Me he enterado de que le encanta el café así que le llevo un buen termo y he comprado un recopilatorio de AC/DC, que sé que le gusta. Le he dicho que coja un bañador y una toalla y que se deje llevar. Es temprano, paso por su casa a recogerlo y nos vamos hacia el valle del Jerte en Cáceres. Por el camino, al mirar el paisaje, me cuenta que le recuerda a su niñez, a la libertad que tenía en su pueblo cuando era pequeño, esos juegos con los amigos en los que la imaginación se adueña de ti y construyes lugares secretos donde te crees que nadie te ve pero que todos saben que estás ahí… cosas de niños.
Paramos a desayunar y, cómo no, nuestra charla aterriza en África, el continente olvidado, la gran mancha en la conciencia de occidente, aunque aquí prefiramos ignorarlo. En el pasado ha sido casi siempre una víctima, en el presente sigue sufriendo las consecuencias de los abusos que ha sufrido y del poco interés que se pone en ayudarles a progresar, pero el futuro está por escribir. Tiene un margen de mejora enorme y necesita mucho trabajo y mucha colaboración para que pueda salir adelante y se dejen de producir situaciones intolerables que ahora mismo se están dando allí.
Supongo que por esto último que me cuenta decidió entrar en el proyecto y echar una mano a La Khaleesi de Bodouakro, de ella sólo puede contar cosas buenas porque si ya se lo curra en el informativo, su trabajo fuera de la tele no deja de ser impecable. Y si encima entre los proyectos pulula Aidén, según él, nada puede salir mal puesto que se puede confiar en ella plenamente.
Seguimos nuestra ruta y llegamos a la Garganta de los infiernos, un lugar espectacular donde es imposible no querer darse un baño. Y aquí en una roca tomando el sol y charlando con Pablo me quedo pensando en que: aunque los padrinos hemos aparecido por casualidad, por diversos motivos, con maneras de ser y pensar muy diferentes no dejamos de ser ‘buena gente’.