Bajo la premisa “la naturaleza lo hizo primero y mejor”, nació la ciencia biónica a mediados del siglo XX. Esta nueva disciplina perseguía desde sus orígenes estudiar e imitar estructuras biológicas de la naturaleza para solventar problemas de nuestra sociedad.
Décadas más tarde, la ciencia biónica evolucionó dando paso a una nueva disciplina, denominada biomimética, que además de imitar la manera en la que la naturaleza está construida, también trata de copiar sus procesos y modelos de sistemas. Ambos conceptos han sido abrazados por la arquitectura en pos de crear edificios cada vez más sostenibles para el planeta.
Para uno de los padres de la arquitectura biónica, Javier Pioz, la base de esta nueva modalidad de diseño de edificios es “ahorrar material y ahorrar energía”, tal y como recoge en esta entrevista con ETSIDI Design. Sin embargo, este arquitecto español, no niega la importancia de la parte estética: “si quieres innovar en algo, y quieres comunicar esa innovación, los demás tienen que ver que lo que tú haces es distinto”.
Cómo la Arquitectura Biomimética solventa problemas reales.
La arquitectura biomimética y biónica reconocen los problemas medioambientales y de saturación que actualmente azotan a muchas partes del planeta, y de ahí su razón de ser. Para solucionar esta cadena de circunstancias adversas, hay arquitectos, como Javier Pioz, que abogan por imitar procesos y formas que existen en la naturaleza y que se antojan, en muchos casos, más eficientes que los artificiales.
Uno de los ejemplos de esta mayor eficiencia la encontramos en los rascacielos con forma en espiral cuyo primer precedente es el edificio diseñado por Santiago Calatrava en Malmö (Suecia). Esta torre llamada Turning Torso (torso en giro), tal como su nombre indica, se inspira en la forma de un torso humano girándose.
Esta obra del arquitecto valenciano ha inspirado a muchos otros para imitar la forma en espiral y además de ser un referente estético, tiene otras ventajas tal como indican desde Urban-Hub: “dicho diseño puede hacer que un edificio sea más aerodinámico y que consuma menos energía”. Tal es el caso de la Torre Shanghái, cuya forma en espiral reduce la carga del viento en un 24%, lo que se tradujo en un ahorro de 58 millones de euros en acero para su construcción.
Por otra parte, el control de temperatura es otro de los puntos en los que inciden los arquitectos con tal de tratar de ahorrar energía, ya que mantener un edificio con una temperatura que sea cómoda para las personas supone un gran consumo energético. Para ello también hay arquitectos, como Mirk Pearce, que se han fijado en la naturaleza para tratar de solventar este tipo de problemas. Pearce diseñó en Zimbabue el edificio Eastgate Centre replicando el sistema de ventilación de los termiteros africanos, que logran mantener una temperatura estable pese a los cambios en el exterior. Los resultados saltan a la vista, ya que utiliza un 10% menos de energía que un edificio de su tamaño, ahorrando 3,5 millones de dólares al año.
Los proyectos biomiméticos surgen por todos los rincones del mundo visto su potencial para conseguir un mundo más sostenible. Además, en muchas ocasiones estos proyectos van de la mano de la arquitectura biofílica. Este tipo de diseños trata de acercar la naturaleza de nuevo a los espacios urbanos como es el caso de las ciudades jardín verticales. Uno de estos edificios está proyectado en China.
Nuestra existencia como especie es un suspiro comparado con los cientos de millones de años que la naturaleza ha llevado a cabo su proceso creador de formas de vida cada vez más eficientes. Por ello, uno de los arquitectos que más se inspiró en la naturaleza, Antoni Gaudí, afirmaba: “El arquitecto del futuro se basará en la imitación de la naturaleza, porque es la forma más racional, duradera y económica de todos los métodos”.
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