Por el equipo Slow Fashion Next.
Elisabet forma parte de los profesionales que compartirán su experiencia y conocimiento en la VII Jornada de Moda Sostenible que celebramos el viernes 6 y sábado 7 de abril en el Museo del Traje de Madrid y vamos a conocerla antes un poco más a través de esta entrevista que le hemos realizado:
Cuéntanos un poco de tu trayectoria, ¿cuánto tiempo llevas estudiando el tema de sustancias tóxicas y su relación con nuestra salud?
Pues a ver,… Mi trayectoria profesional como bióloga se inicia en el campo de la genética, en concreto en el diagnóstico de las anomalías cromosómicas y, justo después de acabar la tesis doctoral, empecé a interesarme por el papel que juega el ambiente en el equilibrio de la salud. Fui entrando en el estudio de los factores ambientales y, entre ellos, el de las sustancias químicas presentes en la vida cotidiana; sustancias que pueden estar en los alimentos, los productos de higiene personal, la ropa con las que nos vestimos, los cosméticos, las pinturas y los materiales de construcción de nuestras casas,…
Me especialicé en los factores de salud ambiental en el entorno del hábitat, en cómo vivir en casas y edificios más saludables. Nos pasamos casi el 90% de la jornada en espacios interiores, por ello, debido al tiempo de exposición día a día, casi todos los días del año, cualquier factor de riesgo presente en el ambiente, puede acabar siendo una problemática para las personas usuarias habituales. Y así, acabé siendo docente en la disciplina de la Biohabitabilidad, en cómo diseñar, construir y rehabilitar espacios para vivir siguiendo las normas de la biología humana que puedan garantizar una calidad del ambiente de los espacios donde vivimos, trabajamos, estudiamos… más “amables” para las personas, especialmente las mas sensibles. Desde la Biohabitabilidad se considera el empleo de materiales más sostenibles y ecológicos, que minimicen o no contengan determinadas sustancias químicas que ya hay evidencia de su nocividad, también las radiaciones naturales, las artificiales,… en definitiva, el conjunto de factores de naturaleza química, física y biológica. Y… de todo este cambio, de pasar de la genética a la salud ambiental, ya hace más de una década.
¿Por qué empezaste a dedicarte al tema de las sustancias químicas?
Como te decía, porque forman parte de los factores ambientales a considerar en relación a la calidad del ambiente interior. A la par, empecé a abordar cómo afecta el ambiente habitual a las personas con hipersensibilidad ambiental, empecé a colaborar con asociaciones de personas afectadas por sensibilidad química múltiple, fatiga crónica, fibromialgia,… y, en estos casos, el control ambiental les ayuda en gran medida. Para ellas, actos tan cotidianos y aparentemente inofensivos como comer, asearse, ir a la oficina, o estrenar un jersey, pueden acabar desencadenando una reacción desfavorable del organismo. Era importante aprender a reconocer las sustancias químicas más sensiblizantes que están presentes en productos de consumo para elegir los productos más amables para su organismo. Aprendí de primera mano, como para los grupos de riesgo, las personas más sensibles, las dosis consideradas como bajas pueden suponer un desequilibrio en su organismo.
¿Son seguras las prendas que utilizamos? ¿especialmente para niños y embarazadas? cuéntanos por que.
Las prendas tienen que cumplir unas normas de procesado hasta que se comercializan; si las cumplen, se considera que ofrecen garantías para ser aptas para su uso. Eso no conlleva, que las personas más sensibles, especialmente niños, embarazadas y personas afectadas de hipersensibilidad ambiental, no les pueda afectar la exposición a dosis bajas de determinados compuestos. Por ejemplo, hay personas que ante el contacto con un determinado tejido sufren picor, rojeces, ezcema,… evidenciando que cada piel, cada persona, reacciona de forma distinta a un tejido, su sensibilidad y por consiguiente su tolerancia es mayor o menor. Actualmente están en el punto de mira, sustancias que a dosis muy bajas tienen la capacidad de alterar el sistema hormonal, son los denominados disruptores endocrinos y, en este caso, la exposición en las etapas más sensibles del desarrollo -la gestación y la infancia-, puede acabar dando problemas de salud que pueden aparecer a lo largo de la vida -en la infancia, en la etapa más adulta-, e incluso a la siguiente generación. Y también están presentes en la ropa. Así que cuando hablamos de si las prendas que utilizamos son “seguras” , habría que matizar, porque todavía no se incluye la revisión de las nuevas aportaciones de la ciencia, y porque además de la salud de las personas, también hay que integrar la salud ambiental, ambas estrechamente imbricadas.
¿Para qué se añaden todos estos compuestos a los tejidos? ¿para darles un tacto más suave, una apariencia diferente…? ¿merece la pena el precio que pagamos?
Si, ayudan a conseguir nuevas propiedades de un material: tacto, apresto, que no se arrugue, que no encoja, evitar el efecto “pilling” (formación de bolitas), que sean resistentes a las manchas, resistentes al fuego, anti microorganismos,… Para valorar el coste, no podemos quedarnos con las prestaciones que nos aporta y el coste que pagamos como consumidores. La balanza del impacto tendría que abarcar, no solo las prestaciones de mejora, sino también en el impacto en la salud – la social, la laboral, la medioambiental, la del usuario final-. Apostar por una ropa “no-tox” va de la mano de ampliar la mirada en cada paso, para decidir haciendo una valoración de todo el ciclo de vida del material y de su impacto en la salud global.
¿A que enfermedades se suelen asociar estos compuestos?
Como consumidores, el llevar una ropa determinada, puede asociarse a afecciones como picor, irritación, dermatitis, problemas respiratorios, alergias, agravar problemas de asma existentes, o desencadenar una crisis en personas con hipersenibilidad ambiental.
Todo depende de cada compuesto en particular, de la sensibilidad personal, del tiempo de exposición, también del efecto cóctel, normalmente no estamos expuestos solo a una sustancias en concreto y, de este no se conoce cómo afecta.
Para las sustancias químicas que actúan a modo de disruptores endocrinos, por ejemplo, los estudios científicos indican asociación con la salud reproductiva (pubertad precoz, malformaciones genitales en bebés, problemas de fertilidad), obesidad, diabetes, enfermedades neurológicas (problemas de conducta, autismo, parkinson) y cánceres hormonodependientes (mama, testículo y próstata).
Algunos comentarios comunes al respecto son: “Seguro que una camiseta o unos jeans son capaces de darme problemas” -se puede pensar-. “A no ser que seas sensible” -y yo no lo soy-. “Para eso, tanta alarma”.
El tema es más global. Una mirada de (re)pensar qué consumimos, cómo afecta al conjunto global en todos los ámbitos (salud laboral, social, a la fauna, a la contaminación de suelos, aire,…). Pequeñas dosis de una camiseta, supone grandes dosis en la cadena de producción.
Y en concreto ¿qué nos contaría sobre las prendas de polyéster el material más usado a nivel global (más del 60% de nuestras prendas usan este material)?
Al ser un material que no es biodegradable y que produce un gran impacto medioambiental, más de la mitad de su reciclaje se desvía al sector textil. Así, las botellas de plástico de agua y refrescos de PET acaban transformándose en fibra para hilar y forman parte de los calcetines, jerséis, camisetas, ropa interior y demás prendas de vestir.
Sabemos como nos sentimos con estas prendas, el disconfort que supone cuando se genera electricidad estática, o cómo se transpira respecto a una fibra natural, y algunos estudios indican afecciones de la piel, también del tracto gastrointestinal y del sistema reproductor, en concreto en relación al antimonio, un metal que se emplea como catalizador de las fibras de polyéster. Sin embargo poco se conoce de cómo se comportan las decenas de compuestos que pueden formar parte de una botella de plástico -que las hace más flexibles, azules, con filtro UV para que el sol no corrompa el líquido interior,…- cuando forman parte de la ropa de uso habitual.
¿Cuáles son las sustancias más preocupantes? ¿Y crees que son difíciles de eliminar estos compuestos de la cadena de producción?
Las sustancias persistentes y bioacumulables constituyen una gran problemática, porque como su nombre indica tienen la capacidad de quedarse instaladas en los organismos vivos, se acumulan en los tejidos, especialmente el adiposo; además pueden desplazarse a grandes distancias encontrándose en los organismos de animales -como los peces- y formar parte de la cadena trófica (los animales más pequeños contienen cantidades menores, respecto a los más grandes), con efecto de disruptor endocrino y actuando a dosis muy bajas. Un ejemplo son las sustancias per y polifluoradas (PFOA y PFOS) que se utilizan para hacer que un tejido sea impermeable y anti manchas; o los ftalatos presentes en dibujos plastificados, o los derivados del nonifenol.
La vía es apostar por políticas de salud pública que avalen el principio de precaución, aborden de la mano de los científicos expertos los nuevos paradigmas, que se les consulte y se tenga en cuenta su conocimiento cuando ya existen evidencias claras, para hacer un traspaso de los mismos en la revisión de las regulaciones y normativas.
Y aparte de todo esto que es muy interesante ¿qué más nos vas a contar en la jornada del Museo del Traje los días 6 y 7 de abril?
Vamos a ofrecer una nueva mirada de nuestra vestimenta, vamos a ver qué tóxicos se esconden en nuestro armario. Como la expresión de “Es cuestión de piel”, así es. De cómo funciona nuestra primera piel (la biológica), para así, hacer que nuestra segunda piel (la vestimenta) sea tan sana que no merme la salud de la primera piel.
Abordaremos la reflexión acerca de la importancia de estar en contacto con tejidos que no aporten un plus de sustancias ajenas al organismo, algunas tóxicas, y que, pasan de la ropa a la piel, y de la piel al interior del organismo. Un cambio de mirada de que la ropa no solo nos viste por fuera, puede llegar a formar parte de nuestro interior. Y sobretodo, se abre un abanico de posibilidades, de vías de diseño más allá de la sostenibilidad, hacia una ropa no solo sostenible, sino realmente, una ropa saludable, una ropa “no-tox”.
¿Te vienes a conocerla?
Podéis ver toda la información sobre la jornada, ponentes y el programa desde aquí, y adquirir vuestras entradas directamente haciendo clic aquí.
¡Os esperamos el viernes 6 y el sábado 7 de abril en el Museo del Traje de Madrid! ♡ ♡ ♡