Mientras escribo este post, llevo puesto un kimono que tiene al menos 40 años. Era de la abuela de mi novio. Es precioso y realmente se mantiene como nuevo. Las notas las he tomado con ‘el bolígrafo’, un boli bueno que lleva mi nombre, que me regalaron por mi 30 cumpleaños, mi boli preferido, el que me llevo a todas partes, el bolígrafo recargable que espero seguir usando durante toda la vida. La silla en la que estoy sentada la encontramos por la calle en Barcelona, no sé cuánto tiempo tiene pero está casi nueva, además es cómoda y muy bonita.
La lista de mis objetos es infinitamente más larga, podría llegar a convertirse en un libro entero. Por supuesto, uno muy aburrido. Ya que, como buena ciudadana de clase media del primer mundo, tengo demasiados. De hecho, estoy convencida de que, si dedicara un momento a reflexionar sobre cada uno de ellos, no tendría tantos seguro.
Así que, me pregunto, ¿qué objetos vale la pena adquirir y conservar? ¿Cómo medimos cuál es el verdadero valor de nuestras cosas?
Durante muchos años estaba convencida de que tener muchas cosas me hacía más feliz. Solo compraba en rebajas y me enorgullecía de mis gangas. Pensaba que, si algo valía poco, aunque se rompiera pronto o no me enamorara, valía la pena comprarlo. Total, para lo que me había costado…
Después, empecé a investigar sobre qué había detrás de esa camiseta de dos euros y dejó de apetecerme tanto comprarla. Sin embargo, seguía acumulando objetos de segunda mano, regalados o encontrados por la calle.
Ahora, tras varias mudanzas, el exceso de cosas ha empezado a molestarme. Me cuesta deshacerme de ellas pero cuando lo hago nunca me arrepiento. Y siempre me pregunto, ¿en qué momento y por qué motivo decidí adquirir algo que lo único que me aporta es falta de espacio?
Deshacerme de estos objetos está siendo algo más lento de lo que desearía, principalmente porque siempre procuro que acabe en manos de alguien que realmente los va a utilizar. Pero lo que sí he aprendido es a pensármelo muy bien antes de comprar o aceptar como regalo objetos nuevos, por muy bonitos que sean. Y es genial porque, al necesitar muchísimos menos, puedo permitirme elegir muchísimo mejor objetos que realmente tienen un valor.
Y, sin querer, he desarrollado una miniguía mental para conseguirlo. Así que la comparto, no vaya a ser que te sea útil o se te ocurra algún truco más para completarla.
1.El precio:
Importante, pero siempre de forma relativa. El precio nos dice mucho sobre cómo ha sido hecho un producto. Si es demasiado barato, nos dice que ha habido explotación o que la marca ha calculado mal su PVP, o que es de segunda mano. Si es caro, pues depende, puede ser que haya sido elaborado en condiciones dignas, que sea un producto de calidad o que simplemente la marca se lleve un buen margen por su venta. En cualquier caso, es importante tenerlo en cuenta, siendo conscientes de que no es el único baremo ni el más importante.
2.La utilidad:
Uno de los más importantes. Valora siempre si te va a ser útil y en qué medida. También si lo será solo ahora o también mañana, en un mes o en un futuro hipotético muy lejano. Un ejemplo muy clásico es el del taladro, si solo lo vas a necesitar puntualmente, seguro que te vale la pena pedirlo prestado. Lo del futuro hipotético muy lejano es mi “talón de Aquiles” ya que todo, absolutamente todo, me parece que podrá serme de utilidad en un futuro hipotético muy lejano. Pero claro, ese día puede no llegar nunca y quizás hay alguien que ahora necesite realmente ese objeto.
3.La calidad:
¿Es un buen producto? ¿Cuánto me va a durar?
4.El diseño:
¿Me gusta? ¿Me seguirá gustando dentro de un tiempo?
5.Su coste ambiental:
¿Cuánto ha costado producirlo? ¿Cuánto costará destruirlo? ¿Cuánto tardará en desaparecer? ¿Existe una alternativa con menor coste ambiental?
6.Su impacto social:
¿En qué condiciones laborales ha sido producido? ¿Qué tipo de proyecto empresarial estoy apoyando con su compra? ¿Ayudará a hacer realidad un mundo más justo e igualitario?
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Y hasta aquí mi miniguía para determinar el verdadero valor de las cosas. Desde luego, pasar por estos puntos antes de decidirme a poseer un objeto me ha llevado a compras muchísimo más satisfactorias. ¡Espero que te resulte útil también a ti! Y, si se te ocurre algo más, cuéntamelo en los comentarios.
*Fotografía de Kate Ilina