El desodorante fue uno de los primeros productos que empecé a preparar en casa y, por lo tanto, uno de mis primeros pasos hacia una vida con menos basura (en sentido literal y figurado).
Fue también la primera receta de un producto de cuidado personal que compartí aquí y, a pesar de que eso fue hace más de dos años, sigue siendo una de las publicaciones más visitadas del blog. Así que debo decirlo: le tengo cariño.
Durante aproximadamente dos años estuve usando desodorante El conejo feliz en versión crema (la receta está aquí), y siempre me funcionó de maravilla (incluyendo una prueba de fuego en el calor intenso y los largos paseos en bici durante mi viaje a las islas Galápagos). Y, luego de superar la etapa inicial de timidez en la que no me atrevía a abandonar 100% los desodorantes comerciales, me convencí completamente de su efectividad y creí que nunca lo iba a cambiar por ninguna otra receta.
Y aquí estoy, compartiendo otra receta. ¿Por qué? Pues por varias razones:
Me gusta probar cosas, y sobre todo si significan simplificar algún proceso de los que ya forman parte de mi vida cotidiana. La receta anterior es muy sencilla pues tiene sólo tres ingredientes… ¡pero esta que te comparto hoy tiene sólo dos!
El aceite de coco es un ingrediente fantástico (eso lo he dicho ya en otras ocasiones) pero también, según el lugar en el que estés, puede ser un ingrediente exótico, caro y/o difícil de conseguir. Me parecía importante encontrar una alternativa que no requiera aceite de coco.
El bicarbonato de sodio también es una maravilla polifacética, pero a algunas personas les genera irritación en las axilas cuando se usa como desodorante. Por lo tanto quise ponerme a la tarea de encontrar una receta que no usara bicarbonato, para las pieles que no toleran la versión original.
Así que, como conejillo de indias oficial de mi blog (y porque me gusta traerte recetas siempre probadas por mí, para poder contarte todo con conocimiento directo de causa), me lancé a buscar y probar otras recetas, hasta encontrar una que fuera más sencilla que la versión en crema, que no tuviera aceite de coco y que tampoco tuviera bicarbonato. Y la encontré… por error, mientras buscaba información sobre el cloruro de magnesio.
* * *
Todo empezó porque tenemos un vecino/amigo que es profesional en bioquímica, y que nos habló un par de veces sobre el magnesio, y sobre la importancia de consumirlo en cantidades adecuadas para optimizar ciertos procesos en el cuerpo y evitar una deficiencia nutricional. Empecé a buscar información al respecto y me encontré con un varios artículos interesantes: unos afirman que nuestra alimentación suele ser deficiente en magnesio por el proceso de empobrecimiento de suelos generados por los monocultivos, otros hablan de los beneficios del magnesio aplicado directamente en la piel, y otros hablan de los efectos positivos del magnesio en la reducción de los dolores musculares. No me voy a extender mucho más hablando del magnesio, pero te animo a que busques más información. Eso sí: te recomiendo que busques en Google Scholar (el buscador académico/científico de Google), para que evites caer en artículos de esos en los que hablan del magnesio como si fuera la cura hasta del mal de amores… que muy importante sí es, pero tampoco hace milagros.
Mientras buscaba información sobre el magnesio, me encontré con una receta para hacer “aceite de magnesio” (que no es realmente un aceite sino una solución muy concentrada de cloruro de magnesio diluido en agua, que queda con una textura aceitosa) para aplicarlo como “suplemento” transdérmico… y en esa receta se mencionaba que también podía funcionar como desodorante. Y yo ya tenía los ingredientes en casa, y estaba queriendo probar otras recetas de desodorante, así que los planetas estaban alineados y lo único que hacía falta era prepararla y someterla a un buen período de prueba.
Y eso hice, y me ha funcionado genial. Tan genial, que es el único desodorante que he estado usando en los últimos seis meses (aprox), y no he vuelto a usar la versión en crema del conejo feliz (pero la llevo siempre en mi corazón). Así que si probaste la receta en crema y no te funcionó bien, o te irritó el bicarbonato, o te costó mucho trabajo conseguir el aceite de coco, o sencillamente eres como yo y te gusta probar estas cosas nuevas para saber qué funciona mejor, ésta receta es para ti :-)
Necesitas:
Agua
Cloruro de magnesio (es como una sal, y lo puedes conseguir en farmacias, tiendas naturistas o almacenes de productos químicos)
¡Eso es todo! Para prepararlo necesitas una olla y una cuchara (de hecho, la cuchara es opcional), y para envasarlo necesitas una botellita con pulverizador (spray). Nada más.
Instrucciones:
Pon a hervir un tris más de 1/2 taza de agua. Hervirla sirve para dos cosas: para disminuir el número de bacterias presentes en el agua (y por lo tanto asegurarnos de que la mezcla va a durar mucho más tiempo), y para facilitar la dilución del cloruro de magnesio.
Cuando el agua haya hervido, retira la olla del fuego y añade 1/2 taza de cloruro de magnesio. Te va a parecer que es demasiado y que no se va a diluir jamás, pero confía en mí: sí se va a diluir.
Llena la botellita con la mezcla. Ese será tu desodorante.
Si la botella que tienes es pequeña (como es mi caso), guarda el resto de la mezcla en un frasco con cierre hermético en un lugar fresco y seco (puede ser también en la nevera), para que puedas rellenar tu desodorante cuando así lo necesites.
Para usarlo, aplica una buena cantidad en cada axila. Frota si hace falta, y espera unos segundos a que se seque. Y ya está. Dos ingredientes, rapidísima preparación, cero pruebas en animales, reduces tu basura y le das magnesio a tu cuerpo… ¿se puede pedir más?
Aquí van algunas recomendaciones adicionales:
El magnesio, en esta concentración, puede generar una sensación de cosquilleo en la piel. No te asustes, que la piel se acostumbra y después ya no la vas a sentir más.
Si no sientes cosquilleo sino ardor, es posible que la solución te haya quedado demasiado concentrada. Al parecer (aunque todavía no he encontrado fuentes confiables que confirmen esta afirmación) la piel necesita “adaptarse” a la aplicación de magnesio, así que tendrías que empezar con una concentración menor. Aumenta la cantidad de agua un poco, y vas probando a ver qué tal. (Eso hice yo al principio y ahora ya no me hace falta añadir más agua).
No lo apliques sobre piel recién depilada o rasurada, que ahí sí te va a arder un montón (¡lo digo por experiencia propia!).
Si quieres añadir un poquito de perfume y además aumentar el poder de la receta, añade un par de gotas de aceite de árbol del té. Al ser antibacterial, va a hacer que el desodorante funcione aún mejor.
Si quieres saber por qué es buena idea alejarse de los desodorantes comerciales, te recomiendo que visites esta publicación.
¿Has hecho alguna vez tu propio desodorante? ¿Has probado la receta original de El conejo feliz? ¿Cuál es el producto de cuidado personal que piensas que te costaría más trabajo reemplazar por uno hecho en casa? ¡Cuéntamelo en los comentarios!
Importante: cada piel es diferente, y si bien esta receta ha funcionado 100% para mí, eso no necesariamente significa que funcione 100% para ti. Siempre que vayas a probar un nuevo producto (sea comercial o hecho en casa) es importante que lo pruebes en una zona pequeña de la piel, por si acaso genera alguna reacción no deseada. Y también, por supuesto, si alguna cosa que usas genera una reacción desfavorable, deberías descontinuar su uso.
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