Hoy me la tomo con François, el famoso ‘cartero de Bodouakro’. Permitidme la frivolidad pero da gusto verlo, eh? Nació en un una familia de pequeños campesinos en un campamento donde sólo vivía su familia y jugaba con sus amigos que vivían en campamentos cercanos. A los siete empezó a ir a una escuela que estaba a tres kilómetros de su casa, sus hermanos y él salían de casa temprano y volvían por la tarde. Sonríe y recuerda una canción que cantaban cuando se acercaban las vacaciones de verano: “Gaie gaie écoliers c’est bientôt les vacances ! Gaie gaie écoliers c’est bientôt nous partirons.” Me doy cuenta de que su infancia no difiere mucho de la de los enanos que apadrinamos pero intuyo que fue feliz, creo que supo conformarse con la vida que le había tocado.
François, el cartero de Bodouakro.
Llegó a Global Humanitaria en 2008 y en 2011 empezó a coordinar las actividades de apadrinamiento en la escuela de Bodouakro guiado siempre por Aidén a la que quiere y de la que aprende mucho, sobre todo a hacer bien su trabajo y que siempre esté a tiempo. La comunicación entre ambos es diaria. François abre cada mañana su correo electrónico para organizar el trabajo diario y pone su moto a punto. Entre imprimir y escanear cartas, reenviarlas a España, actualizar y afiliar a niños nuevos que llegan a la escuela, comprar los regalos para ellos, viajar a la escuela de Bodouakro y atender los proyectos que lleva Cristina en otros campamentos pasa los días. Pero cuando va a la escuela sabe que va a ser recibido con gritos, risas y que lo bombardearán con preguntas sobre los padrinos. Françoise es feliz, sabe que es una pieza importante entre los padrinos, a los que agradece infinito su implicación en la educación de los niños, estos, sus familias, Aidén y Cristina a la que admira y cuenta lo importante que es para Costa de Marfil, sobre todo para la región del Alto Sassandra. Destaca su esfuerzo por sacar adelante los proyectos que hacen que la vida de los hombres, mujeres y niños de la zona sea más llevadera.
Acaba contándome que le gustaría que muchos niños pudieran tener lo mismo que los nuestros, en sus viajes a otros campamentos ha visto a niños con las mismas necesidades que tenían los niños de Bodouakro, mala alimentación, sin escolarizar, ropas rasgadas… Le pregunto por España y me dice que es un país generoso, hospitalario y trabajador… aquí la que se ríe soy yo pero callo.
No ha sido una birra, por cierto he probado la ‘Flag’ de Costa de Marfil y mola, como os podréis imaginar. Bueno, la única que ha bebido soy yo porque Françoise no bebe alcohol. Acabo con la rara sensación de haber conocido a alguien que dentro de sus necesidades su vida es diferente a los de su entorno, tiene contacto con un exterior distinto y sabe que lleva alegría a un lugar donde los pequeños aun no saben lo que la vida les depara. Se va con un libro bajo el brazo “Los soles de la independencia” del escritor senegalés Amadou Kourouma.