Depende de ti decidir si quieres actuar de forma pasiva y resignarte a que nada puede cambiar o defender activamente las problemáticas que te importan. Bajo la segunda opción puedes ayudar a que tengamos un futuro más verde (por así decirlo), o al menos saber que tú contribuiste y diste lo mejor de ti para que así fuera en vez de dejar que dependiera de otros.
De la forma en que yo lo veo…
Cada acción tiene una repercusión, por eso debemos elegir sabiamente si queremos actuar de forma respetuosa con el medio ambiente o de forma destructiva… al final, todo se devuelve, es un poco como el karma.
Para muchas personas puede que el “ser ecológico” signifique moverse en bici, producir sus propios alimentos, ahorrar energía, hacer sus propios productos, reciclar, compostar, ser vegetariano o vegano… puede que para algunos resulte perfecto mientras que para ti quizás sea demasiado. Lo que quiero decir es que no tiene por qué ser todo o nada, un solo gesto por pequeñito e ínfimo que parezca, siempre va a marcar una diferencia.
Cuando comenzamos con una sola cosita, ya estamos creando nuevos hábitos, hábitos que están conectados unos con otros: por ecología, por los animales o por salud y de una u otra forma eso nos lleva a expandir un poquito nuestras ideas, a concientizarnos y actuar. En cierta forma es como una gran bola de nieve que cada vez se va haciendo más grande.
Hay que ser consecuentes con nuestras acciones y pensar en lo que estamos haciendo. Es muy fácil caer en la obligación de lo que se hace y perder el rumbo de por qué lo estamos haciendo. Fácilmente alguien podría decir: “bueno, yo ya reciclo, así que ya cumplí con mi parte”. ¡Pues no! uno no recicla por cumplir, uno recicla porque si consumes, tienes que ser responsable sobre tus desechos. Si vamos a hacer las cosas, vamos a hacerlas bien, con el corazón y a sabiendas de lo que implica.
Lo hacemos no solo porque es nuestra obligación, sino porque es lo correcto, porque no queremos que nuestros residuos sigan comprometiendo el bienestar de otras especies, porque es contaminante. Por eso digo que hay que ser consecuentes: lo que pienso, lo que digo y lo que hago… al final, todo es lo mismo.
Como dijo Gandhi: “Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo”
Yo creo que muchos de nosotros estamos acostumbrados a vivir por inercia, a copiar lo que vemos o a sentirnos inhibidos por lo que otros puedan decir o pensar e incluso, a ponernos limitaciones… pero y entonces ¿cómo se cambia al mundo?
Lo peor que podemos pensar es que no se puede hacer nada o que va a venir otro a hacer las cosas por ti. Existen muchas maneras de mejorar y eso lo podemos lograr a partir de nuestras acciones cotidianas.
Lo más difícil es empezar, pero una vez que lo haces se vuelve parte de ti. Puedes comenzar haciendo algo que no requiera un gran esfuerzo y poco a poco y en función de cómo te sientas, ir aumentando. Es como hacer ejercicio, al principio puede que se sienta como un deber, pero una vez que te enganches puedes ir añadiendo más rutinas y retarte a ti mismo a ir a por más.
Por ejemplo, podrías proponerte comprar menos productos envasados. Al principio seguro te va a costar, pero ya luego ni te vas a dar cuenta de que antes lo hacías diferente.
Por muy insignificante que parezca tu acción, imagínate si todos asumiéramos un poquito e hiciéramos algo ¿verdad que sería maravilloso? El cambio no llega solo, tiene que empezar por algún lado y tú puedes ser parte del cambio ¿te animas?
Y tú ¿con qué pequeñas grandes acciones ayudas a cambiar al mundo?