La fabricación de la sosa cáustica, ese elemento alcalino que utilizamos para elaborar nuestros jabones artesanos, ha variado mucho desde sus comienzos.
Tal como contábamos en el artículo “historia sobre el origen del jabón” en un principio se extraía de las cenizas de la combustión de la madera, sobre todo del árbol de haya o incluso de algunas plantas llamadas barrilleras (ricas en sales de sodio y potasio), pero debido al aumento de la demanda de sosa de la época,
por ser utilizada tanto para la fabricación del jabón como para el papel, tejidos, vidrio o la porcelana, los bosques europeos empezaron a escasear y esto forzó al país de Francia (que era donde estaba localizado el comercio de la sosa) a buscar una fabricación alternativa y ofreció una recompensa a quien inventara un proceso mejor.
Fue el científico francés Nicholas Leblanc quien a finales del siglo XVIII inventó un procedimiento mucho más eficaz consiguiendo sosa a partir de sal marina y ácido sulfúrico, que significó una revolución en su producción.
Pero este método generaba contaminación ambiental, debido a la liberación de gases tóxicos como el ácido sulfhídrico (con su consecuente mal olor), y fue sustituido por otro un siglo después.
El nuevo invento, creado por Erenst Solvay, conseguía carbonato sódico a través de amoniaco y dióxido de carbono, un proceso más limpio y menos contaminante.
Este método estuvo vigente hasta el siglo XX y la fabricación actual ha variado mucho desde entonces. Hoy en día tenemos unos métodos de extracción mucho más económicos, a través de la electrolisis del agua salada (separación de sus componentes), consiguiendo por una parte Cloro y por otra hidróxido de sodio, que es un elemento alcalino más eficaz que el carbonato de sodio.
¿Pero qué es la sosa?
La sosa, también conocida como soda cáustica o sosa cáustica, es en definitiva hidróxido de sodio o hidróxido sódico, un compuesto químico, cuya fórmula es NaOH, muy corrosivo que hoy día se usa para desatascar desagües, fabricar papel, tejidos, detergentes, o incluso lo necesita la industria petrolera para la elaboración de lodos de perforación de base acuosa.
Se puede comprar en droguerías, laboratorios, o aquí en España hasta en supermercados en la sección de limpieza. Se vende en perlas y en escamas. Las de perlas se disuelven mejor y son mucho más recomendables. Es importante comprobar la pureza, ya que para hacer jabón se recomienda que no sea menor de un 98%.
Antes de manipularla es aconsejable usar gafas de protección y guantes, así como mascarillas cuando se disuelve en agua, ya que al contacto con la piel o la inhalación de los vapores consecuentes de la reacción química son tóxicos y pueden causar daños graves tanto en la piel (puede producir hasta úlceras) o su ingestión en altas dosis puede derivar en incluso la muerte. Por eso es sumamente importante tomar todas las medidas de precaución antes de su utilización.
Si por algún descuido nos cayera lejía (agua+sosa) sobre la piel, debemos amortiguar los efectos con algún producto neutralizante como puede ser el vinagre.
Dosis
La cantidad de sosa necesaria para hacer jabón dependerá de los aceites utilizados en su composición, ya que cada uno tiene un índice de saponificación diferente y tal como vimos en el capítulo anterior (formulación de recetas de jabones) tendremos que hacer los cálculos necesarios para saber el total.