Aunque nos parezca extraño, la industria del calzado está entre las más contaminantes del mundo. El ambiente sufre los efectos de todo lo que conlleva producir un par de zapatos, desde el acopio de las materias primas, su proceso de producción, hasta su disposición final cuando han cumplido su ciclo de vida útil.
El proyecto europeo CO2Shoe, desarrollado por el Instituto Tecnológico del Calzado y Conexas (Inescop) demostró, mediante una herramienta informática llamada huella de carbono, que la producción de solo un par de zapatos puede originar desde 1.3 a 25.3 kg de dióxido de carbono (CO2), dependiendo del tipo de zapato.
Estos cálculos han sido validados por la Asociación Española de Normalización y Certificación (Aenor). Si tomamos en cuenta la cantidad de zapatos que se producen diariamente en todo el mundo, el impacto que tiene esta industria en la producción de gases invernadero es extrema.
Pero sus efectos no solo se limitan a la producción de gases invernadero
Los procesos que anteceden a la fabricación del calzado como la agricultura, ganadería y matanza tienen un gran impacto ambiental. Por ejemplo, las pieles empleadas en su elaboración, la tercera parte de las mismas son producidas en Brasil, en donde la selva amazónica es continuamente deforestada para ganar terreno para la cría de ganado vacuno, lo que ha resultado en la continua destrucción del principal pulmón de la tierra.
Durante la fabricación del calzado, el mayor impacto está asociado al alto consumo de energía (electricidad y calor) usada en la fabricación. Así como la fuente de producción de energía utilizada (nuclear, carbón, agua). Por otra parte, en muchos de los grandes centros de producción ubicados en el continente asiático, las condiciones de trabajo son infrahumanas e insalubres.
Condiciones que van desde la explotación infantil, falta de equipos de protección personal para los trabajadores, así como el uso de sustancias químicas y metales pesados altamente contaminantes en el curtido de las pieles, las que son vertidas sin ningún tratamiento en suelos y aguas.
La realidad es que vivimos en una era marcada por el consumismo. La publicidad avasallante nos hace desear tener más calzados de los que necesitamos, sentir ansiosos deseos por los nuevos diseños, modelos o las marcas más reconocidas.
¿Qué podemos hacer?, ¿qué grano de arena podemos aportar por nuestra parte? Desde luego, dejar de usar calzado no es una opción, su función protectora lo hace un artículo de primera necesidad. Sin embargo, una serie de prácticas simples enmarcadas dentro de un uso consciente, están al alcance nuestro:
- Compra solo los que realmente necesites. No llenes inútilmente tu armario de zapatos.
- Adquiere calzado ecológico, si está dentro de tus posibilidades y disposición.
- Vende o mejor dona aquellas zapatillas u otros calzados que ya no uses.
- Infórmate acerca del origen del calzado que te ofrecen.
- Desecha de manera responsable cuando ya se terminó la vida útil de tus zapatos.
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Pedro Churion l Redactor Especialista