Tal es el caso que se ve en La Rioja, dónde por causa del repunte de casos de COVID-19 visto en las semanas previas, se han tomado medidas para restringir la movilidad, el contacto social y algunas actividades económicas; sin embargo y sin explicación aún, se está permitiendo las actividades colectivas de caza mayor en las modalidades de batidas y monterías. Estas formas de caza implican trabajo en equipo entre grupos que pueden alcanzar tamaños de hasta treinta personas que están obligadas a mantener cierta cercanía entre sí para realizar correctamente sus actividades de caza, esto sin contar las interacciones comunes que pueden darse accidentalmente pese a las precauciones del distanciamiento social.
Las organizaciones ecologistas denuncian que no se justifica esta excepción de restricciones para las actividades de caza, cuando estas poseen características similares a las de otras actividades restringidas. Además, argumentan que mantener restricciones en ciertas actividades y en otras no disminuye la efectividad general de las medidas de confinamiento, aumentando innecesariamente el riesgo de contagio de COVID-19 en la región. Para agravar la temática aún más, esta tampoco es una situación aislada, pues en noviembre del año pasado el gobierno de La Rioja dio permiso a los cazadores para ignorar el confinamiento perimetral de Arnedo y Logroño para poder realizar actividades de caza en toda la región.
Excusas endebles
Ante las acusaciones de que permitir estas actividades de caza es irresponsable y peligroso, el gobierno de La Rioja responde alegando que en estos tiempos de confinamiento la caza cumple una función vital de controlar las poblaciones de las especies cinegéticas, disminuir el riesgo de que los animales silvestres transmitan virus y enfermedades a los animales de ganado, mitigar los daños causados por animales silvestres a la actividad agrícola y disminuir el riesgo de accidentes viales que involucran especies cinegéticas.
Sin embargo, ya se ha constatado en ocasiones anteriores que la caza es una forma ineficiente de controlar el tamaño de las poblaciones silvestres y los daños causados por ellas. De igual manera, es debatible hasta qué punto el control de poblaciones mediante la caza ayuda a prevenir la circulación de agentes patógenos presentes en la vida silvestre, recordemos que las modalidades de caza mayor autorizadas por el gobierno de La Rioja emplean perros para ayudar a los cazadores. Se ha demostrado que bajo ciertos casos, el virus de la COVID-19 puede ser transmitido a los perros y algunos expertos recomiendan tomar las mismas medidas de bioseguridad que se usan en los humanos para estos animales.
Evitando riesgos
Al final del día, las excusas provenientes del gobierno de La Rioja resultan insuficientes ante la verdad que todos ya conocemos, la crisis de salud pública causada por la COVID-19 representa un riesgo demasiado grande como para permitir que se realizan actividades de caza mayor en grupos, y si esta se siguen permitiendo, es señal de una gestión deficiente por parte de los ejecutivos que ponen sus intereses por encima de la salud pública.