Este fin de semana estuve participando en El Faire, una feria de cómic, ilustración y fotografía que en ésta, su tercera versión, juntó a 36 expositores y recibió más de mil visitantes.
Compartí una mesa/stand con R (mi chico/novio/marido), para mostrar nuestros proyectos. Él estuvo ahí con sus collages e ilustraciones, y yo estuve con unos fanzines con ideas para reducir la huella de basura, con el , y con unos , de las cuales el 100% de ganancias va para un refugio de animales.
Pero la parte más emocionante de mi participación en la feria (y de la que te quiero hablar hoy) fue tras bambalinas: El Faire me invitó a que hiciéramos una alianza, para tratar de reducir el impacto ambiental de la feria tanto como fuera posible. Y yo acepté la invitación encantadísima y me lancé, con Ximena y Pilar (las organizadoras), a identificar todos los pequeños detalles que podían ser modificados, y a explorar alternativas que pudieran llevarnos a un uso más responsable de recursos y a generar menos basura.
Hoy quiero contarte un poco sobre el proceso y el resultado, porque creo que esta experiencia (incluso con todas las cosas que se pueden mejorar todavía) es un ejemplo claro del poder de la colaboración, y de cómo los gestos valientes —aunque parezcan pequeños— pueden llevarnos a tener eventos (¡y estilos de vida!) más equilibrados con el planeta.
Primera fase: identificar
En la primera reunión que tuvimos me dediqué a hacer preguntas para tratar de identificar los “focos problemáticos” (que yo prefiero ver como “oportunidades de intervención”). Para que te hagas una idea de a qué nos enfrentábamos: es una feria que requiere difusión (impresiones y más impresiones), en la que se usan mesas (que normalmente se cubren con papel, por protección y por uniformidad y limpieza), se venden cosas de diferentes tipos y tamaños (muchas veces se necesitan empaques para esas cosas), y hay comida y bebida durante todo un fin de semana, para mucha gente (es decir: montones de recursos, montones de cosas desechables, y muchísima basura).
El principal desafío: encontrar una manera de reducir el impacto en todos esos aspectos, sin sacrificar la “esencia” del Faire, y sin poner a los organizadores, participantes y asistentes en situaciones de extrema incomodidad. Lo más importante a nuestro favor: es una feria que —aunque va creciendo cada vez más— todavía tiene un tamaño “manejable”, donde participan personas creativas y sensibles, y que tiene a las organizadoras más comprometidas y valientes que te puedas imaginar.
Segunda fase: proponer
Después de identificar las oportunidades de intervención, me senté a darle vueltas a todas las alternativas que se me iban ocurriendo, para poder hacer una propuesta coherente y ejecutable.
Había muchas cosas que se podían hacer, algunas de hecho muy sencillas. Y para mí había dos cosas (tal vez no tan sencillas) clarísimas: no debería haber ni un solo vaso/plato/cubierto desechable y, teniendo en cuenta el enorme impacto ambiental que tienen nuestros hábitos alimenticios, la comida de la feria no debería tener productos de origen animal. Eran dos cambios esenciales, que seguramente son súper intimidantes para alguien que está organizando un evento… pero era necesario abordarlos y tratar de resolverlos.
También propuse algunas ideas para reducir el uso de recursos en empaques para los productos que se venden en la feria, para clasificar los residuos y poder aprovecharlos en procesos de reciclaje, y para invitar a los asistentes a que llevaran sus propias bolsas reutilizables, y se unieran así a los esfuerzos que estaban haciéndose desde la organización del evento.
Tercera fase: conversar, ajustar y definir
Después de conversar sobre las propuestas, empezamos a revisar qué era ejecutable y qué no. Sabía que Pilar y Ximena iban a ser receptivas con las ideas (al fin de cuentas la iniciativa la tomaron ellas), pero ni en mis sueños más salvajes me imaginé que iban a estar dispuestas a aplicarlas TODAS. Así da gusto trabajar (y es imposible perder la fe en la humanidad ).
Cuarta fase: aplicar
Llegó el momento de la verdad: El Faire empezó el viernes 2 de junio a las 5 pm, y sólo a partir de ese momento pudimos empezar a darnos cuenta de qué tan bien estaban funcionando las ideas que aplicamos. Durante todo el fin de semana (que la feria fue de viernes a domingo, en el intenso horario de 11 am a 10 pm) estuve observando, tomando nota —y fotos— y analizando lo que funcionó y lo que no, para poder pulir y ajustar las ideas para futuras oportunidades… que ya sabemos que esto no es un asunto de perfección, sino de progreso.
Aquí va el reporte gráfico:
El Faire no tiene una sede fija, sino que se va moviendo por la ciudad, invitando a sus asistentes a que conozcan más a Medellín. Ésta versión fue en pleno centro de la ciudad, en una casa vieja y preciosa que es la base de operaciones de Taller 7.
Al entrar, te encontrabas con un corredor lleno de objetos, revistas, fanzines, libros, cómics, dibujos, plantas y gente. Las mesas que funcionan como stand son puertas viejas reutilizadas, puestas sobre un par de patas plegables metálicas. Todas las mesas tenían tamaño similar, pero texturas y colores súper diferentes. Algunas estaban en buen estado, otras estaban manchadas, rotas, deformes… y para darle más limpieza y uniformidad a la muestra, en versiones pasadas las mesas se habían cubierto con papel kraft.
Para esta versión, mi propuesta fue evitar el uso de ese papel y reemplazarlo con telas que pudieran lavarse y usarse indefinidamente en futuras versiones del Faire. La tela seleccionada fue liencillo de algodón (sin procesos de blanqueado, sin tinturas, y de producción local), que se fijó a las mesas con ganchos mariposa y con un par de trozos de cinta adhesiva (creo que la cinta, que es desechable, puede evitarse, pero hace falta resolver mejor el sistema de fijado con los ganchos, que son reutilizables).
Con tantos productos, tan diferentes (y algunos tan delicados), muchas veces se necesitaban empaques al momento de venderlos. Lo “normal” hubiera sido recurrir a rollos y más rollos de papel, sobres y bolsas plásticas… pero en esta versión del Faire hubo una mesa con montones de periódicos viejos que donó Universo Centro para usar como envoltorio. Sigue siendo papel, y sigue generando un residuo posterior, sí… pero al menos se extiende la vida útil de algo que ya se había producido, en lugar de recurrir a materia prima nueva.
Algunos de los artistas que participaron incluso se motivaron a fabricar sus propios empaques con el periódico. En la foto de abajo, los sobres que hizo Godie Arboleda para empacar sus dibujos y postales
Y no sólo fueron empaques y sobres: los periódicos viejos también sirvieron como materia prima para el taller de collage. Por algo dicen que la basura de unos es el tesoro de otros.
Y ahora, vamos a lo central: el uso de desechables y la comida de origen animal. Al principio, comprensiblemente, hubo un poco de duda frente a las alternativas que propuse, pero finalmente quedó aprobado y confirmado: no habría vasos, platos o cubiertos desechables, y la comida que ofrecería El Faire sería vegetariana, con opciones veganas (a 100% vegana no llegamos, pero se dio un paso enorme en la dirección adecuada), y vendría de la mano de Amarillo Chocolate, que es una pequeña empresa local, responsable y bonita de arriba a abajo (que ha hecho cosas como ofrecer pasteles veganos de día de la madre, celebrando y respetando a todas las mamás), y que además está comprometida también con la búsqueda de alternativas para reducir su huella ambiental.
La carta incluía sánduches, hamburguesas y tartines con croquetas de lentejas y mezclas de vegetales asados, hummus, salsas deliciosas de naranja, y ya no me acuerdo qué más, pero todo era muy rico. También había brownies y barras dulces de mantequilla de maní con mermelada de mora. Todo se podía comer sin cubiertos y sin platos, y se entregaba en un trozo de hoja de bijao, un producto renovable, local, y sin más procesos que una limpieza previa, reduciendo el impacto en extracción, producción, transporte y desecho.
La bebida favorita del fin de semana fue la cerveza, que en Colombia, afortunadamente, todavía se puede tomar en botellas de vidrio retornables. También había kombucha de una empresa local (que también reutiliza sus propias botellas), y cocteles que se sirvieron en vasos metálicos, que ahora son parte del patrimonio oficial del Faire: son fáciles de almacenar, fáciles de lavar, a prueba de quiebres… reutilizables hasta el infinito y más allá.
Yo quedé muy satisfecha con el resultado. La gente fue receptiva, no hubo quejas por falta de vasos desechables (suena absurdo, pero casos se han visto) o por la comida vegetariana, y se redujo muchísimo la cantidad de residuos que normalmente ha generado El Faire. Para mí, la experiencia fue de éxito rotundo, aún con las cosas que quedan por mejorar. Por ejemplo:
Vi más de una botella de agua rodando por ahí. A la gente todavía le cuesta mucho trabajo pensar en que puede pedir agua de la llave en un vaso, y a mí, la pura verdad, ni siquiera se me cruzó por la cabeza que alguien podría querer agua embotellada. Para una futura oportunidad, creo que una opción viable sería tener un aviso grande que diga “Agua fría gratis”, que se mantenga guardada en la nevera o se sirva con hielo en los vasos metálicos reutilizables.
La clasificación de residuos fue confusa los dos primeros días, porque los contenedores no estaban a la vista, y no había una señalización suficientemente clara (de nuevo, falla mía, por confiarme de mi propia experiencia y creer que a toda la gente le resulta tan fácil como a mí, que ya me acostumbré a ese proceso). La solución para futuras versiones del Faire es muy fácil, y se aplicó el último día: contenedores visibles, con avisos claros (el de reciclable podría ser más específico, eso sí).
Igual se generaron residuos, pero es que pasar de tener un evento “normal” con vasos desechables y carne y bolsas plásticas y mesas forradas en papel, a ser un evento “basura cero” no es cosa fácil… hay que tener en cuenta que hay una curva de aprendizaje, tanto para las organizadoras como para mí, y que, en todo caso, no todo dependía 100% de nosotras: no todos los asistentes eran igual de receptivos a las ideas, y tampoco íbamos a pararnos en la entrada a revisar bolsos y mochilas a ver quién traía algún artículo desechable.
En la foto de arriba se ven (creo) ocho bolsas llenas con todos los residuos generados en la feria, de las cuales algunas contenían residuos bien clasificados (vidrio, cartón, papel, etc) que fueron entregados a un recolector de material reciclable. Las otras fueron a parar a la basura, que sabemos que es lo menos deseable… pero hay que reconocer que sigue siendo un logro enorme que hayan sido tan pocas, especialmente considerando que en versiones pasadas del Faire se generaba eso y más CADA DÍA. Es decir, pudimos ver de manera concreta y tangible la reducción de residuos.
¿Qué otras cosas se pueden mejorar? Muchas, seguramente; pero las que se hicieron funcionaron bien, y me quedé con una experiencia súper satisfactoria y esperanzadora.
El Faire es un evento “pequeño” (no sé qué tan “pequeño” sea algo con más de mil visitantes… pero definitivamente no es un evento monstruoso, tipo Primavera Sound o Rock al Parque) y en las cosas pequeñas suele ser más fácil aplicar —y notar— los cambios; precisamente por eso creo que es un ejemplo maravilloso, que debería ser seguido por muchos otros eventos, sean del tamaño que sean.
Y lo mejor de todo: El Faire no es un evento sobre sostenibilidad, pero se comprometió con la búsqueda de prácticas más sostenibles. Es decir, las organizadoras tienen claro que la responsabilidad es de TODOS, y que aunque el evento le apunte a un público que posiblemente no está muy familiarizado con estas preocupaciones, parte de su trabajo como organizadoras es precisamente diseñar una experiencia que sea respetuosa con el entorno, porque sólo en un planeta sano y equilibrado podemos darnos el lujo de crear y disfrutar el tipo de cosas que se comparten en El Faire. Es aplicar la lógica de “todo está conectado y todos estamos conectados” de la manera más responsable y más bonita posible.
* * *
Los estilos de vida, y los eventos, y todas las experiencias humanas, pueden ser mucho más ligeras en la huella que dejan en el planeta. Es cuestión de curiosidad, responsabilidad y compromiso… no me parece que sea mucho pedir.
Cuanto más grande el evento, mayor la responsabilidad. Hay eventos enormes cuya única iniciativa es tener un parqueadero para bicicletas (que está bien, no digo que no, pero se queda súper corto teniendo en cuenta el impacto que genera el evento), y hay otros como este, más pequeños en tamaño y recursos pero muchísimo más valientes, que están empezando a marcar el paso y a mostrarle el camino a los demás… prueba, una vez más, de que no hay que esperar que los cambios vengan de la industria y el gobierno, sino que podemos empezar a crear el camino nosotros mismos.
Yo soy muy feliz de haber podido ser parte de esta experiencia, y espero que se fortalezca, se repita y se replique. Como lo dije más arriba: así da gusto trabajar, así da gusto ir a ferias y eventos, y así es imposible perder la fe en la humanidad
¿Fuiste al Faire? ¿Qué tal te pareció? ¿Has ido a otros eventos que tengan iniciativas para reducir su huella ambiental? ¿Cuáles han sido las más interesantes? ¿Cuál evento piensas que necesita una alianza con Cualquier cosita es cariño ;-) ? ¡Cuéntamelo en los comentarios!
Pd: Y si te gusta todo esto y eres una de esas personas valientes que quiere vivir de manera más sostenible, te cuento que están abiertas las inscripciones para mi taller online (¡y gratuito!), que se llama así: La vida sostenible es para gente valiente. Empieza a finales de junio, y puedes encontrar más información en esta página, o puedes inscribirte ya mismo dejándome tu nombre y tu correo aquí abajo:
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