Entré en el año nuevo con leche de almendras y una clara disposición a ser vegana y no mirar atrás. Ese reto... ¿cómo le llamaban? Ah, sí, Veganuary; ese iba a ser mi empujón, mi pequeña ayuda, mi gran excusa para iniciarme en el viaje. Después de todo, miles de personas alrededor del mundo lo intentaban por distintas razones desde 2014. ¿Por qué no iba a poder yo?
Más de cuatro semanas han pasado ya desde que empecé mi reto. Y ahora que ha terminado, lo primero que debo decir es que nunca ha sido un reto. He aprendido muchísimo, no solo de la industria alimenticia, sino también del planeta, de nutrición, y de mis propios valores como persona. Mis habilidades en la cocina han mejorado, y mi paladar se ha vuelto más aventurero. Mi cuerpo ha reaccionado de la manera más positiva posible. Mi mente ha encontrado paz y me ha dejado dormir mejor. Lo que iba a ser un desafío, se ha convertido en la manera de vivir más sencilla y sensata que jamás he experimentado.
Comer en ciudades aparentemente anti-veganas
Todas las semanas he aprendido algo nuevo a base de comentarios o experiencias propias. Esta vez ha tenido que ver con comer fuera. Para un reportaje fotográfico anti-captividad, me trasladé con una amiga hasta el acuario de Alesund, la ciudad noruega del arte nouveau. Allí pasé toda la mañana haciendo fotografías y tomando notas sobre los animales, hasta que mi estómago rugió de hambre a la hora de comer. Nos dirigimos a la cafetería del acuario e, infortunadamente, la única opción vegana eran las palomitas.
Tenía la esperanza de encontrar algo más consistente en el centro de la ciudad, así que mi amiga y yo fuimos a un centro comercial. En vano, claramente, porque las únicas opciones que había eran las ensaladas secas e insípidas de los puestos de comida rápida. Buscamos y preguntamos, pero no encontramos ningún lugar en el que ofrecieran un plato vegano. Ni siquiera accidentalmente vegano. Ni siquiera atendiendo a un "porfa-plis soy alérgica a los lácteos". Así pues, tuve que comprar frambuesas y frutos secos en un supermercado. ¿Lección? Lleva siempre comida en el bolso.
Sobre comer sano
Esta semana no voy a comentar cuales han sido mis comidas, porque creo que os podéis hacer una idea. He aprendido sobre la importancia de las "superfood", o comidas especialmente buenas para nuestro cuerpo, por lo que intento tener cada semana en mi plato productos como espinacas, aguacate, legumbres, y fruta de todos los colores. ¡Ah, y leche de Alpro! Mi gran solución para la falta de vitamina B12.
Si es cierto que algunas veces pruebo recetas nuevas, como risotto con salsa de ostra, judías blancas y pepino, la verdad es que muchas veces me decanto por platos más sencillos y tradicionales. La conclusión importante aquí es que he aprendido a comer bien, y a saber planificar mis comidas.
Esta es una cuestión importante que debería tener en mente cualquier persona que esté pensando en probar una dieta vegana. Una amiga aquí en Noruega decidió unirse a Veganuary conmigo, y el resultado para ella ha sido debilidad, dolores de estómago, y migrañas. ¿Por qué? Pues porque, a pesar de no haber comido carne, no se ha alimentado correctamente. En vez de comer fruta y verduras, legumbres, pastas y arroces, ha decidido subsistir durante 30 días a base de espaguetis con tomate y de helado (no vegano).
Todos los nutrientes, proteínas, y vitaminas que necesitamos para estar sanos y fuertes se encuentran en el reino vegetal. No obstante, si no sabemos de dónde podemos obtener aquello que necesitamos, o directamente no sabemos qué necesita nuestro cuerpo, fácilmente enfermaremos. Por eso, amigos míos, antes de lanzaros a la piscina, informaros bien de cómo comer vegetariano o vegano.
Sobre el efecto que tenemos en los demás
Recuerdo muy bien el momento en que me di cuenta de que tenía que informar a mi madre sobre mi decisión. Debo decir que me asustaba decírselo, puesto que no le había dicho nada de mis semanas de investigación sobre el veganismo, ni de los documentales que había visto. Sería una noticia algo repentina.
Pensé que se preocuparía, que se negaría a creer que podía comer sano sin ningún producto de origen animal, y que se convencería de que enfermaría tarde o temprano por alguna carencia alimentaria. Pero lo que pasó fue algo totalmente distinto. Asintió con la cabeza, escuchó todos mis datos y argumentos, y me dijo que estaba orgullosa de mí. Un mes más tarde, compartía mi objetivo de ser vegana.
Mi madre no es la única persona que se ha visto inspirado por mi decisión. Con ella, amigos y familiares han decidido ir descartando productos de origen anima de su dieta y probar más recetas libres de crueldad. ¡Incluso mi abuela ha decidido dejar de tomar leche animal! Y lo más sorprendente de todo es que no les he intentado convencer; sencillamente, he respondido a sus preguntas y les he explicado mis motivos.
Muchas personas se negarán a escuchar lo que tengas que decir, pero otras tantas se mostrarán curiosas, dispuestas a tener una mente abierta, a aprender. Nunca sabemos a cuántas personas podemos llegar a inspirar, si decidimos dar voz a aquellos que no pueden hablar por sí mismos.
Conclusión
Hay muchísimas más razones por las que participar en Veganuary que por las que no participar. Para muchos, la causa mayor es su amor por los animales. Para otros es el querer sentirse mejor con ellos mismos, para comer más saludable, o para tener un impacto menor en el planeta. Otros lo ven como un desafío, y a otros les coincide con algún propósito de Año Nuevo que siempre han querido cumplir.
No importa la causa. Veganuary es el empujón, la pequeña ayuda, la excusa. Es la cortina de humo que esconde la verdad sobre el gran truco de magia. Tomar parte en este evento ha sido una de las mejores decisiones que he tomado jamás. Todo lo aprendido en estos 30 días ha sido un puro refuerzo de mi decisión por este estilo de vida.
Y este no ha sido más que el principio.