Un gallo canta alegre anunciando la llegada del nuevo día, la luz del sol entra en la habitación filtrándose por las rendijas de la ventana, te desperezas con el cuerpo agradecido por el buen descanso nocturno. Caminas con los pies descalzos por el suelo de madera antigua, abres la puerta chirriante y te encuentras con un sonriente compañero de casa que te da los buenos días con acento de país nórdico, vais juntos a la cocina a preparar el desayuno. Infusiones aromáticas de hierbas silvestres, delicioso yogur hecho con la leche de las cabras que ayer ordeñaste, pan recién horneado por otra compañera, mermelada de los frutales que crecen junto a la casa y miel regalada por las abejas que zumban en la pradera. El resto de habitantes del lugar, unos fijos y otros temporales, van apareciendo y sentándose alrededor de la enorme mesa de castaño del salón. Se animan las caras de sueño y los propietarios de la finca explican las tareas del día mientras cuentan anécdotas de años pasados.
Es pleno verano y hay mucho por cosechar, los huertos están que revientan de tomates, pimientos, calabacines, berenjenas, pepinos, sandías, melones… las plantan os regalan toda clase de colores y sabores. Hay tanto que una buena parte de lo que se recoja se transformará en conservas para usarse en otoño e invierno. Como cada día hay que acompañar a las cabras a pasear, para que se muevan y alimenten a placer; recoger los huevos que hayan puesto las gallinas y abrirles el corral para que picoteen y escarben por la finca, y comprobar que las abejas se encuentran bien. Continuaréis con la construcción de la nueva casa de balas de paja, ahora que habéis terminado de levantar las paredes llega el momento del revoco de barro y cal, promete ser laborioso y divertido. Aparte, siempre hay otras cosas que van surgiendo sobre la marcha, arreglar una puerta de madera, elaborar unos preparados repelentes de insectos para los cultivos… nunca faltan trabajos en una finca rural.
Tras el desayuno vas al baño donde el agua fresca de manantial te termina de despertar y activar, preparándote para empezar con ganas los trabajos de la mañana. Empezáis pronto porque a mediodía el sol aprieta y hay que parar, será el momento de cocinar y descansar, leer o charlar. Al salir de la casa admiras el paisaje montañoso, las praderas amarilleantes y las manchas verdes de los bosquecillos cercanos. Te diriges a los huertos junto a otros dos voluntarios, cada uno de los tres provenís de un país diferente y cuando marchéis seguiréis cada uno vuestro camino, pero en este momento compartís casa, compañía y trabajo las veinticuatro horas. Te pones los guantes y comienzas a recoger tomates, un olor verdoso y agradable inunda el ambiente, en un rato has cargado la cesta y tus compañeros siguen el ritmo con otras verduras. Sudáis bajo los sombreros de paja, resuenan las tijeras de podar, a lo lejos se escucha el balido de las cabras.
Cuando termináis con la cosecha lleváis las hortalizas a la cocina, donde uno de vosotros se quedará preparando las conservas, y los otros dos os dirigís a trabajar en la construcción de la casa. Mientras tu compañera comienza a llenar la carretilla con paladas de barro fresco, tú vas a por paja y lo mezcláis todo. La casa es pequeña y sencilla, pero tendrá todo lo necesario para habitarla cómodamente. La propietaria de la finca os explica cómo tenéis que ir aplicando el revoco sobre las paredes, es importante que no queden huecos. Tus manos sienten la textura suave del barro, vas modelando y extendiendo pegotes, es una tarea entretenida que lleva su tiempo. A las doce llega el momento de detenerse, preparar la comida y terminar las conservas. Gazpacho, arroz con verduras y ciruelas, ensalada de legumbres y queso de cabra y miel de postre.
Después de la siesta algunos decidís dar un paseo hasta las pozas del río que corre por el fondo del valle, es un lugar especial, con pequeños saltos de agua cantarines. El baño os deja como nuevos, y tras pasar un rato al fresco de la orilla, volvéis a la finca para retomar las tareas, ahora que el calor no es tan fuerte. Después de la cena hay quienes se animan a tocar, una guitarra, flauta y acordeón, otros escuchan, alguien canta… la música os une en su melodía, llevandoos por paisajes y vivencias de otras lenguas y lugares. Al fin el cuerpo te va pidiendo descansar, y tras las buenas noches, te diriges a la habitación, con su puerta chirriante y su suelo de madera antigua.
Así puede ser un día en la vida de un voluntario en una finca o granja ecológica: trabajo a cambio de comida, alojamiento, aprendizaje y convivencia con personas de diferentes lugares que se animan a pasar unos días, semanas, meses e incluso años con esta forma de intercambio. Por todo el mundo hay infinidad de granjas y fincas que necesitan ayuda, y multitud de viajeros que acuden a ellas en busca de nuevas experiencias.
Cada finca o granja tiene sus características y personalidad, muchas son propiedades y negocios familiares, otras son ecoaldeas o comunidades, y también podemos encontrar centros de vida espiritual. Además de aprender acerca de agricultura ecológica y agroecología, en muchas de estos lugares se aplican principios y prácticas de permacultura, bioconstrucción, energías renovables, organización y gestión de vida en comunidad, yoga, meditación, etcétera, con lo que tendrás a tu alcance una gran diversidad de conocimientos de diferentes formas de vida rural y relación con la naturaleza.
Una de las vías más utilizadas para contactar entre fincas anfitrionas y personas voluntarias es mediante la organización Wwoof (World Wide Opportunities on Organic Farms), creada en 1971 por Sue Coppard en Inglaterra, cuando se dio cuenta de la falta de medios u oportunidades de gente como ella para acceder al medio rural y contribuir al movimiento ecologista. Ahora tiene presencia en más de cincuenta países, cada uno con su asociación estatal que se encarga de coordinar y gestionar los intercambios y los portales de internet. También hay países donde no existe una asociación estatal coordinadora pero si hay presencia de granjas anfitrionas independientes. Para inscribirse como wwoofer voluntario hay que pagar una cuota anual a la organización del país donde queramos ir, que nos mandará un carnet mediante el que podremos solicitar las estancias en las fincas. En las páginas webs de las asociaciones wwoof aparecen los listados y mapas de las fincas, con su descripción y formas de contacto.
Por lo general se acuerdan entre cuatro y seis horas de trabajo diarias durante cinco o seis días a la semana, a cambio del alojamiento, comida y compartir conocimientos. En los días libres, uno o dos a la semana dependiendo del lugar, también se incluye el alojamiento y comida gratuitos, y hay tiempo para visitar la zona o relajarse tranquilamente y disfrutar del campo. Es importante informarse bien de las condiciones y los trabajos a realizar antes de llegar a las fincas para evitar malentendidos, o aprovechamiento de propietarios que tratan a los voluntarios como mano de obra gratuita sin compartir con ellos nada más allá de lo básico, o les exponen a trabajos demasiado pesados o especializados. Por otro lado los voluntarios deben cumplir con lo acordado sin escaqueos y avisar siempre con antelación de sus cambios de planes, pues para los anfitiriones su ayuda puede ser imprescindible en un determinado momento, y si alguien falla necesitarán encontrar sustitutos rápidamente.
Ser voluntario en granjas ecológicas puede ser una experiencia realmente divertida y enriquecedora, pero si lo que estás buscando es trabajo remunerado, entonces te animamos a visitar las siguientes páginas, que facilitan el acceso a granjas que contratan mano de obra temporal. En países como Australia o Nueva Zelanda es una práctica muy habitual, y también podemos encontrar bastantes puestos en Europa y América. Suelen requerirse entre 35 y 40 horas de trabajo a la semana, distribuidas en cinco o seis días, el trabajo suele ser duro pero cuando está bien pagado compensa el esfuerzo. Por otro lado, mientras que las granjas inscritas en Wwoof realizan siempre prácticas agrícolas ecológicas, en aquellas que ofrecen trabajo pagado pueden o no seguir este criterio, por lo que si quieres trabajar en fincas eco tendras que realizar una búsqueda más específica. La temporada de trabajo en la mayoría de países de Europa suele comenzar en mayo y durar hasta septiembre/octubre, aunque podemos encontrar ofertas en invierno como la recogida de las aceitunas.
Pickingjobs es una página que nos informa de las características del sector agrícola y ofertas de trabajo en fincas y empresas por todo el mundo:
Aquí puedes ver un artículo del Ayuntamiento de Murcia con información práctica y enlaces de países europeos.
Aquí tienes enlaces a páginas de trabajo temporal de varios países:
Australia
Nueva Zelanda
Holanda
Esperamos que este artículo te haya despertado las ganas de conocer estas formas de vida y trabajo, y te animamos a preparar maleta y mochila, botas y guantes, y lanzarte a explorar, curiosear y huertear por aquí y por allá.
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