Aunque existen numerosas opiniones y respuestas al respecto, la clave parece estar en un solo elemento: el equilibrio energético. Es decir, una dieta es saludable en la medida en que nos proporciona los nutrientes necesarios para el desarrollo de nuestras funciones diarias.
Cierto es que los organismos son distintos y que, por eso mismo, sus necesidades no siempre coinciden. No es igual la dieta de un deportista de alto rendimiento que la de una persona que ha pasado de los 60.
Sin embargo, aun cuando este factor permite introducir variantes en las dietas, lo más importante es que cada uno de los grupos alimenticios (frutas, verduras, legumbres, lácteos y vegetales) intervenga en nuestro metabolismo en su justa medida. En esto consiste el equilibrio energético.
Alimentos que potencian una dieta sana y equilibrada
Partiendo de lo anterior, sí que podemos mencionar algunos alimentos que, sin llegar a acaparar nuestra dieta, contribuyen al bienestar físico:
Agua: es el componente más importante del organismo. Entre sus funciones más destacadas están la regulación de la temperatura corporal y la flexibilidad que aporta a los tejidos y la piel.
Aceite de oliva: una de sus funciones es eliminar el denominado colesterol malo acumulado en el cuerpo. Además, gracias a los ácidos grasos que contiene, reduce la hipercoagulación de la sangre y el riesgo de enfermedades cardiacas.
Cereales: aportan fibra, vitaminas de los grupos B y E e hidratos de carbono. Los principales son las pastas, el arroz y el maíz.
Legumbres: las lentejas, los garbanzos y las alubias tienen un alto contenido en hidratos de carbono. Son el complemento perfecto para los cereales.
Frutos secos: la nuez, las almendras y otros frutos secos reducen el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Pueden acompañar al resto de productos de la dieta o servir de aperitivo en las comidas.
Pescado azul: su principal componente, el Omega 3, protege al cuerpo de las enfermedades cardiovasculares y proporciona nutrientes y minerales como el yodo y el calcio. El atún, la caballa y el salmón son los más recomendados para incluir en una dieta sana.
Verduras: las principales aportaciones de este grupo alimenticio son la vitamina C, el ácido fólico, las sales minerales, la fibra, los carotenos y la provitamina A. Sin embargo, su cualidad más significativa es el aporte de antioxidantes.
Dieta saludable, bienestar y medio ambiente
Sin embargo, las dietas saludables no sólo se reducen a lo que llevamos a nuestra mesa día a día. Para que tengan un verdadero impacto, deben asociarse al componente de bienestar del entorno en el que nos desenvolvemos.
Los alimentos son el resultado de una larga cadena de producción. Desde nuestro rol de consumidores y consumidoras podemos apoyar aquellos procesos que favorecen la conservación y el cuidado del medio ambiente. Basta con una simple elección cuando vayamos a hacer la compra y nos dispongamos a llenar el carrito.
Por ejemplo, podemos acudir a redes de Comercio Justo en las que nos aseguramos de que que los agricultores y agricultoras que cultivan los productos que consumimos pueden trabajan bajo condiciones justas (con salarios dignos, sin trabajo infantil, etc.).
O dicho en otras palabras, una alimentación sana también debe responder a cadenas de producción sanas y sostenibles. De poco nos servirá alimentarnos con productos saludables si durante su producción se ha puesto en riesgo el equilibrio medioambiental. En ese caso, habremos conseguido poco.