El aprovechamiento de los residuos orgánicos va más allá de hacer compost o producir biogás. Las propiedades de la materia orgánica pueden utilizarse también en procesos industriales, como en el caso de los residuos de hongos para hacer bioplásticos, cosméticos o complementos nutricionales.
En la industria, por cada kilogramo de setas recolectadas, aproximadamente el 25 % se desperdicia, esto es equivalente a más de un millón de toneladas al año de materia orgánica rica en proteínas ideales para crear productos plásticos, cosméticos y alimenticios tan sólo en Europa.
En este sentido, el Proyecto Europeo Funguschain recientemente finalizado, en el que participaron dieciséis socios de Países Bajos, Italia, Suecia, Croacia, Bélgica, Portugal, Alemania, irlanda, Reino Unido y España, ha desarrollado, bolsas compostables para la compra, láminas de plástico para cultivos, jabones, alimentos multiproteicos y cosméticos con residuos de hongos. Su presupuesto ha sido de más de ocho millones de euros, contando con financiación de la Comisión Europea.
El proyecto Funguschain tuvo como objetivo la valorización integral de residuos agrícolas de hongos en particular del procesamiento de Agaricus bisporus (champiñón) en aditivos funcionales y biopolímeros de base biológica utilizando un enfoque en cascada apropiado que aislaría biomoléculas de alto valor para ser utilizadas en diversas aplicaciones.
Ha concluido con interesantes resultados, demostrando su viabilidad industrial mediante la construcción de una nueva biorrefinería y la modificación de las líneas de corriente industriales.
Economía circular y cosméticos con residuos de hongos
Con el aprovechamiento de la materia prima, se establece un modelo de economía circular que involucra a toda la cadena de valor de los sectores: alimentario, cosmético y plástico. Hay varios fases para llegar a un producto final. La biorrefinería para extraer moléculas, ha sido estructurada en cuatro fases:
La extracción asistida por microondas, cuyo resultado son moléculas como antimicrobianos, antioxidantes o polioles que se aplican en procesos para los sectores de la limpieza, la alimentación y el plástico.
Seguidamente de la extracción presurizada con agua caliente, que tiene como resultado proteínas bioactivas y polisacáridos que se pueden utilizar directamente como complementos alimenticios con propiedades texturizantes y prebióticas mejoradas.
Posteriormente, la fermentación de sacarificación, en la que los biopoliésteres obtenidos a partir de biopoliésteres se utilizan para formular nuevas mezclas de bioplásticos.
Finalmente, la digestión anaeróbica, para generar compost y biogás, que se produce por la descomposición de residuos biodegradables dentro de un vertedero debido a reacciones químicas y microbios, o como gas digerido, producido dentro de un digestor anaeróbico.
Cada una de estas fases, que pueden ser paralelas al resto, implica una metodología distinta de extracción para obtener diferentes productos.
¿En qué se aprovechan los residuos de hongos?
En el sector alimenticio, se produce un polvo de hongos con alto contenido proteico, alrededor del 24 % y fibras dietéticas ricas en sabores, convirtiendo los desechos de hongos en un ingrediente ideal para alimentos libres de gluten y lactosa, en superalimentos y nutracéuticos.
Dentro del mercado de la cosmética, el proyecto ha proporcionado nuevos productos sostenibles, gracias a la incorporación de quitosano en las formulaciones. Con ello, se desarrollaron tres tipos de producto de origen 100 % natural como sustitución de antioxidantes químicos.
Por supuesto, los biopolímeros extraídos han servido para fabricar bolsas de compra y de basura, láminas plásticas para cultivos, guantes y mucho más. La valorización de residuos orgánicos se abre paso poco a poco como parte de la economía circular, arrojando resultados viables y útiles para la sociedad y el planeta.