Desde hace tiempo he tenido ganas de cultivar algunas cosas en casa. Vivo en un apartamento y tengo dos gatas, y pensaba que ese no era el panorama ideal para la agricultura urbana... pero hace unos días estuve desafiando esa idea y hoy te cuento un poco sobre lo que aprendí y pensé.
El fin de semana antepasado —¡por fin!— participé en un taller sobre huerta casera. Sembrar plantas comestibles era algo que tenía en mi lista de pendientes desde hace tiempo, especialmente desde que descubrí el blog de Plantea (¡hacen que se vea tan fácil y tan entretenido!) pero siempre lo aplazaba... creo que en el fondo tenía miedo de que me saliera mal. Por un lado, tengo "buena mano" para las plantas ornamentales, pero eso no necesariamente significa que se me vayan a dar bien las hortalizas; por otro lado, tengo dos gatas y —a pesar del desafío que implica— he logrado un delicado equilibrio entre ellas y las plantas (si tienes gatos en tu familia sabrás de qué estoy hablando), y sentía que no estaba preparada para traer más elementos a la ecuación. Pero hace unas semanas, Diana —una amiga muy querida— estuvo en el mismo taller organizado por Sativa, y llegó hablando maravillas de la experiencia, así que decidí darle un descanso a mis excusas y me inscribí para probar a ver qué pasaba. Fui, aprendí, sembré y me traje a casa una mini-huerta que me hace sentir orgullosa, a pesar de lo pequeñitas que están todavía todas las plantas. [caption id="attachment_2313" align="alignleft" width="800"] La mini-huerta de R. La mía tiene albahaca, hierbabuena, tomates cherry, rúgula, tomillo... (obvio tendremos que transplantarlas cuando estén un poco más grandes).[/caption] Siento que ha sido un proceso revelador en muchos sentidos
Todo esto me ha puesto a pensar en nuestra relación con la comida, con lo que compramos, con el suelo, con las personas que lo cultivan, los agroquímicos, los mercados campesinos, el "boom" de los cultivos orgánicos... digamos que en el fondo me imaginaba que cultivar mi propia comida me haría ver todo desde otra perspectiva, pero no sabía exactamente cuál iba a ser esa perspectiva. Y bueno, todavía no lo sé, porque apenas tengo un montón de plantas bebés a las que me moriría de pena de quitarles una hoja para comérmela... pero sí siento que ha sido un proceso revelador en muchos sentidos. Y por eso quise compartir esta lista, porque creo que los beneficios de tener una mini-huerta van mucho más allá de poder hacer bebidas aromáticas con hojas frescas (y esa ya es una muy buena razón). Aquí voy, con cinco razones por las que pienso que es importante cultivar nuestra propia comida (o al menos intentarlo): Estamos desconectados de nuestra comida. Los supermercados están llenos de cosas ultra-procesadas, las etiquetas enumeran ingredientes impronunciables, importamos ajos desde China, no tenemos ni idea de cómo es la planta de la que sale la pimienta, compramos frutas que han pasado por tiranos concursos de belleza y cosificamos a los animales hasta tal punto que no nos importa someterlos a incontables atrocidades (que seríamos incapaces de presenciar) con tal de tener un trozo de carne para la cena. Y claro... cultivar una hierbabuena en la ventana de un apartamento no va a sacarnos mágicamente de ese círculo vicioso, pero creo que ese pequeño gesto encierra un enorme poder: el poder de producir en lugar de consumir, de sentir con nuestras propias manos los tallos de la planta, ver con nuestros propios ojos su crecimiento y, en últimas, ser más conscientes de la complejidad de los cultivos y las enormes dificultades con las que se pueden enfrentar. Teniendo una mini-huerta en la ventana vas a entender que los cultivos —aunque sean pequeños— requieren esfuerzo y dedicación. Es decir, vas a aprender a valorar el ciclo de vida de lo que te comes. Y, viendo crecer tus plantas, no vas a querer arrancarlas todas si sólo necesitas un par de hojas; es decir, vas empezar a pensar como una consumidora responsable. [caption id="attachment_2312" align="alignnone" width="800"] Esto es básicamente una sala-cuna de plantas comestibles. Hay cilantro, menta, espinaca, hierbabuena, lechugas, acelgas, cebollín, tomillo...[/caption] El impacto de los agroquímicos es tal (contaminación del agua, empobrecimiento del suelo, enfermedades, disminución de biodiversidad, etc.) que difícilmente lo vamos a entender en su plena complejidad con una mini-huerta en la ventana; pero seguro vamos a darnos cuenta de —o a confirmar— la importancia de cultivar nuestra comida sin envenenar la tierra (y sin envenenarnos a nosotros mismos). A menos que todos los vegetales que compres vengan de cultivos orgánicos, lo más seguro es que estés consumiendo un montón de fertilizantes y pesticidas sintéticos sin darte cuenta... ¡horror! Y claro, es algo en lo que no nos gusta pensar mucho, así que por lo general hacemos la vista al lado y pensamos en otra cosa. Al cultivar en casa —creo yo— le damos proporción al asunto de los agroquímicos. Yo no compraría un pesticida para bañar las hojas de las plantas que cultivo, básicamente porque sería imposible ignorar el hecho de que mi comida está cubierta de veneno. Aquí se acaba el "ojos que no ven, corazón que no siente", y empezamos a darnos cuenta de la importancia y el valor de los cultivos que apuestan por modos de producción diferentes, más equilibrados con nuestra salud y la del planeta. [caption id="attachment_2324" align="alignnone" width="800"] Esta es una de las maravillas que vi en la huerta de Andrea, la directora de Sativa y quien facilitaba el taller al que asistí. Qué ganas de ser capaz de cultivar una col tan grande y tan bonita :-) [/caption] Como lo dije más arriba, es fácil desconectarnos de nuestra comida cuando todo está en empaques asépticos en un pasillo de supermercado; es fácil que olvidemos que lo que comemos viene de la tierra, y requiere el trabajo de otras personas. Sé que el asunto cambia de un país a otro, pero al menos en Colombia el 70% de los alimentos que se consumen son producidos por pequeños campesinos, y la situación de la vida en el campo en este país es cualquier cosa menos fácil. Entre el poder de los terratenientes, la falta de apoyo estatal, la creciente migración a la ciudad en busca de oportunidades, el desplazamiento forzado y el conflicto armado, los campesinos de Colombia viven en una situación de vulnerabilidad y olvido de la que la gente en la ciudad ni siquiera se entera. Tener una albahaca en la ventana no va a cambiar esa realidad, obviamente, ni va a mejorar mágicamente la situación de la gente del campo. Pero yo creo que, si empezamos a experimentar los encantos y dificultades del cultivo, podemos abrir una ventanita que nos permita una actitud más empática con la gente que cultiva la tierra. Ver con nuestros propios ojos el esfuerzo que requiere cultivar una sola planta (tarea que muchas veces incluso se nos sale de las manos) puede ser útil para entender las dificultades de las personas cuya subsistencia depende de la agricultura. Plantas chicas, grandes, verdes claros y oscuros, rojos, hojas con mordiscos de bichos, hojas torcidas, frutos alargados, redondeados, colores desiguales, tubérculos torcidos... todo es bonito cuando lo has cultivado tú misma/o, da igual si se adapta a los estándares de belleza que impone el mercado. Se calcula que se desperdicia una tercera parte de la comida que se produce en el mundo... y si bien los estándares de belleza no son el único problema, si son parte importante de ese insostenible sistema en el que la comida va a parar a la basura mientras millones de personas mueren de hambre. De nuevo, cultivar un par de zanahorias en casa no va a resolver el problema, pero sí nos ayuda a valorar todas las diferentes bellezas de los vegetales. Si más gente siembra —al menos— un par de hierbas aromáticas en casa, creo que podemos tener la seguridad de que más personas van a entender que el valor de los vegetales que comemos no está en su apariencia, sino que va por dentro (y no nos haría ningún daño traducir ese aprendizaje a otros aspectos de la vida). [caption id="attachment_2329" align="alignnone" width="714"] Así se ve una lechuga cuando florece: se estira, y se aleja del aspecto "aceptado" para las lechugas. Nunca la había visto (posiblemente tú tampoco) porque la lechuga "bonita" es la que no se alarga. ¡Ayyy! Estos estándares de belleza...[/caption] No podemos crear una hoja de espinaca de la nada... pero casi: podemos cultivarla en casa, y tener una planta que crece y nos da alimento a cambio de un poco de agua, suelo bien nutrido y cuidados básicos. Todavía no me he comido una ensalada hecha con hojas que hayan salido de mi huerta, pero el día que lo haga sé que la disfrutaré como ninguna otra ensalada en el mundo porque sabré con claridad todo lo que hay detrás de cada trocito verde. Hay mucho potencial para la creación incluso en la más pequeña huerta casera. Soy una firme convencida del poder de crear, y en especial con respecto al acto —mucho más pasivo e irreflexivo— del consumir. Sembrar un par de plantas comestibles nos aleja, al menos un poquito, del papel de consumidor y nos da aprendizajes y autonomía, algo que no traen las bolsitas de infusión del supermercado. [caption id="attachment_2333" align="alignnone" width="800"] ¡Tantas cosas bonitas pueden salir de una mini-huerta![/caption] Antes de despedirme, quiero mostrarte cómo se veía mi huerta cuando llegué del taller. Las plantas estaban todavía un poco "desmayadas" por estar recién trasplantadas; pero ya están erguidas y fuertes, ¡y ya empezaron a sacar hojas nuevas! [caption id="attachment_2335" align="alignnone" width="800"] Y la mejor noticia: una de mis gatas masticó sólo una de las plantas, y después las dejó en paz. Así que, al menos por ahora, la convivencia entre gatas y plantas sigue siendo pacífica.[/caption] Y como las coincidencias son lo que son, justo la pasada Marta publicó en el blog de Plantea una guía súper completa para hacer un huerto en casa... que no me podía llegar en mejor momento. Es gratis, y la puedes encontrar aquí.
¿Tienes alguna planta comestible en casa? ¿Qué otras razones para cultivar en casa añadirías a la lista? ¡Te espero en los comentarios!