Antes creía comer sano y balanceado cuando realmente había un montón de cosas que no comía. Compraba sopas de sobre, bebidas en polvo, muchas galletas y bollería industrial, refrescos y embutidos. Para ese entonces me la pasaba enferma y la lista de mis males era tan larga…
Lipotimias, asma y tos crónica, migrañas casi a diario, anemia, colesterol alto; deficiencias, taquicardia y dolor torácico, fatiga, plaquetas bajas, vértigo, entumecimiento en manos y pies, dolores articulares, síndrome de Raynaud… Claro, y como era de esperarse, me sentía mal, me sentía débil.
Pasé de eso, a tener mi despensa llena de recipientes de vidrio con un montón de diferentes ingredientes: variedad de legumbres, arroz y otros cereales integrales, varios tipos de harina (que las mezclo según mi gusto y necesidad), frutos secos, semillas, un montón de especias que antes ni sabía que existían y hasta hierbas para infusionar. Ahora mi nevera está llena de frutas y verduras frescas. Pasé de únicamente saber cocinar palomitas, a preparar todo tipo de platos e incluso, disfrutar haciéndolo. Ya ni me pasa por la mente comprar comida procesada, tampoco carnes (sí, incluso pescado), lácteos o huevos.
Hoy en día -casi- todo lo que como es hecho por mí, desde cero. Ahora sí que como de todo y variado -dentro de una alimentación vegana y sin gluten, porque soy intolerante- no suelo comprar productos envasados y al usar ingredientes tan naturales, mi alimentación es suuuper sana. No me salto comidas ni como por gula. Más que comer, me aseguro de alimentarme correctamente, de brindarle a mi cuerpo todos los nutrientes que necesita para funcionar correctamente.
Es gracioso cuando a veces la gente me dice: “¡uy! ¡pobre! no puedes comer gluten y de paso eres vegana… ¡entonces no comes nada!…”
El gluten sí reconozco que ¡me costó! sobretodo cada vez que pasaba delante de una panadería o pastelería ¡madre mía! ¡el olor! Pero ya me acostumbré, no tanto porque “no me quedara otro remedio” sino que comprendí el mal que me hacía. Viví casi toda mi vida sintiéndome mal, pensando que yo era así y ya, ¡nada que hacer! ¡qué largo camino he recorrido desde entonces!
Ahora como mucho más de lo que comía antes, tanto en cantidad como en variedad y calidad. Comencé a interesarme en la cocina, aprendí a cocinar –y experimentar- con muchos tipos de alimentos que o no conocía, o que no se me habría pasado por la cabeza probar.
Para algunas personas puede resultar extremo, pero cuando tienes claros tus motivos, te informas y sobretodo, cuando tu salud da un giro tan grande, simplemente piensas: ¡esto es lo mejor que he hecho en la vida! ¿por qué no lo hice antes?
Revisando mi carpeta de analíticas viejas, tenía el colesterol alto, deficiencia de vitamina B12, de hierro y vitamina D… justo lo que tanto se dice es un riesgo muy alto al no comer productos animales. Hoy, vegana, el resultado de mi analítica de sangre es inmejorable y no tengo ningún tipo de deficiencia -no me suplemento con pastillas- y estoy muy lejos de que el colesterol vaya a tapar mis arterias. Todo esto ha sido alimentándome de forma más consciente, escuchando a mi cuerpo e informándome. No me arrepiento ni un poquitín. Como rico y nutro a mi cuerpo con todo lo que necesita.
Sé que mucha gente tiene dudas y miedos sobre este tipo de alimentación porque lo ven como una opción muy restrictiva. Yo era omnívora, se supone que comía “de todo” y no estaba bien.
Cambiar mi alimentación y mi forma de ver la comida, ha sido la decisión más inteligente que he podido tomar. Comer sano, llevar una alimentación tan natural como sea posible, con alimentos no procesados, alimentos enteros, mucha fruta y mucha verdura.
El entender lo que mi cuerpo necesita y que esté alineado con mis valores y mis creencias personales es algo que me hace sentir bien: en salud y en espíritu.
Y cabe destacar que todo esto no pasó de la noche a la mañana, ha sido una aventura de los últimos 7 años, cuando me diagnosticaron con LES (Lupus Eritematoso Sistémico) y que me ha llevado a cambiar mis hábitos y mi forma de ver la vida.
Pasé de omnívora a pescetariana, luego vegetariana y aquí estoy hoy… 7 años después, vegana: más feliz y más sana que nunca (¡sin exagerar!) y con una mentalidad muy diferente. Y esto lo digo con base, no es solo la percepción hacia mí misma sino el ver que ahora, mis exámenes de laboratorio salen bien y que solo tengo que tomar una pastilla diaria, que tomaba más de una docena de pastillas al día. ¡En serio! ¡no me cabían en el pastillero! y ahora ¡sólo tomo una!
No sólo cambié mi alimentación sino que comencé a cuestionar todo lo que ponía a mi cuerpo, a mi casa, a mi perro y hasta al planeta. Aprendí a cuidarme a mí misma en todos los aspectos, y a disfrutarlo.
En cierta forma, o más bien en muchas, podría decirse que el lupus y la alimentación vegana y sin gluten – saludable- me cambiaron la vida, incluso corrí
Yo soy evidencia de que sí es posible vivir –y mejorar la salud- en una alimentación 100% vegetal. Y sin necesidad de estar tomando un montón de pastillas y vitaminas (no todos somos iguales y hay quienes sí lo pueden necesitar).
¿Y qué es lo que hago?
Diariamente como alimentos sanos, enteros y frescos. No recurro a nada extravagante. Me alimento de cereales integrales, legumbres de todos los tamaños y colores; muchas frutas, verduras y hortalizas, frutos secos y semillas. Ah, y levadura nutricional… ¡deliciosa fuente de vitamina B12! Acá puedes ver mi primera edición de lo que como en día.
Evito el azúcar refinado, los aditivos y conservantes, la grasa de palma, la bollería industrial y cualquier otro producto altamente procesado, y casualmente empacado.
Me ejercito diariamente (corro, nado, hago circuito de ejercicios, hago yoga) y también procuro alimentar mi espíritu de cosas buenas. Práctico meditación, gratitud y me regalo el descanso que mi cuerpo me pida… trato de relajarme, no veo ni escucho noticias feas y procuro en lo posible de enfocarme en lo positivo, en los detalles simples y bonitos.
En conclusión…
Estoy muy contenta con mis resultados, se ve en mis analíticas y yo me lo noto porque me siento ¡súper! Cada día estoy más convencida de que la información es poder y de que la salud es la más alta de mis prioridades. Para mí, es una motivación extra para mantenerme, seguir progresando y ayudar a otros. Voy a seguir buscando formas de mejorar -porque siempre se puede mejorar- y de superarme a mi misma.
Te lo digo de corazón y como si estuviéramos cara cara: dedícate tiempo a ti mismo, escucha a tu cuerpo, come sano y ¡muévete! Nutre a tu cuerpo y espíritu ¡te juro que vale la pena!
Sentirse feliz y sano, sucede sin mayor esfuerzo cuando eres TÚ quien toma responsabilidad por tu bienestar. Si quieres sentirte increíblemente bien, tienes que alimentarte de la mejor forma posible, porque al final: ¡todo entra por la boca!
Me encantaría saber si has pasado por algo similar o si tienes alguna duda en la que pueda ayudarte… ¡Déjame tu comentario! ¡Hablémos!