¿Y si toda la culpa no fuera de Shein?

Seguramente a estas alturas de la película ya has oído hablar de Shein (sobre todo si tienes menos de 30 años y estás en TikTok). Y es que esta marca de ropa ha conseguido desbancar, en muy poco años, al mismísimo Zara como embajador de la fast fashion.

Que conste que con esta entradilla no quiero quitarle mérito a Amancio Ortega (él siempre tendrá el honor de ser el creador de la moda rápida y todo lo que ella ha supuesto para el planeta y los derechos laborales), si no que quiero poner en evidencia que parece que no tenemos arreglo y siempre habrá alguien dispuesto a vender sin escrúpulos. Y esto es así. 

Siempre habrá alguien dispuesto a vender sin escrúpulos.

Y es que Shein (como cualquier otra marca de fast fashion) puede poner a la venta sus productos a precios casi simbólicos porque miles de profesionales de la confección pasan hasta 12 horas al día cosiendo uchas veces sin contrato, en fábricas en las que no se invierte en ninguna medida de seguridad y con el sueldo condicionado al número de prendas cosidas por día. Eso, sin mencionar el origen de los tejidos con los que se confeccionan estas prendas y, por supuesto, las condiciones en las que son almacenadas y transportadas hasta nuestra casa de forma casi inmediata. 

Por todo ello, una tarde cualquiera, en la web de Shein pueden aparecer de golpe 6.753 referencias nuevas que, en su mayoría, no superan los 20 €. Prendas que, en el mejor de los casos, serán usadas un par de veces porque al segundo lavado ya no lucirán nada y/o porque habrán pasado de moda. En el peor de los casos solo formarán parte de uno de los millones de #sheinhaul que se cuelgan cada día en TikTok protagonizados por influencers pagados por la marca. 

Todos estos datios y muchos otrs más indignantes los encontramos en el informe Dejarse la piel por Shein, elaborado por Public Eye y que acaba de divulgar en nuestro país Setem con el objetivo de dar a conocer esta realidad. Si te has comprado ropa nueva recientemente por un precio inferior al que crees que es justo, por favor, léetelo. Y es que no creas que Shien es la única que lo hace mal. Solo hace falta que le eches un vistazo a la prensa más reciente o al último Índice de Transparencia de Fashion Revolution para que veas que aquí no se salva prácticamente nadie. El mantra es: Si tú no estás pagando el precio que realmente vale tu ropa, alguien lo está pagando en otro lugar. 

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¿Cómo evitar las compras compulsivas en Shein?

¿Y qué podemos hacer ante ello? Me preguntan amigas, conocidas y lectoras. La respuesta fácil es decirles “no comprar”. Pero entiendo -porque horrores me cuesta que no me pase a mí- que a menudo lo más fácil es hacer ver que no sabemos nada y añadir al carrito de compra esa prenda monísima que desde hace una semana todas las influencers, revistas y anuncios se han puesto de acuerdo en mostrarme cada vez que miro el móvil. Ni tiempo para pensar: 24 horas después la tengo en casa y la estoy estrenando. Total, si luego no me convence la podré revender en un marketplace de ropa de segunda mano. O, más fácil, regalársela a alguna amiga, porque por lo que me ha costado, tampoco merece la pena la gestión. Y listo, conciencia (que no prenda) lavada. Y a por la nueva tendencia. 

Entiendo que a menudo lo más fácil es hacer ver que no sabemos nada y añadir al carrito de compra esa prenda monísima.

Entonces, ¿cómo parar esta locura? Desde mi punto de vista el cambio pasa por sancionar, sensibilizar y apoyar. Y en los tres casos, los gobiernos y las administraciones públicas juegan un papel protagonista. 

Por una parte, necesitamos una administración pública que SANCIONE todo lo que pueda y más estas malas prácticas, ya que de esta manera, vender basura no resultará tan barato y por lo tanto tampoco será tan atractivo comprarla. Y no me vale la excusa de que eso es muy complicado, porque en algunos países ya se está haciendo. 

En segundo lugar, necesitamos que se destinen partidas económicas IMPORTANTES a la sensibilización de la ciudadanía en torno al greenwashing (y otros washings), para que cada vez sea más dificil dejarnos llevar por la tentación de comprar en estas marcas, de decir “yo no sabía” o de argumentar que vestirse de Shien es más barato y más divertido que hacerlo siguiendo, por ejemplo, el decálogo de moda sostenible de So Good So Cute. En este sentido, yo personalmente estoy bastante cansada de recibir propuestas de organismos públicos invitándome a realizar talleres divertidos y amenos para sensiiblizar a la población, sin más remuneración que un agradecimiento por mi tarea divulgativa. 

Finalmente, necesitamos que la administración pública apoye y promueva, pero de manera práctica, real, efectiva y FÁCIL, a las empresas y personas emprendedoras que apuestan por hacer las cosas bien. Porque no puede ser que solicitar una subvención sea algo tan complejo que se tenga que subcontratar a alguien (con un dinero que no se tiene) para pedirla.

La única solución pasa por sancionar, sensibilizar y apoyar. 

Disculpadme si este artículo me ha quedado algo más radical de lo que os tengo acostumbradas, pero es que estoy cerrando el año cansada de que los gobiernos dejen en manos de la ciudadanía y de los pequeños emprendimientos toda la responsabilidad, mientras cada semana una marca de moda sostenible de la que hemos hablado en So Good So Cute baja la persiana. A este ritmo, en lugar de a la divulgación de proyectos, en So Good So Cute nos dedicaremos a las necrológicas. 

A este ritmo, en lugar de a la divulgación de proyectos, en So Good So Cute nos dedicaremos a las necrológicas. 

No quiero acabar sin remarca una cosa, porque ahora no querría que en este artículo se me malentendiera o que sirviera para quitamos nuestra parte de responsabilidad: 

Nos ha quedado claro que hacen greenwashing los gobiernos llenándose la boca con los ODS mientras no hacen todo lo que está en sus manos para frenar esta locura. 

Pero también hacen greenwashing las grandes marcas de moda, empezando por Shien pero hemos visto que no está sola, argumentando que hacen las cosas lo mejor posible y por el bien común mientras su modelo de negocio está basado en un modelo insostenible. 

Y también hacemos greenwashing desde la sociedad civil asegurando que queremos consumir de manera más sostenible mientras nos llegan a casa de manera compulsiva camisetas a cinco euros escudándonos en que no podemos permitirnos vestir moda sostenible.

Y, por supuesto, hacemos greenwashing los medios de comunicación dando voz a realidades como las que muestra el informe de Public Eye solo cuando la actualidad dice que debe hablarse de ello. 

Greenwashing somos todas. Y los gobiernos, más. 

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