La preservación del medio ambiente es una deuda pendiente impostergable del hombre en su relación con la naturaleza.
Lamentablemente, el saldo negativo crece y la deforestación, una de las peores expresiones de la irracionalidad humana, avanza indiscriminadamente arrasando bosques y selvas indispensables para minimizar los efectos del cambio climático.
La principal causa de la deforestación está asociada a la inexistencia de políticas públicas eficaces destinadas a preservar los bosques de prácticas económicas erradas en la preparación de suelos cultivables.
Existe, por tanto, una desinversión oficial destinada a la promoción de planes y programas dirigidos a la preservación de los ecosistemas, del medio ambiente.
Y es que los Estados a través de los gobiernos de turno prefieren priorizar por razones económicas, la explotación de áreas naturales ricas en recursos agrícolas y actividades ganaderas, pecuarias y mineras, antes que proteger los pulmones vegetales del planeta.
Desde 1970, la región amazónica, considerada la selva tropical más importante del mundo con un territorio de más de 7 millones de kilómetros cuadrados, viene siendo destruida por la acción depredadora del ser humano.
Solamente en Brasil, se ha perdido una superficie forestal que supera con creces el tamaño de toda Francia, especialmente por culpa de actividades de ganadería fuera de control y una creciente explotación forestal realizada ilegalmente a través de la tala de miles de árboles amazónicos, a fin de atender el mercado de madera internacional.
Por ejemplo, el Ipé es un árbol nativo de la región amazónica brasileña en peligro de extinción. ¿La causa? Su madera se cotiza ampliamente en Estados Unidos, Francia, los Países Bajos, Bélgica y Portugal.
La deforestación también ha provocado la huida del 17% de la población indígena que ha ocupado ese territorio sagrado desde tiempos inmemoriales.
Pero hay más. Esta destrucción de la selva amazónica, ubicada al Sur de América Latina, entre Brasil, Perú, Ecuador, Brasil, Colombia y Venezuela, ha elevado en un 24% las concentraciones de carbono nocivo para la atmósfera, lo cual ha fortalecido el cambio climático, al igual que prácticas agrícolas intensivas que adicionan otro 11% a esta estadística mortal.
¿Otras consecuencias globales de la deforestación?
La permanente deforestación de bosques y selvas ha afectado al 35% de la biodiversidad, uno de los atentados más graves que se cometen contra los ecosistemas de la Tierra.Lo peor es que la deforestación en el Amazonas ha provocado un aumento de la temperatura global en 4ºC, un aporte nada halagador que fortalece los efectos del cambio climático en la Tierra.
Esto significa que las emisiones de carbono se han incrementado en un 24% en esa región, mientras que la agricultura intensiva aporta un 11% de las cifras totales a nivel mundial.
¡Y no hay quién ponga freno a la destrucción del pulmón vegetal más importante del planeta!
La erosión de los suelos afectados más allá del Amazonas, en la propia región Sudamericana ha alcanzado niveles impresionantes, donde países como Chile (60%) y Honduras (75%) llevan la delantera en destrucción de la capa vegetal.
De igual forma, la cubierta vegetal que bordea las 230 cuencas hidrográficas de la Tierra, se ha perdido en alrededor del 40%, según reportes de la FAO en 2018.
Y las poblaciones de peces en ecosistemas lóticos y lénticos han disminuido en un 60%, mientras que la actividad pesquera se ha reducido globalmente en porcentajes que oscilan entre un 2,8 a un 5, 3%, aunque se teme que la reducción se ubique en un 25% en unos 50 años, según cálculos de la FAO.
Otro impacto gravísimo de la deforestación ha llevado a una reducción abismal de la disponibilidad de agua potable, calculada por la comunidad científica en cifras porcentuales de un 70%, por culpa de la destrucción de millones de árboles año tras año.
Por todas esas razones la educación ambiental, la defensa de la naturaleza es una tarea pendiente de la comunidad internacional.
Hoy más que nunca se impone la necesidad de sembrar un árbol, en vez de destruirlo.
Fuente de la infografía: La Regadera Verde