Aprovechando que las dos estamos de veraneo en Galicia, y que yo siempre estoy en las Rías Altas pero nunca tiro hacia abajo, decido hacerle una visita y quedamos en el Naútico de San Vicente do Mar en O Grove. Ya verás, te va a gustar, es un sitio muy alternativo a la orilla del mar, mezcla de pijos y perroflautas me dice. Y tiene razón, no me decepciona.
Estefi.
Estefi no es muy de achuchones, sino de estar ahí cuando lo necesitas y empatizar hasta límites insospechados. Mientras saborea su cerveza y escuchamos los primeros acordes de One de U2, su canción favorita, me cuenta que, como nos ha pasado a otros, Bodouakro le ha permitido conocer a gente que vale la pena. En su caso, tiene que agradecerle a Aidén, que le haya enseñado a superarse a si misma, y, a Cristina lo que está aprendiendo con y de ella. Llegados a este punto me voy a permitir la licencia de decir que, a parte de ellas y François, que como dice Estefi, es el que consigue que nuestros niños sepan que existimos y viceversa, Estefi es, desde que se unió a este clan, uno de sus bastiones. Gracias, entre otras cosas, a su tesón y a su compromiso se nos conoce cada vez más.
Desde que hemos empezado a hablar, le han llamado varias veces de su querido poblado, Almendralejo, y ha atendido a todo el mundo con una paciencia encomiable. Esta hija de maestro y ama de casa considera que si ha aprendido desde pequeña a proteger y cuidar de los suyos, es entre otras razones, por vivir en provincias y haber nacido en un matriarcado .
Han pasado dos horas, en su compañía, el tiempo vuela, y decidimos buscar un sitio para comer unas navajas y un poco de churrasco. Mientras nos dirigimos al restaurante es inevitable que en nuestras conversaciones aparezca África. Me recomienda que lea Ébano de Ryszard Kapuściński, si quiero conocer un poco más de la África desconocida; le encantaría viajar a esa zona del mundo, según ella, nuestra vecina a la que sólo miramos cuando pasan desgracias, hambrunas, guerras… y es verdad que por desgracia sufre y sufre por todos, ese continente en el que ella cree que está su lugar en el mundo, ese lugar que Ernesto, en la película de Adolfo Aristarain, sigue intentando encontrar.
Ha llegado la hora de despedirnos, y nos emplazamos para que la próxima vez sea ella la que venga a conocer las Rías Altas. Mientras me alejo, me digo a mí misma que, en el fondo, aunque Estefi no lo sepa, no tiene que encontrar su lugar en el mundo, o mejor dicho cualquier lugar puede ser su mundo, solo necesita creérselo porque durante toda su vida ha sabido lidiar con las circunstancias y con las personas que se han cruzado en su camino.