Según la Organización de las Naciones Unidas, esta industria emite más CO2 a la atmósfera que todos los vuelos internacionales y viajes marítimos juntos, además de producir el 20% de las aguas residuales del mundo.
Entre los diversos materiales que se emplean destacan: el poliéster, la viscosa o fibra de celulosa artificial y el algodón. Y en cada cual hay distintas sustancias químicas nocivas que nos perjudican uso tras uso y lavado tras lavado.En el caso del más utilizado para fabricar prendas, el poliéster, se emplean 70 millones de barriles de petróleo al año. Y al ser un derivado plástico tardará más de 200 años en degradarse completamente, causando un importante daño ambiental.
El proceso de fabricación de la viscosa también tiene un impacto grande en el medio. Requiere de una celulosa orgánica, que proviene de los 70 millones de árboles que son talados anualmente, a la que después se trata con compuestos químicos para obtener la fibra artificial.
Fibras orgánicas como el algodón, a priori más natural, están impregnadas de plaguicidas empleados durante su cultivo. Tanto es así que las plantaciones algodoneras consumen el 24% de todos los pesticidas y abonos químicos y el 11% de todos los plaguicidas del mundo.
Debido a todos estos perjuicios, cada vez están surgiendo más empresas que apuestan por productos de moda ética y sostenible. Estas prendas se fabrican empleando materiales orgánicos 100% a ravés de procesos de producción artesanales y ecológicos.
Este es el caso de Baúl de Algodón, que apuesta por una moda ecológica en todos los sentidos y para todo tipo de personas. Tejidos naturales, sin tinturas, sin químicos en el cultivo ni la producción, que permiten transpirar a nuestro cuerpo y no producen residuos tóxicos.