En Diciembre del 2015, mientras mi familia preparaba el menú navideño y la nevera de marisco, pasé tres días y tres noches encerrada en mi piso en Noruega investigando sobre la industria alimentaria y la ganadería industrial. Tras esos 3 días, anuncié súbitamente que me había hecho vegana. Mi vida, igual que el menú navideño, sufrió entonces un drástico cambio de última hora.
Si bien mi transición ocurrió casi de la noche a la mañana, puedo identificarme plenamente con las miles de historias de veganos de alrededor del mundo. Algo en mí, tras tener la información adecuada, hizo clic y ya no pude volver atrás.
Como ya he dicho alguna vez, el veganismo es mucho más que una dieta. Es todo un estilo de vida, una forma de ver el mundo que afecta tanto a tu propia salud como a la vida de los animales, a las personas y al medio ambiente. No solo practico mi nueva forma de ser con la comida, sino también con mi relación con el planeta, con la ropa, con la industria del entretenimiento y con mis cosméticos, por ejemplo.
Así es como mi vida ha cambiado mi vida tras más de un año siendo vegana:
1. Mi salud ha mejorado y mi cuerpo se ha transformado.
Cuando basé mi dieta enteramente en legumbres, frutas y vegetales empecé rápidamente a ver cambios. Mis uñas y mi pelo estaban más fuertes y con más brillo; mi piel se limpió de forma natural y desapareció cualquier rastro de acné; empecé a despertar con más energía, sentirme menos cansada y dormir más fácilmente; los resfriados se hicieron menos frecuentes, dejé de sentirme hinchada y mi sensación de bienestar en general se convirtió en algo habitual.
2. Ahora aprecio los productos naturales y la importancia de comer orgánico.
Con una dieta enteramente vegetal, no solo me he vuelto mucho más aventurera gastronómicamente, sino que también busco y aprecio la importancia de comer productos naturales, ecológicos y orgánicos. Ahora soy mucho más consciente de lo que le doy a mi cuerpo, ¡e incluso mi sentido del gusto se ha intensificado con los sabores de la tierra!
3. Adquirir el hábito de cuestionárselo todo.
Cuando aprendí todo lo que había detrás de la ganadería industrial y del mundo de la comida en general, me di cuenta de la gran falta de información que teníamos como ciudadanos, además de la enorme manipulación en los medios. Empecé a leer las etiquetas de todo, a preguntar detalladamente y a cuestionármelo todo: ya no podía dar nada por hecho. Ahora este hábito viene conmigo a todas partes, y me ha servido para aprender de muchísimas otras causas que afectan el planeta. Sin duda, es la mejor lección que me llevo de mi cambio.
4. Comprenderme mejor a mí misma y mi amor por los animales.
Aunque cualquier cosa que digo respecto al veganismo o a los animales causa una discusión entre mis conocidos, mis ideas nunca han estado tan claras como ahora. He comprendido que una vaca o un cerdo tienen tanto derecho a vivir (y tanta o más inteligencia emocional) como mi propio perro. Ya no aplico una desconexión entre lo que hay en mi plato y lo que era antes; mis acciones, por fin, están alienadas con mis valores.
5. Ver el mundo con otros ojos.
Gracias al hábito de cuestionármelo todo y al investigar más sobre otras causas, he aprendido las múltiples relaciones entre cosas aparentemente opuestas. El mundo es complejo, pero sigue unas reglas simples que podemos cambiar con nuestras decisiones diarias y con nuestro voto como consumidores.
Desde nuestra dieta, que puede reducir hasta la mitad nuestra huella medioambiental y ayudar a combatir el cambio climático, hasta la clase de entretenimiento que queremos consumir (como circos o infraestructuras que maltratan o esclavizan a animales), la cosmética que elegimos (que pueden testar en animales o ser cruelty-free), las vacaciones que hacemos (que pueden ser sostenibles o contribuir a la destrucción de hábitats o comunidades), la ropa que nos ponemos (que puede ser la piel de un animal o un ingrediente vegetal orgánico y natural), o la compañía de luz que elegimos (que puede apostar por energías renovables o añadir más carbón a la industria de energías sucias).
Todo tiene una causa, beneficio y consecuencia. No hace falta ser vegano para darse cuenta de ello, pero sin duda hacer la transición a este estilo de vida me ha enseñado más sobre el planeta en el que vivimos que cualquier otra cosa.
No podría estar más satisfecha de haber tomado esta decisión. En un año he aprendido muchísimo, y la verdad es que estoy deseando seguir aprendiendo y enfrentándome a nuevos retos y aventuras desde una perspectiva vegana. ¡Por muchos años más!