La autora explica que se ha dado cuenta de que el consumismo responsable es una mentira porque los pequeños gestos de compra no harán que cambie el mundo sino que sólo provocan que nos sintamos mejor con nosotros mismos. Ante esto propone dejar de gastar nuestro dinero en productos “responsables” y a cambio invertirlo en apoyar a grupos de presión por el medio ambiente. El artículo además tiene un componente añadido muy interesante y es que su autora es Alden Wicker, una de las bloggers de sostenibilidad más famosas de los Estados Unidos cuyo blog EcoCult vive esencialmente de la publicidad de marcas sostenibles.
Parto de la base de que “consumismo responsable” es un término absolutamente contradictorio. El consumismo nunca puede ser responsable porque precisamente implica consumir más recursos de los que necesitamos. Sin embargo, a lo largo del artículo la autora parece hacer referencia a través de sus ejemplos al consumo responsable, con lo cual no sé si mezcla ambos conceptos alegremente o es un problema de traducción ya que he encontrado muchos otros artículos anglosajones que hablan de “consumismo responsable” cuando se refieren a lo que en castellano denominamos “consumo responsable”. En cualquier caso, se entiende que la autora acusa tanto al consumismo responsable como al consumo responsable de ser una mentira.
Dicho esto, el artículo de Wicker está muy bien argumentado y hay muchas cosas con las que estoy de acuerdo. PERO. No creo que el consumo responsable sea una mentira. Creo que simplemente al consumidor no se le ha explicado lo suficientemente bien lo que realmente es el consumo responsable y cree estar mejorando el planeta cuando lo que está haciendo es apoyar el “falso consumo responsable”. Me explico:
EL CONSUMO RESPONSABLE TIENE QUE IMPLICAR UN CONSUMO MENOR
El primer y más grande error al entender el consumo responsable es creer que podemos consumir al mismo nivel sólo que con alternativas eco-friendly. Esto es lo que yo llamo “el falso consumo responsable”. No podemos cambiar nuestros productos de consumo sin modificar primero nuestros hábitos. No podemos ser adictos a las compras low cost y creer que para salvar el planeta sólo tenemos que virar nuestra adicción a las marcas de moda sostenible aprovechando las rebajas para renovar todo nuestro armario. Eso no cambia nada. Llevándolo a un plano más amplio, que Emma Watson lleve vestidos de marca sostenible a todos sus eventos me parece un gran paso. Ahora, me parecería un paso mejor para concienciar al mundo sobre el cuidado del planeta que Emma Watson llevara el mismo vestido de marca sostenible a todos sus eventos, para empezar a romper esa presión social por el usar y tirar y por llevar lo nuevo, lo último, lo mejor. Eso sí sería fomentar el consumo responsable.
EL CONSUMO RESPONSABLE TIENE QUE SER LÓGICO
Cada vez que voy a la compra me harto de ver la última verdura de moda (sí, existen verduras de moda, y si no pregúntaselo al kale) orgánica, biológica y lo que tú quieras, pero que ha volado miles de kilómetros para llegar a ese punto de venta. O entrar en un herbolario a comprar alguna hierba y terminar saliendo con las manos vacías porque el 99% de productos tienen un packaging exagerado y absolutamente innecesario. De poco sirve comprar sin plástico si adquiero productos de empresas no responsables o comprar ecológico si ese producto ha llegado hasta mí cruzando medio mundo o a través de una multinacional que utiliza la palabra “eco” o “verde” para resultar más atractiva. El consumo responsable tiene que ser lógico y tener en cuenta toda la cadena desde la producción hasta el transporte y el marketing.
EL CONSUMO RESPONSABLE NO TIENE POR QUÉ SER ELITISTA
En un momento del artículo Wicker habla del privilegio (en este blog ya tratamos el tema hace unas semanas) y explica que el consumo responsable es un movimiento elitista. Quizá en Estados Unidos así sea, y como nos gusta importarlo todo, en España puedes haber notado cierta tendencia al alza. Pero el consumo responsable no tiene por qué ser elitista ni caro. Si tú no quieres. Puedes comprar sal del himalaya a granel en una tienda especializada o puedes bajar a tu mercado y comprar a granel un kilo de garbanzos, puedes adquirir tu último outfit en una boutique de moda sostenible o pasarte por una tienda de segunda mano o incluso pedirlo prestado a algún amigo, puedes ir al mercado de productores de moda o puedes comprarle la miel o el queso al pastor del pueblo de al lado y plantar un pequeño huerto para autoabastecerte. Y no escribo esto para poner en valor una opción antes que otra, sino para resaltar el amplio abanico de opciones existentes dentro del consumo responsable.
EL CONSUMO RESPONSABLE TIENE QUE IR ACOMPAÑADO DE DECISIONES POLÍTICAS
En este punto no puedo estar más de acuerdo con Wicker. Si un consumidor es realmente responsable tiene que actuar también en el campo político, aunque sólo sea con su voto. Si consumes responsable pero a la hora de la verdad apoyas a un partido que penaliza la energía limpia o permite tratados internacionales que fomentan los abusos en países del tercer mundo tus acciones no han servido para nada.
DOS MANERAS DE ENTENDER EL CONSUMO RESPONSABLE
Wicker habla de la mentira del consumo (o consumismo) responsable porque se refiere a un “falso consumo responsable”, que es cambiar el producto que consumimos sin reducir nuestro nivel de consumo. Ante esto, aboga por cambiar el dinero que gastamos en esos productos por donaciones de tiempo o dinero a grupos de presión. Y me parece una medida buenísima si entiendes el consumo responsable de esa manera. Pero en mi opinión, el consumo responsable no es mantener nuestro nivel de compras y cambiar nuestros productos habituales por alternativas más verdes. El consumo responsable como yo lo entiendo pasa por un consumo menor, lógico y no elitista. Y desde mi punto de vista este consumo no es una mentira, sino una potente arma de cambio.
El gran problema es que este tipo de consumo no es mainstream ni está de moda, porque lo que está de moda es consumir. Sea sostenible o no. Y ese es el peligro del “falso consumo responsable”. Hacernos creer que podemos consumir al mismo nivel y que eso salvará el planeta. Y además, hacer que sea cool. Que nos parezca que necesitamos esa botella de acero inoxidable 100% libre de plásticos que todo el mundo enseña en instagram cuando ya tenemos nuestra cantimplora de montaña o que nos haga creer que tenemos que comprar el último zumo orgánico del mercado cuando podemos vivir perfectamente sin él.
Ser un consumidor responsable no es fácil, pero dedicar un tiempo a pensar en el impacto de lo que consumimos, escuchar otras opiniones y debatir es la única salida para entender los problemas de nuestro planeta y empezar a combatirlos.
P.D. Y tú ¿crees que el consumo responsable es una mentira? ¿o que hay que distinguir entre el consumo responsable y el “falso consumo responsable”? ¡Tengo muchas ganas de leer tu opinión!
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