Dependiendo del tipo de producto que vayamos a elaborar se podrá utilizar el huevo entero o sólo la yema o la clara, ya que ambas cosas aportan propiedades diferentes:
La yema es rica en grasas y proteínas (como la lecitina), por lo que es recomendable su adición en cosméticos destinados a cutis y cabellos secos o estropeados, además les aporta numerosos minerales y vitaminas esenciales.
La clara también es rica en proteínas (como la albúmina) y minerales, pero al estar libre de grasas la hacen ideal para incluirla en productos destinados a pieles o cabellos grasos.
Para hacer jabones sólo utilizaremos la yema. Podríamos añadir también la clara pero la textura del jabón se vuelve demasiado blanda y resbaladiza, por lo que prescindiremos de ella y la podremos utilizar por ejemplo para una mascarilla facial, mezclándola con un poco de harina de avena para darle textura, o con un poco de leche, miel o limón. La clara disminuye el tamaño de los poros, por lo que resulta muy efectiva en casos de acné.
¿Cómo agregar la yema al jabón elaborado por saponificación?
Para agregar la yema, primero la separaremos de la clara del huevo y a continuación la mezclaremos y batiremos con el aceite que hayamos reservado para sobreengrasar el jabón.
Si vamos a utilizar un solo aceite para hacer el jabón, tomaremos una parte del mismo para mezclarlo con las yemas (unos 10 gramos de aceite por cada una) y lo añadiremos de la misma forma, en el momento de la traza.
Podemos utilizar 2 o 3 yemas por cada kilo de jabón. Le da un tono amarillo muy suave debido a su contenido en carotenoides, pero para intensificar el color del jabón le podemos agregar también un poco de cúrcuma o achiote en polvo, para que simule el color real de la yema del huevo.
Por otro lado, y con el objetivo de conservar el jabón el máximo tiempo posible, es recomendable añadirle a esta mezcla vitamina E (dosis: desde el 0,2 al 1% del aceite del sobre engrasado).
Una vez añadida la mezcla en el jabón ya lo puedes verter en el molde de manera habitual.