¡Como pasa el tiempo! Ya llevo dos semanas haciendo el reto Veganuary, en el que se intenta llevar un estilo de vida vegano durante todo el mes de Enero. Empecé un par de semanas antes de entrar en el 2016, pero el reto en sí ha supuesto una nueva forma de vivir vegano.
En esta segunda semana, he podido comprobar lo importante que es tener apoyo. En mi caso personal, he tenido suerte de tener una madre comprensiva y empática, además de algunos familiares y amigos dispuestos a escuchar. Sustituir la leche animal por leche de almendras, y los trozos de pollo por daditos de tofu no ha sido difícil en casa. Sin embargo, he observado mucha gente en el grupo Veganuary de Facebook quejándose de no tener apoyo en absoluto, y ver así muchas dificultades a la hora de comer en familia, explicar sus valores y creencias, o hacer la compra conjunta.
Afortunadamente, ese apoyo también se puede encontrar en Internet. El leer historias similares a la tuya, el ver fotografías de las deliciosas comidas veganas que alguien cocina, el comparar distintos motivos y razones para iniciarse en el veganismo, el descubrir recetas nuevas, el unirse a comunidades veganas online (¿habéis oído hablar de Veganoki?), el poder preguntar y aconsejar a gente de alrededor del mundo que comparte tu misma visión... es verdaderamente útil.
Comidas
Durante esta semana, he tenido el placer de comer cosas extremadamente deliciosas. Algunos eran platos sencillos, como espárragos verdes, espinacas con champiñones, o hamburguesas de tofu, mientras que otros eran algo más elaborados, como canelones de espinacas con bechamel vegana y queso emmental vegano fundido.
Para una comida familiar, tuvimos fideos chinos con calabacín, zanahoria, y col rallada, cebolla, champiñones, y salsa de soja, y os aseguro que hasta el más carnívoro habría devorado hasta el último fideo. ¡Todo un éxito! También cabe mencionar que los snacks semanales han sido fresones de temporada, crema de cacao vegana (una vez la descubrí, ya no pude parar), pan con aceite (¡clásico mediterráneo!), y zumos orgánicos.
Ser vegano es fácil
Siempre había pensado que mi pequeña ciudad española era de las más aburridas y nulas en cuanto a animales, ecología, activismo y... veganismo. Pero después de vivir en Noruega, un país en el que ni siquiera las ensaladas son vegetarianas (ya hablaremos de eso otro día), estaba deseando llegar a España estas Navidades para comer productos cien por cien veganos.
Es mucho más fácil de lo que parece; de eso, me voy dando cuenta todos los días. Sí que es verdad que ahora tengo que mirar las etiquetas e ingredientes de todos los productos, y que muchos de ellos llevan leche o huevo -pero también hay muchos platos y productos que no llevan ingredientes de origen animal (o que éstos pueden ser sustituidos por soja, chia, plátano, almendras...).
Pero, ¿qué hay sobre comer fuera? Pues esta semana he descubierto algo interesante. Al lado de casa tengo una pizzería barata y deliciosa, a la que me apetece ir siempre que paso por delante. Estas fiestas me apetecía muchísimo pedir una pizza, pero estaba preocupada por los ingredientes... ¡algo innecesario! Respiré hondo, entré en el local, y pedí la pizza vegetariana "sin nada de queso y con extra de olivas negras". "Ningún problema" dijo la señora detrás de la barra, sin apartar la mirada de la pantalla que tenía en frente. Y diez minutos después, estaba comiendo la pizza vegana más rica del mundo.
Creemos que pedir platos sin ciertos ingredientes para hacerlos veganos es algo molesto para los restaurantes o cafeterías, pero no podemos olvidar que hay mucha gente intolerante a la lactosa (¿por qué será?), alérgica al huevo, celíacos... y ya sea por una condición, o por una libre elección de dieta y estilo de vida, todos tenemos derecho a consumir los productos adecuados.
Entre aeropuertos
Para mi desgracia, he comprobado que comer fuera y comer en aeropuertos no es igual de fácil siendo vegano. Volviendo a Noruega, no pude encontrar ningún producto (excepto por ensaladas secas y aburridamente simples) que no tuviera ningún ingrediente de origen animal.
Cuando fui a preguntar a una señora de aspecto amable si los croissants que vendía tenían mantequilla o margarina, ésta soltó un discurso sobre cuán difícil debía ser comer vegano, encontrar cosas, y explicárselo a la gente. "Cada vez hay más gente", comenté, a lo que ella exclamó que tenía razón, porque había visto un día a "un tipo" en la tele diciendo que él era vegano. A continuación, olvidó por un momento que el queso no era vegano ("¿quieres un sandwich? sólo lleva queso") y, algo frustrada, sugirió que los "raritos" como los veganos deberían traerse la comida de casa.
Ese día sólo pude comer palitos de pan.