Con motivo del Día del Consumo Responsable, indagamos sobre cómo nos comportamos a la hora de comprar y consumir, y si somos conscientes del impacto social y medioambiental que tienen nuestras decisiones. Para ello hablamos con Laura Villadiego, una periodista freelance afincada en Tailandia desde donde cubre el Sudeste Asiático para grandes medios internacionales. Es además cofundadora del proyecto Carro de Combate, un proyecto de periodismo independiente que se financia a través de aportaciones de lectores para investigar los impactos sociales, laborales y medioambientales de lo que consumimos. Con Carro de Combate ha publicado varias investigaciones en profundidad sobre industrias como el azúcar o el aceite de palma, entre otras, y varios libros. Descubre si haces o no un consumo responsable.
¿Cuál sería el perfil de lo que llamaríamos un consumidor responsable?
Para mí hacer un consumo responsable es pararse a pensar qué estamos comprando y cuáles son sus impactos antes de adquirir nada. No es necesario que tener todas las respuestas antes de comprar, porque a menudo no hay respuestas simples, pero el simple hecho de pararse a reflexionar es fundamental para entender mejor que nuestros sistemas de producción tienen un papel esencial en nuestras sociedades.
¿Consumimos más de lo que necesitamos?
Sin duda. Consumimos de forma casi frenética y compulsiva. Y una prueba de ello es que muchas de las cosas que decimos que necesitamos, incluso nos olvidamos de ellas tras horas o días. Nuestras ‘necesidades’ son a menudo irreales, no son cosas que necesitamos, son cosas que queremos. Creo que hay que reevaluar el uso de la palabra ‘necesidad’. Y hay que valorar más lo que se consume, y obsesionarnos menos con lo que no tenemos si no es algo básico.
¿Qué impacto tiene nuestro comportamiento como consumidores?
Nuestro impacto como consumidores es enorme y puede cambiar muchas cosas. Y se ha visto con especial fuerza durante los últimos años con el despertar de muchos consumidores. Sin embargo, es peligroso dejarlo todo en manos de lo que algunos han llamado la dictadura de los consumidores, especialmente porque la información que éstos tienen es a menudo incompleta y distorsionada por la publicidad y el marketing. Los consumidores tienen que repensar su consumo, pero la acción debe ir más allá de los supermercados, debe llegar a los parlamentos para que se aprueben regulaciones más sostenibles.
¿Cómo se distingue un producto socialmente responsable y sostenible, de otro que no lo es? ¿Cómo podemos averiguar si el producto que compramos no ha sido producto del trabajo infantil, la explotación laboral, o de prácticas agrícolas destructivas?
Si la única información que tienes es la que se proporciona en los puntos de venta, es difícil. Es algo que requiere una búsqueda previa y aun así no siempre es fácil. Lo más sencillo suele ser tener hábitos de compra fijos de productos sobre los que ya hemos investigado previamente. Y apoyar esas empresas/proyectos que trabajan por implementar sistemas de producción más justos. Y como decía antes, apoyar a los movimientos que intentan cambiar las regulaciones para que no sea una opción, sino una obligación que se respeten unos mínimos estándares de producción para llegar al supermercado o la tienda.
¿Sabemos leer la etiqueta de los productos que consumimos?
En general, no. Por ejemplo, según la organización VSF Justicia Alimentaria Global el 64% de los consumidores no sabe leer las etiquetas de los alimentos porque son demasiado complejas. Con otros productos más complejos, como la electrónica, es probablemente peor, pero no conozco ningún dato al respecto.
¿Qué hábitos podemos empezar a cambiar de forma sencilla para generar un impacto menor sobre el medio ambiente y hacer un consumo responsable?
Hay varios cambios sencillos. Tratar de evitar cualquier cosa que sea de un solo uso: bolsas, pajitas, vasos… Favorecer la reutilización y el intercambio, dando prioridad a los productos de segunda mano. Cambiarse a una empresa energética que asegure que sus fuentes son renovables. Y por supuesto plantearse si lo que se compra realmente satisface alguna necesidad o incluso si nos proporciona algún tipo de satisfacción real o si es consumo por consumir.