Hay múltiples razones para adoptar un estilo de vida vegano, aunque sin duda la más popular es la que involucra el amor y la preocupación por los animales. Conocido como el gran motivo ético, dejar de explotar a otros seres vivos es la mejor manera de alienar tus acciones con tus valores como amante de los animales.
No hace falta haber tenido perro o gato para darse cuenta de que los animales son seres inteligentes y sintientes, es decir, con capacidad de pensar, sentir, disfrutar y sufrir. Aunque el grado varía según la especie, estas capacidades se encuentran en todos los animales, incluidos los animales de granja.
En España, cada año son sacrificados unos 560 millones de pollos, 51 millones de gallinas, casi 38 millones de cerdos y unos 2,7 millones de vacas para la industria cárnica, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Estas cifras no hacen más que ir en aumento. Y por si fuera poco, alrededor del mundo mueren aproximadamente 2.000 animales cada segundo.
No es ningún secreto que los cerdos sean más inteligentes que los perros y que sepan jugar a videojuegos, o que las gallinas sean capaces de resolver problemas usando geometría. Sin embargo, no parece preocuparnos que se maltrate y sacrifique a uno de estos animales, mientras que nos enfurecemos si alguien le da una patada a un perro. ¿Por qué?
El veganismo no es una dieta, sino un movimiento y forma de pensamiento que cree que todo ser capaz de sentir y sufrir merece vivir una vida libre de dolor y sufrimiento. No es una idea disparatada o ilógica, si tenemos una alternativa dietética nutricionalmente completa que no daña a nadie, que beneficia al medio ambiente, y que además apuesta por la justicia social.
Son muchas las personas que creen que, a pesar de su destino final, nuestra sociedad se encarga de darles a los animales de granja una vida tranquila y cómoda, y finalmente sacrificarles humanamente y sin dolor. Pero, desgraciadamente, los métodos utilizados difieren mucho con los derechos básicos de todo ser vivo, pues se prioriza nuestro característico lema de producir más (más carne), con menos recursos (peor calidad de vida) y en menos tiempo (sacrificios más tempranos, modificaciones genéticas, falta de ejercicio y empachos de comida grasa).
Foto del Santuario Wings of Heart
Aunque hay convenios y recomendaciones sobre el trato de animales en la industria alimenticia, la gran demanda y las pobres técnicas utilizadas hacen que muchos animales sufran mutilaciones, enfermedades, largas estancias en confinamientos minúsculos y oscuros, estrés, ansiedad e incluso depresión. Aunque no todas las granjas son iguales, hasta el 99% de la carne, la leche y los huevos disponibles en los supermercados proviene de granjas industriales que tratan así a sus animales, como productos en cadena.
De nuevo, no en todos los lugares es así, pero en muchas granjas industriales el proceso de matanza tampoco se realiza correctamente. Aunque está estipulado que los animales deberían estar inconscientes o ser sacrificados de manera rápida e indolora, son muchos los que llegan a estar conscientes en el momento de su muerte. (Por no hablar de la cantidad de reportajes en granjas/industrias españolas que han mostrado maltrato animal a base de golpes y mutilaciones en estos lugares).
Aunque es más sencillo visualizar este especismo, o violencia contra otras especies animales, en el sector de la carne, las industrias de la leche y del huevo comportan igual –o más- sufrimiento animal. Podéis averiguar un poco más sobre la realidad de la industria del huevo aquí, o sobre lo que se esconde detrás de la leche animal aquí.
Como ya hemos visto, hay millones de animales confinados en granjas industriales hoy mismo. Animales capaces de pensar, sentir y sufrir, exactamente como tu perro o como el gato de la vecina, que pagan un gran precio para que la producción insostenible –e innecesaria- de ciertos alimentos salga barata.
Antes he hecho la pregunta, ¿por qué?, ¿por qué nos importan algunos animales más que otros? La verdad es que hay múltiples respuestas, y me temo que no soy lo suficientemente inteligente como para contestar con totalidad a ello, pero sí que puedo decir que nuestra condición cultural y social especista ha hecho lo peor: que no nos cuestionemos las cosas.
¿Por qué nos importan algunos animales más que otros? Te invito a cuestionarte tus acciones.
Si te interesa el tema de la realidad animal tras la industria alimenticia, te recomiendo leer Comer Animales, de Jonathan Safran Foer, o ver los documentales Cowspiracy, Earthlings, o Food Inc. También puedes leer mis otros artículos sobre las consecuencias que tiene un estilo de vida vegano para las personas, la salud y el planeta.