos, como los peces, a quienes no damos tiempo a reproducirse y recuperarse de nuestras extremas y masivas técnicas de pesca), y nuestra generación de residuos se dispara y multiplica constantemente. Es un hecho que el planeta está enfermo. Y está en nuestras manos ayudarle.
Para poder hacerlo, debemos tener en cuenta una obviedad que ya dijo la propia Estrategia Europea de Desarrollo Sostenible: necesitamos un cambio de paradigma. Y es que resulta que el sistema actual es bastante linear, es decir, producimos a partir de recursos limitados, generamos contaminación y residuos, y perdemos energía y materia. Y de vuelta a empezar, una y otra vez. Un sistema que, vista la situación, ha quedado obsoleto.
En su lugar, necesitamos integrarnos en un sistema circular que nos permita reutilizar los recursos que tomamos del planeta, reciclar energía y materia y prevenir la generación de residuos y de contaminación innecesaria.
Parece algo utópico, pero realmente es posible. La prueba reside en que este sistema circular tiene muchos puntos en común con la filosofía Zero Waste, o Cero Residuos, que se está desarrollando ya, tanto en América del Norte como en Europa (¡y, como dice Irene, podría tener gran futuro en España!).
Ya hemos oído hablar sobre el Zero Waste. Es aquel estilo de vida que intenta generar tan pocos residuos como sea posible, ya sea evitando productos con envases, haciendo compost, rechazando bolsas de papel o de plástico, o comprando de segunda mano, por ejemplo.
Adoptando una filosofía Cero Residuos podemos hacer frente a uno de los mayores retos de nuestra sociedad moderna, que es el de crear una economía resistente e inclusiva, que tenga una huella ecológica mínima y que sea eficaz en términos de recursos y energías.
¡Por no hablar de los grandes beneficios individuales! Generando menos residuos, acumulas menos cosas en casa, por lo que tienes que limpiar menos, tienes más espacio, te deshaces del estrés relacionado con objetos materiales (y de aquellas cosas que ni son útiles ni te gustan), y evitas la toxicidad de según qué objetos o materiales.
También es una ventaja el ser más consciente de lo que tienes y de lo que consumes y el poder gastar menos dinero en objetos de un solo uso o con envoltorios y envases innecesarios. Por no hablar de la gran cantidad de consecuencias positivas que tiene este estilo de vida para el medio ambiente(se benefician el planeta, los animales, los océanos, la lucha contra el cambio climático, los bosques, la salud del aire…).
Al vivir en Noruega durante un año, he sido testigo de los grandes desperdicios de comida, de la realidad del cambio climático y, en general, de la contraproducente conservación medioambiental que va acompañada de una mala gestión de residuos. Ha sido tras ver esto que me he dado cuenta de la importancia de tomarme la filosofía Zero Waste más en serio.
Para mí ya no es suficiente el usar bolsas de tela o el reciclar papel y plástico. Es por eso que he ido recogiendo ideas, cambios y sugerencias de aquí y allí para ser más sostenible y generar menos residuos.
Algunos de los cambios que ya he llevado a cabo han sido el pasarme a , botellas de agua reutilizables, cepillos de dientes de bambú, pajitas reutilizables, discos desmaquillantes reutilizables (hechos a partir de una toalla rota), mercados locales y tiendas a granel, pañuelos y servilletas de tela… También he sustituido galletas, barritas energéticas y snacks industriales por frutos secos y , pan industrial por pan casero, bolsitas de té del supermercado por té a granel comprado en herboristerías, el coche por el bus, e incluso el colutorio por aceite de coco.
Me quedan muchos cambios por delante, pero cada vez estoy más convencida (y motivada) de seguir con este proyecto a largo plazo. Solo con el hecho de comprar en mercados locales y en tiendas a granel, ¡he notado que mis residuos han disminuido a la mitad! Especialmente mis residuos de plástico. Y, ¿sabes qué? Es realmente gratificante (sobre todo teniendo en cuenta que, de media, un español produce unos 1’5 kilos de basura al día).
Espero poder compartir pronto algunos cambios por los que puedes optar para ser un poco más eco, con detalle y desde la experiencia personal. Hasta entonces, te recomiendo pasearte por los blogs de las personitas detrás de ¡Hola Eco!, que trabajan a diario para difundir un estilo de vida más respetuoso con tu salud, con los animales y con el planeta.