Existen muchas razones para sustituir la leche de vaca por una de origen vegetal. Algunos lo hacen por motivos éticos, mientras que muchísimos otros lo hacen por salud. Y es que cada vez parece haber más y más gente intolerante a la lactosa.
La verdad es que existe una explicación muy lógica para esta situación: no somos terneros. ¡No me digas, Sherlock! Vale, sí, dejadme explicarlo bien. Como todos los mamíferos, una hembra (humana o no), al dar a luz, produce leche para que su pequeño pueda sobrevivir. Esta leche maternal está adaptada especialmente a las necesidades de las crías de su especie, por lo que contiene hormonas de crecimiento, proteínas y anticuerpos, entre otros.
Una vez la cría alcanza la madurez, es suficientemente fuerte y abandona la leche por otros alimentos más adecuados a sus nuevas necesidades. La hembra-madre, habiendo cumplido su misión, deja de producir leche. ¡Y aquí termina la historia!
Pero el hombre es un ser extraño, y cuando termina su propia época de lactancia decide apropiarse de la leche maternal de otras especies. Alguien dijo una vez que la leche era buena para los huesos y para crecer fuertes. Tal vez fuese la falta de alternativas y estudios en ese momento, pero como con otros muchos mitos nutricionales de momento, la información que tenemos hoy al respecto parece demostrar lo contrario.
Si se consumen más productos lácteos en Europa Occidental y América del Norte, ¿por qué es aquí donde hay más casos de osteoporosis y fracturas óseas? La leche animal contiene calcio, sí, pero también contiene un ácido que es contraproducente. Este ácido, en nuestro cuerpo, neutraliza el calcio que consumimos con él, por lo que cuanta más leche bebemos más ácido tenemos y menos calcio puede absorber nuestro cuerpo.
Así pues, es mucho más eficaz obtener calcio de alimentos como el brócoli, las espinacas, la col rizada, las semillas de lino, o las almendras, entre otros.
También es importante destacar que en las últimas décadas el consumo de leche ha bajado a causa de otros inconvenientes, como hinchazones, ardor de estómago, estreñimiento, aumento de peso, acné, inflamación del sistema digestivo, e incluso problemas hormonales.
Y es que las vacas son inyectadas con antibióticos para evitar enfermedades (pues sus condiciones no suelen ser las mejores), además de con hormonas para producir más leche y para ser más grandes y pesadas (ya que una vez hayan cumplido sus 5 años estándar para dar leche serán enviadas al matadero). Estas hormonas y antibióticos no solo se encuentran después en la carne del animal, sino también en la leche producida. Y de esta manera, afectan a nuestra salud y debilitan nuestro sistema inmunológico. ¡Por algo el 75% de la población americana es intolerante a la lactosa!
Para colmo, algunas hormonas que se encuentran en la leche animal, como el IGF-1, han demostrado aumentar significativamente el riesgo de cáncer de mama, de colon y de próstata. Y es que la acidez y la inflamación hacen del cuerpo un espacio favorecedor para desarrollar enfermedades como ésta. Habiendo perdido a alguien a causa de cáncer de colon, os aseguro que no es un asunto que tomar a la ligera.
Naturalmente, que se sepa todo esto va en contra de los intereses económicosde las grandes industrias nacionales e internacionales. Es por eso que muchos de los nutricionistas que aparecen en los medios desmintiendo los peligros de los productos lácteos resultan tener acciones en compañías alimenticias. O que se invierten millones en publicidad enseñando vacas felices viviendo la vida idílica en Galicia, mientras que se prohíbe grabar en la mayoría de instalaciones donde realmente se recoge la leche. O que los que se atreven a decir algo en contra de la industria son despedidos, marginados, o estigmatizados como hippies o incluso terroristas.
El caso es que la información existe. Sabemos que consumir productos lácteos explota a los animales (que son inseminados artificialmente de manera constante para que no dejen de dar leche), que financia una industria cruel (la leche que se toma pertenece a los terneros para crecer y ser fuertes, pero para poder apropiarnos de ella separamos a madre e hijo y solemos acabar con la vida del ternero), y QUE ADEMÁS nos perjudica en cuestiones de salud.
Hoy en día tenemos una gran cantidad de alternativas, y las leches vegetales parecen haber llegado a todos los supermercados. Leche de soja, de almendras, de anacardos, de arroz, de coco, de avellana, de avena… Además de estar libres de ácido, pus, antibióticos y hormonas, estas alternativas están enriquecidas con calcio, vitamina A, vitamina D, y a veces incluso con vitamina B12. Además, tienen menos calorías y materias grasas, y una mayor cantidad de proteínas.
No parece haber una buena razón para consumir secreciones mamarias de vaca si no se es un ternero. Pero la decisión es tuya, claro está. Antes de comprar el próximo brik, piensa en qué estás invirtiendo tu dinero.