La idea de la obsolescencia programada está instaurada en nuestras sociedades estimulando el consumo desmedido y poco responsable, lo cual es alentado por campañas seductoras de marketing, contribuyendo al vertido de cantidades cada vez mayores de desechos al medio ambiente.
Es una estrategia empresarial que se basa en diseñar productos para que se vuelvan inútiles, pasados de moda u obsoletos dentro de un período de tiempo relativamente corto, a fin de garantizar que el cliente se vea en la necesidad de adquirir productos nuevos.
La obsolescencia programada comenzó con la comercialización de las bombillas eléctricas, las primeras podían durar años y eso, desde luego, no era negocio. Había que reducir su vida útil a una cantidad establecida de horas para que el consumidor se viera obligado a comprar nuevamente. Este fue el principio que luego se extendió a otros bienes de consumo.
Se reconocen al menos tres tipos de obsolescencia programada:
Obsolescencia de calidad: Se produce cuando el producto comienza a presentar deterioro, fallas de funcionamiento, errores; después de un tiempo que generalmente es posterior a su garantía.
Obsolescencia funcional: Se refiere a los productos que en poco tiempo son desplazados por otros más avanzados, con mayor número de funciones, más potencialidades. Son la última generación.
Obsolescencia por deseo: Cuando los productos no son desplazados por necesidad, sino por la ansiedad de obtener uno nuevo, el que está de moda, por uno mejor. Este tipo está influido por la psicología del consumidor.
En la actualidad, lo más preocupante es la acumulación de basura electrónica. Ya no es la vida útil limitada del producto lo que priva el consumo. Anualmente surgen ordenadores más potentes, tabletas, impresoras, móviles inteligentes, Smart TV; así como otros accesorios asociados tales como auriculares, micrófonos, altavoces y sensores; adicionalmente están los consumibles como los cartuchos de tinta o las baterías. Estos productos nos seducen y la novedad nos lleva a deshacernos de aquel que adquirimos poco tiempo atrás sin mediar las consecuencias de lo que ello puede acarrear al ambiente.
Según la ONU se generan 50 millones toneladas de desechos electrónicos al año, cifra que está muy lejos de disminuir. Lo más lamentable es que de todo esto solo se recicla el 20 %, el 80 % restante termina contaminando suelos y aguas. Pero los desechos electrónicos revisten una característica muy preocupante y es la toxicidad de sus componentes, los cuales se integran fácilmente al ambiente.
Recomendaciones la ONU frente a este problema:
Los gobiernos deben hacer una legislación que limite la obsolescencia programada.
Desarrollar criterios mínimos con relación a la vida útil del producto.
Informar al consumidor sobre la durabilidad estimada del producto mediante el etiquetado.
Extender los períodos de garantía en favor del consumidor.
Garantizar la reparación ofreciendo manuales y refacciones.
Campañas educativas orientadas hacia el consumo responsable.
Como consumidor de equipos electrónicos puedes seguir estos prácticos consejos:
En lo posible repara tu dispositivo antes de optar por adquirir uno nuevo.
Antes de desechar, alarga la utilidad de dispositivos obsoletos. Por ejemplo, de algunos móviles obsoletos puedes valerte de algunas de sus funciones como la linterna, la cámara, o la radio. La cámara de algunos Smartphones puede adaptarse para vigilancia.
Mantener y aprovechar al máximo el software que tienes antes de pensar en actualizarlo. Ya es costumbre que cada 2 años o menos ocurra el lanzamiento un nuevo software de sistema operativo o de ofimática entre muchos otros. En la mayoría de los casos no logramos obtener su máximo provecho cuando ya salió una nueva versión, entonces queremos tenerla para mantenernos actualizados.
Sácale el máximo provecho a todos los accesorios asociados a tu dispositivo electrónico, vale decir cargadores, auriculares, memoria flash, adaptadores, entre otros.
No te lances a adquirir un dispositivo de tecnología de punta sin antes conocer la opinión de usuarios calificados.
Finalmente, no todo lo que tiene que ver con la obsolescencia programada es necesariamente malo. En el caso de los productos electrónicos, su caducidad ha forzado el continuo avance de la tecnología. Eso sí, manteniéndose dentro de ciertos límites e ir aparejada con políticas de reciclaje.