Cuando empiezas a preocuparte por el mundo de la sostenibilidad, encuentras miles de conceptos y áreas en las que vas un poco perdido. En el ámbito de la industria textil, por ejemplo, hay varios términos que pueden llegar a confundir al lector: moda sostenible, slow fashion, eco fashion, fast fashion, moda ética, ropa orgánica, ropa ecológica…
No son todos sinónimos, ni antónimos, pero todos ellos están relacionados los unos con los otros. Hoy, me gustaría mirar más atentamente al término de moda ética, la primera en la que me llegué a involucrar gracias a organizaciones benéficas varias.
Existen muchas definiciones sobre ésta, y todas siguen la misma línea. Según el EFF, el Ethical Fashion Forum, la moda ética es aquella que engloba tanto diseño como producción textil en un proyecto que no solo tiene efectos mínimos en el medio ambiente, sino que también beneficia a comunidades y personas.
La bloggera detrás de The Note Passer afirma que la moda ética es aquella que se preocupa principalmente de las personas involucradas en el proceso de confeccionar una prenda. La diseñadora Juana Barranco, por otro lado, cree que consiste en confeccionar ropa respetando los derechos sociales de los trabajadores, además de hacerlo de manera respetuosa con el medio ambiente y con justicia económica.
Personalmente, me atrevería a decir que la ethical fashion va todavía más allá, aportando soluciones a un problema actual enorme. Y es que, siendo la segunda industria más contaminante del mundo, y una de las que más esclavitud moderna genera, la moda mueve problemas tan graves como la pobreza, la injusticia social, la polución de ecosistemas, la desigualdad de género, la dificultad de acceso a la educación infantil, y el desarrollo (o la falta de este) de comunidades sostenibles, entre muchos otros.
¿Cómo podemos saber si una prenda es ética o no?
De acuerdo con el EFF, para que una prenda se considere ética debe cumplir con 10 criterios distintos.
Usar o desarrollar materiales y tejidos responsables con el medio ambiente.
Apoyar las comunidades y el desarrollo sostenible.
Defender los derechos animales.
Minimizar el uso de agua todo lo posible.
Desarrollar y promover estándares sostenibles en la industria.
Evitar el uso de químicos y pesticidas tóxicos.
Defender los derechos de los trabajadores, un salario justo y unas condiciones laborales dignas.
Invertir en material y contenido para crear iniciativas de concienciación.
Gestionar procesos de reciclaje, de gestión de residuos y de eficiencia energética.
Luchar contra la moda rápida y barata y contra aquellos patrones negativos y dañinos del consumo de moda.
Apostar por la moda ética, pues, conlleva apostar por la moda sostenible. Y es que sostenibilidad y justicia van de la mano en incontables ocasiones. Yo empecé apoyando a una organización benéfica a través de una marca local de Uganda, Unlock Hope & Remnant, que empoderaba a mujeres refugiadas o víctimas de la pobreza. El resultado fue una gran satisfacción personal y un armario un poco más feliz, colorido y responsable.
Una gran manera de iniciarte en este ámbito y de hacer de tu estilo personal una herramienta para cambiar el mundo es empezando a leer las etiquetas de tu ropa y buscar sellos que aseguren prácticas éticas y responsables, apostar por ropa de comercio justo y explorar y apoyar a marcas comprometidas con el planeta y las personas (puedes ver un listado de marcas éticas y sostenibles, mayoritariamente locales, aquí).
Está claro: la moda, amigos míos, mueve el mundo. Si para bien o para mal, ya es cuestión de si apostamos por la famosa fast-fashion, o por una moda ética y sostenible.