Miro el móvil:
“- Guapa!! dd. estás??
-Llegando!! Lo prometo!!”
Seis y media, llego a la terraza donde hemos quedado… “Me cago en la leche! Me ha vacilao! Qué capulla!” Aparece subiendo la calle partiéndose de risa… Suena “SI” de Zaz “Ayyy me encanta esta canción!” Después de saludarnos pedimos dos Estrellas Galicia y me temo que van a ser varias. Creo que correrá como la sangre en ese pasaje de “Cien años de soledad” (uno de sus libros preferidos).
Empezamos a hablar de África y de cómo Cristina le contagió su amor por Costa de Marfil. Sus funciones en Global Humanitaria eran diferentes hasta que Cristina le empezó a hacer pequeños encargos siempre y cuando ella quisiera y acabó metiéndose de lleno en los proyectos dispuesta a darlo todo por ellos. Me cuenta que cuando iniciaron el apadrinamiento fueron a Bodouakro a trabajar sobre el terreno y allí comprobó que las necesidades de aquella gente no tienen nada que ver con las de los más pobres de aquí. Pero a pesar de éstas, aquella gente lo da todo: hospitalidad, amabilidad, respeto… destaca su calidad humana, sus sonrisas perennes, su humildad y el orgullo de raza. De allí volvió, después de nueve horas, del revés con “el mal de África” y aún, hoy, siente nostalgia por volver. Ahora, sabe que necesita menos abrigos y más amigos me dice rotunda.
Amigos como Cristina a la que considera una “maestra” que le ha enseñado a tener paciencia, a luchar, a no darse por vencida, a saber que se puede llorar y a los cinco minutos reír a carcajadas, a ESTAR y no sólo de palabra. Y es que la fuerza, la energía, calidad humana que tiene están por encima de su imagen pública que puede hacer que tengamos una idea errónea de ella y lo demuestra luchando por los proyectos que se propone.
Aidén
Pasa por las redes sociales de puntillas. Prefiere el cara a cara y un café por delante aunque reconoce que son una herramienta útil para estar en contacto con los padrinos que están desperdigados por España. A estos agradece su implicación en los proyectos. Ella tenía claro desde el principio la relación que quería tener con ellos, idea que apoyó Cristina. No quería para Costa de Marfil padrinos que se limitaran a recibir por Navidad un dibujo de su ahijado y que se sintieran cómodos por ayudar a “un negrito” y aunque no con todos, consiguió su preocupación por los proyectos, los niños, la comunidad… para ello se encarga de mantenerlos informados sobre todo lo que se hace en Bodouakro y en los proyectos que dirige Cristina.
Así lucha por uno de sus sueños: que haya alfabetización y sanidad en cualquier rincón, que no existan fronteras, que las guerras sean estudiadas como ejemplos de la maldad humana… “Sueño con oportunidades porque soñar es uno de los lujos que todos nos podemos permitir.”