Hay mucha gente a la que le encantan los petardos. Muchísima. La mayoría son niños, creo. Otros, no tanto. Cuando el 1 de junio abren los quioscos de petardos para San Juan, hacen largas colas y se gastan todo lo que pueden en esos artefactos ruidosos. Tenemos que respetarlos.
En cambio, yo odio los petardos. No tengo miedo a que me hagan daño ni a que se me caigan encima. Simplemente me molestan de una forma irracional. También cuando estoy en mi casa tranquila y alguien tira una traca justo debajo de mi balcón. Y durante la noche cuando quiero dormir o cuando me voy de paseo a un parque. Por eso, cuando se acerca San Juan me alejo todo lo que puedo, el máximo tiempo posible.
Hoy, desde mi exilio, pensaba en todas las personas que, como yo, lo pasan mal con los petardos pero no han conseguido salir de la ciudad estos días.
Pensaba en los animales, especialmente en todos los perros y gatos que desaparecen esta noche, se quedan traumatizados de por vida o mueren de ataques al corazón.
Pensaba en los incendios que provocan y en todos los daños en general que ocasionan en otros animales y personas, en la naturaleza o en el mobiliario urbano.
También, antes de escribir este post, pensaba en qué tiene que ver esto con la sostenibilidad, si no estaba siendo parcial al hablar de un tema tan personal hacia el que tengo una visión tan sesgada. Pero después se me ocurrió que la sostenibilidad no es nada más que vivir con respeto hacia los demás seres vivos y el planeta y que en el simple hecho de que lancemos un petardo sin pensar en los seres vivos que sufren por ello se encuentra parte de la explicación de que no consigamos vivir de una manera más sostenible y consciente.
Quizás aquí podemos encontrar un punto de partida diferente para el cambio. ¿Qué tal establecer zonas libres de petardos? O, más bien, ¿zonas en las que se tiran petardos (alejadas de seres vivos y objetos que puedan ser dañados)? ¿No sería un buen primer paso para rediseñar nuestras ciudades para promover un ambiente más sano y respetuoso donde convivan tan a gusto todos sus habitantes?
¡Quiero vuestros comentarios! Sí, sobre todo el tuyo, amante de los petardos.
Mientras tanto, yo estaré celebrándolo desde la distancia, contemplando la hoguera tranquila, preparando el agua de hierbas aromáticas, recordando la época en que este día no tenía nombre de santo.
.