Una de las mejores formas de re-enamorarnos de nuestra ropa y, por ende, de transitar hacia un consumo más responsable y consciente de moda es aprendiendo a coser. Este arte ancestral no sólo nos conecta con la materialidad, sino también con lo que significa “el hacer”. En Chile y Argentina han nacido diversas iniciativas que responden a este objetivo intentando transmitir las técnicas y conocimientos de quienes participan de la cadena de valor de esta industria. Hoy revisaremos algunos ejemplos destacados de este inspirador movimiento.
Enamorarse desde el hacer
“Defender y apoyar el trabajo artesanal es ayudar a difundirlo“, afirma la diseñadora argentina Julieta Racket creadora de la marca de indumentaria, Nido. Hace un poco más de 6 meses abrió su Escuela Nido con este fin.
“Mi idea desde que empecé con Nido siempre tuvo que ver con eso. Me parece hermoso que algunas cosas se sigan haciendo del mismo modo que hace mucho tiempo, no sólo por la historia que eso cuenta, sino porque son realmente de mejor calidad hechas a mano. Y formar artesanos viene a ser una pata más del mismo concepto. Además, creo que aprender un oficio puede ser algo muy útil en este momento del país y del mundo”, explica.
En esta línea están desarrollando talleres de teñido con tintes naturales; tejido a dos agujas; de cuencos en fieltro, entre otros, para principiantes y avanzados, que son impartidos por las tejedoras con las que vienen trabajando, junto a otras artesanas especialmente convocadas para este proyecto.
Por su parte, en Chile, existen dos iniciativas, que desde diferentes vertientes promueven el “hecho a mano por uno mismo”.
Una de ellas es Estructuras del Vestuario de Alejandra González, que desde 2010 ofrece alternativas teórico – prácticas de aprendizaje dirigidas a quienes desean realizar o complementar un proyecto de diseño, sin importar sus capacidades.
En este sentido, durante todo el año imparte cursos de vestuario, clases particulares y grupales, donde destaca su taller de calzado, en el que cada participante aprende el paso a paso de la construcción de un zapato. “Llevar a cabo cada uno de los procesos, permitirá a los alumnos entender a fondo el mundo del calzado y dirigir sus proyectos futuros”, afirma Alejandra.
Pero para aquellos que quieren aprender a hacer su ropa, casi desde un plano terapéutico, se encuentra “No des puntá sin hilo” (modismo chileno que significa no hacer nada porque si), escuela de moldería y confección dirigida por 3 diseñadoras, Paulina Clementine, Patricia Ovalle y Carolina Trejos, que están convencidas que coser es una excelente forma de olvidarse de los problemas, relajarse, divertirse y compartir. Más aún en un país como Chile, donde el derecho a lo ‘extra programático’ es muy limitado.
Asimismo creen que existe un real interés por hacer ropa a medida. “Notamos unas ganas por vestir con algo hecho por ellas, algo único, ya no quieren uniformarse. Nos pone felices que la gente vuelva a coser, que vuelva el oficio. Quienes toman los cursos siempre nos hablan y piden empezar con moldaje, ya que les interesa que su prenda calce en su cuerpo, están cansados de vestir una talla ‘retail’ que, muchas veces, tiene mala calidad”; afirman.
Por lo mismo, sus variedades de talleres van desde lo básico e introductorio hasta lo más avanzado. Estos últimos han motivado, a que sus alumnas salgan con proyectos, que pronto se transforman en emprendimientos.
Pero sea cual sea el objetivo, estas tres iniciativas demuestran, que reconectarse con lo manual, nos entrega una nueva visión, mucho más humana y simbólica, de una acción tan cotidiana y automática como vestirse.
* Las imágenes de este artículo son cedidas por las iniciativas nombradas.
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