Un total de 151,6 niños en todo el mundo se ven obligados o forzados a trabajar, pese a no haber cumplido aún la edad mínima legal para ocupar un puesto de trabajo, según las estimaciones del último informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que se hizo público en el marco de la IV Conferencia Mundial sobre la Erradicación Sostenida del Trabajo Infantil, que tuvo lugar en Buenos Aires en noviembre de 2017. Casi 1 de cada 10 niños y niñas de todo el mundo.
Pese a que el estudio (que se elabora cada cuatro años), muestra que hay 16 millones menos de niños trabajadores que en la última edición, publicada en 2013, y 100 millones menos que en el 2.000, la evolución muestra que la reducción es cada vez menor y sus responsables creen difícil cumplir el objetivo de erradicar el trabajo infantil en 2025, marcado como una de las metas del Objetivo 8, sobre el trabajo decente, de la Agenda 2030.
No se trata solo de que el trabajo infantil disminuya a una velocidad menor en los últimos años, sino que el informe refleja algunas tendencias preocupantes:
En algunas regiones, como en África, el número de niños trabajadores ha aumentado
Casi no ha habido avances para los niños menores de 12 años
La reducción del trabajo infantil entre las niñas representó sólo la mitad de la registrada entre los niños
La mejora de la protección legal de niños y niñas frente al trabajo infantil, la gobernanza del mercado laboral, la protección social, el acceso a una educación de calidad y el diálogo social entre los gobiernos, los interlocutores sociales y otras partes interesadas son aspectos esenciales en la lucha contra el trabajo infantil, según propone la OIT en el informe. El informe indica cuatro pilares políticos fundamentales en la lucha contra el trabajo infantil: reforzar las protecciones legales, mejorar la gobernanza de los mercados de trabajo y de las empresas familiares, consolidar la protección social e invertir en una educación gratuita y de calidad.
En 2017 llegó una de las ratificaciones más esperadas de los convenios que regulan la edad mínima de admisión al trabajo y las formas de actividad económica vetadas a los niños, el de la India. Sin embargo, aunque la práctica totalidad de los niños se encuentran amparados por esta legislación, todavía muchos estados no han reflejado el contenido de estas normas en leyes nacionales propias. También es necesario reforzar el escaso alcance de las inspecciones de trabajo en los lugares en los que ocurre el trabajo infantil (zonas urbano-marginales, rurales y comunidades indígenas).
En el ámbito legal, el informe subralla la importancia de velar por la coherencia entre las leyes de cada país que rigen la edad mínima para trabajar y las que se ocupan del rango de edades de escolaridad obligatoria.
Por sectores, el nuevo informe revela que la agricultura continúa ocupando a la mayoría de niños y niñas involucrados en el trabajo infantil un 71%, tomando como tales también las ocupaciones relacionadas con la pesca, la silvicultura, la ganadería y la acuicultura, tanto la agricultura de subsistencia como comercial. Un 17% de los niños en situación de trabajo infantil trabaja en el sector de servicios; y el 12% en el sector industrial, en particular la minería.
Por otra parte, los programas de transferencias en efectivo y en especie conforman una parte cada vez más importante de los pisos de protección social en varios países. Estos programas, en los que las familias reciben ayudas vinculadas o no a ciertas condiciones de estudio para sus hijos, han demostrado que tienden a reducir tanto la prevalencia del trabajo infantil como la cantidad de tiempo que un niño destina al trabajo, y a mitigar el efecto de las crisis económicas que pueden empujar a los niños a trabajar.
«No habremos eliminado el trabajo infantil hasta no haber logrado que todos los niños vayan a la escuela, y no habremos logrado que todos los niños vayan a la escuela hasta no haber eliminado el trabajo infantil», declaró Kailash Satyarthi, Premio Nobel de la Paz, uno de los participantes en la IV Conferencia Mundial.
Por ello, los esfuerzos por reducir el número de niñas y niños trabajadores van parejos a los de facilitarles el ingreso o reingreso en las escuelas, y a que se queden en ellas. Esto incluye “asegurarles un buen comienzo promoviendo el desarrollo en la primera infancia y ofreciendo servicios de guardería y enseñanza preescolar; facilitar la transición a la escuela primaria; compensar los costos directos e indirectos asociados con la escolaridad, más que nada eliminando las cuotas escolares; y proveer transferencias en efectivo a las familias pobres, como también libros de texto, transportes, uniformes y comidas en la escuela“.
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Imagen: Vertedero de Stung Meanchey, en Phnom Penh, Camboya (Juan Díaz/Global Humanitaria)