En la transición entre el año viejo y el año nuevo siempre me vienen a la cabeza tres preguntas: ¿Qué quiero conservar del año pasado? ¿De qué me quiero despedir? ¿Qué cosas nuevas quiero que me traiga el año que empieza?
Los objetos hablan de nosotros, de nuestra forma de vivir y de ver la vida. Pero, como los amigos, hay unos pocos que son imprescindibles, que nos acompañan en lo bueno y en lo malo, a los que queremos más y más a medida en que pasa el tiempo.
A continuación, la historia de un par de zapatos.
Mi zapatero tiene una tienda toda de cristal en un edificio del Raval. Cuando abres la puerta, vibra de arriba a abajo. Él es mayor y no le falta el tiempo ni le sobran las palabras, pero sabe quién soy y siempre tiene un detalle para mí. Ya han pasado unos 4 años desde que nos conocemos y cada día hablamos un poco más.
Hoy me ha enviado a buscar dos hebillas nuevas. Se ha enfadado un poco porque dice que no se deberían fabricar hebillas tan malas como las que traían mis zapatos, que eso no dura nada. Además, hay que coserlas y no pegarlas con cola, que parece que las hayan hecho para caerse.
Es curioso, pero nunca antes había escrito esa palabra. Hebilla. He tenido que comprobar que la ortografía era la correcta. Tampoco había pensado en lo valiosa que es una pieza tan pequeña para un zapato y para el pie que lo calza.
La tienda está en la plaza del Pedró y está llena de recambios de todos los tipos para muchísimas cosas. Ya he elegido mis hebillas, me dicen que son de tan buen género que sobrevivirán a mis zapatos pero que tardarán una semana en llegar a la tienda.
Una semana es poco tiempo para unas hebillas tan prometedoras. Cosidas y no pegadas por uno de los zapateros más expertos de la ciudad. Capaces de alargar la vida y dar una personalidad única a unos zapatos que se habían vuelto inservibles.
No sé si hay moraleja pero lo cierto es que mis zapatos reparados serán todavía mejores que mis zapatos nuevos y, además, para mí serán más especiales porque los he cuidado y respetado y me han servido para conocer dos negocios que me encantan. Es como esa frase que decía el Principito:
“Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante”
Las tiendas de recambios y reparaciones son balnearios y lugares de bienestar para nuestras cosas. Las vuelven fuertes, valiosas y duraderas y a nosotros nos hacen apreciar la calidad de los objetos que compramos. ¿Has visitado alguna últimamente? ¿Cuál es tu preferida?
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