Recientemente tuiteé una famosa cita de George Bernard Shaw en la que decía que las atrocidades no son menos atrocidades cuando ocurren en un laboratorio bajo el nombre de investigación médica. Las respuestas que obtuve fueron impresionantes.
Sin duda, el uso de animales para fines científicos es un tema polémico. Desde el utilitarismo se entiende que usemos a ciertas especies para realizar avances médicos importantes de los que beneficiarnos. Desde el igualitarismo y los derechos animales, no obstante, esto no es justificable.
Existen muchas opiniones al respecto, pero todas coinciden en la esperanza de encontrar alternativas eficaces y eficientes que permitan realizar estudios e investigaciones de manera rápida y poco costosa, sin necesidad de usar a ningún ser vivo (o, en el caso de necesitarlo, que éste fuera un servicio voluntario).
Por qué la vivisección es polémica
Como siempre digo, es fundamental tener cuánta más información sea posible sobre un tema antes de tomar cierta postura o decisión. Es necesario entender exactamente qué ocurre en los laboratorios, por qué, qué impactos tiene en los animales, y qué alternativas existen, antes de poder decidir si queremos apoyar a lo que se ha convertido en una industria multi-billonaria.
Digo multi-billonaria porque no solo está compuesta de las industrias farmacéuticas, sino también de las químicas, además de universidades, de cuerpos gubernamentales y de aquella significativa parte industrial dedicada a servicios como jaulas, alimento y cuidado de animales, etc.
Por si fuera poco, la experimentación en animales y la vivisección no solo ocurre por razones médicas o biológicas, sino también en la industria de los cosméticos, en la industria del tabaco, e incluso en la industria militar.
No ocurre en todos los casos, pero muchas veces los animales sujetos a investigaciones médicas sufren estrés y/o dolor en cierto grado, tanto por los propios experimentos como por el confinamiento o aislamiento sujeto en los laboratorios. Los primates, por ejemplo, son seres con estructuras sociales muy complejas y arraigadas, por lo que necesitan contacto físico y emocional con otros individuos de su especie para poder desarrollarse de manera natural.
Como algunos científicos a favor de la experimentación en animales opinan, este es un precio que están dispuestos a pagar, si implica avance médico en beneficio de la especie humana. Sin embargo, y a pesar de las similitudes que tenemos con algunos animales como los primates, la gran mayoría de los resultados de estos experimentos no son aplicables a los humanos, por lo que muchos animales mueren en vano.
Ante estos resultados, cada vez más grupos y organizaciones manifiestan la necesidad de hacer algo al respecto. Animals Australia, por ejemplo, afirma que el uso de animales en investigación y educación se trata más sobre tradición e historia que sobre ciencia. No estamos opuestos al progreso científico en sí, sino al uso de animales en la persecución de éste.
Y es que a día de hoy existen varias alternativas para 1) enseñar sobre anatomía animal, y 2) progresar en la investigación médica sin necesidad de dañar, sacrificar, enfermar o si quiera estresar a ningún animal, como por ejemplo son los experimentos clínicos voluntarios con humanos, el cultivo celular, o programas tecnológicos varios.
La razón por la que muchas de estas nuevas técnicas no son utilizadas es por inercia, reticencia, o falta de fondos. No obstante, la aplicación de alternativas es esencial para acabar con el uso de animales en este ámbito. Es por eso que, teniendo en cuenta esta necesidad, se han iniciado muchas investigaciones para descubrir un método efectivo, libre de crueldad, y poco costoso. Y adivina qué: alguien ha cantado ¡Bingo!
La mejor alternativa que se ha encontrado hasta ahora consiste en algo que habría pensado Isaac Asimov: órganos en microchips. Consiste, principalmente, en un chip con células humanas que simulan órganos reales y que tiene una repercusión directa para aquellos animales que están sirviendo a la ciencia.
Gracias a la información a escala molecular sobre el funcionamiento del cuerpo humano, los científicos aseguran que podemos observar aquello que no ocurre con los animales pero que sí pasa en nuestras células humanas.
La mayoría de compañías de medicamentos obtienen resultados totalmente distintos entre perros, gatos, ratones y humanos, pero ahora podremos observar los efectos específicos de los medicamentos con más precisión y rapidez afirma en una entrevista Don Ingber, director del Instituto Wyss, donde se ha desarrollado este chip.
Ignorando las distintas posiciones éticas sobre la experimentación en animales, es evidente que una alternativa como la del chip del Instituto Wyss es científicamente más fiable, más preciso, menos moralmente cuestionable y, al parecer, también más económico.
Puede que en el pasado los humanos desarrollaran su conocimiento sobre anatomía y fisiología gracias al estudio animal, pero actualmente las cosas han cambiado, y mientras seguimos experimentando, nos encontramos con que la mitad de los medicamentos probados en animales, por ejemplo, acaban causando efectos secundarios inesperados y, en ocasiones, graves para los humanos.
Estudiando células y órganos humanos no solo evitamos sufrimiento innecesario, sino también una mayor precisión a la hora de obtener ese tan aclamado progreso científico. Y, tal vez, también más fuerza para un esperado y muy necesario progreso moral.