En un mundo que está pasando por esta crisis medioambiental quizás parezca un poco “egoísta” y poco coherente de mí parte, el haberme distanciado de ese enfoque. No estoy aquí para hablar del cambio climático ni de los problemas ecológicos a los que nos enfrentamos, lo que quiero es compartir mi punto de vista y mi nuevo enfoque.
Cuando recién comencé este blog -incluso desde antes, y hasta no hace mucho- mi principal punto de mira era la sostenibilidad, el bienestar del planeta, los animales y qué puedo hacer yo -como individuo- para aportar un cambio positivo y transformador ante la situación e incluso, inspirar a otros. De hecho, ese fue el motivo para crear este blog hace 4 años, cuando se llamaba Little Big Actions.
Por un largo período de mi vida me centré en esas pequeñas grandes acciones, pero llegué a un punto de saturación. No me malinterpretes, no porque me cansara o porque me aburriera del tema, ni porque lo viera pasado de moda. Para mí nunca fue una tendencia sino una triste realidad.
De hecho, durante un tiempo caí en desesperación y sentí que mis esfuerzos ya no tenían valor porque había mucha gente indiferente a mi mensaje de “las pequeñas grandes acciones sí cuentan”. Me sentía encerrada en mi propia búrbuja del mundo perfecto y me di cuenta de que algo estaba mal: querer cambiar y mejorar las cosas ¡está bien! lo que no está bien es obsesionarse y frustrarse continuamente.
En serio ¡no exagero!
Llegué a un punto que no quería comprar NADA que viniera envasado, juzgaba a cualquier persona por comprar en plástico o por usar cubiertos desechables. Todas estas son situaciones normalizadas en nuestra sociedad actual -normal, no necesariamente significa que esté bien- y que sin embargo a mí hacían hervir la sangre.Me estresaba haciendo la compra o con simplemente salir a la calle, ver qué vivímos sin pensar en la sostenibilidad. Era como que mis ojos tenían un filtro que solo podían ver esas cosas que a mí tanto me molestaban, y el resto, era casi invisible ante mis ojos.
Y en algún momento, me dí cuenta de que tenía que cambiar de chip. Comencé a relajarme un poco más en el tema y dejé de ser tan “severa”, no solo conmigo misma sino en cómo veía a los demás. Creo que justo por eso es que no me gustan los extremismos, porque yo misma estuve ahí y comprendí que no trae nada bueno.
No hay que demonizar a alguien que no lo hace todo. En un mundo ideal todos seríamos conscientes peeeero… la realidad es que al ser humano le gusta tapar el sol con un dedo.
Yo misma me estuve preguntando por un tiempo cómo se puede llegar a punto de equilibrio sano, donde pueda aprender y contribuir ¿Dónde está esa línea divisoria entre realidad y obsesión? sobretodo tomando en cuenta de que no se trata solo sobre mí sino de un mensaje que yo quiero transmitir ¿Cómo comunicar un mensaje adecuado a quienes demuestran indiferencia ante el asunto?
Dejé de compartir contenidos sobre sostenibilidad justamente porque dejé de comprender cuál era mí papel en el proceso. Si yo misma me siento desesperanzada ¿cómo puedo convencer a otros en este tema?
Y creo que es normal sentirse así y que cueste un poco hablar abiertamente de ello. Ya con el tiempo he comprendido que sí es posible ocuparse de la urgencia ecológica por la que estamos pasando pero considerando todo el espectro de situaciones y realidades. La mejor forma de hacer algo es comenzar y entender que tenemos una crisis ecológica y que para remediarlo, es necesario apuntar al cambio.
No tiene que ser blanco o negro. No es mi tarea hacerlo todo, pero sí es mí deber hacer tanto como pueda y a un nivel que no comprometa mi cordura.
En fin, lo que quiero decir con todo esto es que está bien sentir indignación y eso se puede transformar en una energía bonita y en acciones concretas hacia el cambio que queremos.
Quizás ya no comparta mucho sobre sostenibilidad, pero eso no significa que haya dejado de importarme. Mientras viva en este planeta, siempre pondré mi esfuerzo en acciones que lleven a un cambio positivo hacia el futuro que necesitamos.