Reforzar la atención terapéutica es muy importante en esas circunstancias. Fardous Ladadi, estudiante de psicología, es el responsable de esta atención que tiene por objetivo fortalecer la resiliencia de estos menores, es decir la capacidad de superar sus traumas y de adaptarse positivamente a su nueva realidad.
Los niños, a través de dinámicas de grupo, expresan sus preocupaciones y las comparten. Se crea un ambiente distendido y de confianza que propicia la colaboración y la cohesión del grupo.
Paralelamente, se va generando en ellos habilidades para afrontar el miedo y superarlo. De este modo su autoestima mejora, favoreciendo sus relaciones interpersonales y su integración social.
Ser un niño refugiado
Estos niños y jóvenes no sólo han vivido la dureza de la guerra en su país sino que la huida hasta Jordania ha sido un verdadero trance. A menudo han estado expuestos a graves violaciones de derechos humanos.
Además del trauma físico vivido y sus secuelas, las consecuencias psicológicas de sobrevivir a un episodio de guerra suelen generar sentimientos de culpa, pérdida de autoestima, fobias y miedos, trastornos del sueño y traumas que, sin tratamiento, pueden derivar a largo plazo en trastornos mentales. En muchos casos ésta, que es la población más vulnerable, no puede acceder al sistema de atención primaria de salud, saturada por la creciente demanda, restringida por las autoridades o inaccesible por falta de recursos económicos.
Imagen: Un momento del taller en Ammán (Global Humanitaria/Al Mahd for Training ans Social Development))