¿Te pasa como a nosotras que no puedes pasar sin aceite de coco para hacer tus jabones? Pues anota esta receta porque si la pruebas harás uso de ella muchísimas veces.
Es una opción barata y natural, conseguirás un producto puro, sin conservantes ni aditivos, y con un intenso olor a coco. Le proporcionará a los jabones una cremosidad impresionante y una burbuja grande y abundante. Se puede hacer con la fruta del coco fresca o con coco seco disecado. Te explicamos como se hace en los dos casos:
Con coco seco rallado:
¿Qué necesitamos?
900 g de coco seco rallado.
Agua destilada u osmotizada.
¿Cómo se hace?
Ponemos el coco rallado en una olla y cubrimos con el agua.
Lo ponemos a calentar y removemos, durante unos 5 minutos. A continuación dejamos enfriar.
Cuando se haya enfriado, y con las manos muy limpias, removemos con los dedos y vamos aplastando el coco, como si los exprimiéramos, para ir sacándole todo el jugo.
Vamos sacando el contenido poco a poco, metiéndolo en un colador de tela, y con las manos lo apretamos por abajo (como si estuviéramos ordeñandolo), dejando caer el jugo en otro recipiente.
Cuando al exprimir no salga más líquido, sacamos el coco y lo apartamos. No lo tires, se puede secar y aprovechar como exfoliante suave para muchos jabones.
Repetimos la operación hasta que no quede más líquido ni coco en la olla.
Metemos el líquido final en la nevera y al día siguiente comprobaremos que en la parte superior se ha formado una capa sólida (ésta es la manteca de coco que pesa menos y por eso sube) y en la parte de abajo está el agua clara. Sacamos con una espumadera la manteca solidificada y la calentamos en un recipiente en la vitrocerámica.
El líquido resultante tampoco lo tires. Lo puedes utilizar como sustituto del agua en la lejía (agua+sosa). Conseguirás unos jabones más nutritivos y cremosos.
Calentaremos la manteca, para que se evapore el agua que ha quedado, hasta comprobar que el líquido se va poniendo de un color dorado y la materia sólida que queda se va tostando, pero sin quemarse. No hay que parar de remover porque si no se quemaría el aceite.
Cuando el aceite tenga este aspecto, lo filtraremos (con el colador de tela) en un recipiente de cristal y ya lo tenemos listo para usarlo cuando lo necesitemos.Con coco fresco:
¿Qué necesitamos?
4 cocos.
Agua destilada u osmotizada.
¿Cómo se hace?
Cortamos la pulpa del coco en trozos pequeños y lo licuamos con un poco de agua.
Igual que en el paso anterior vamos introduciendo poco a poco el coco licuado resultante en un colador de tela y vamos apretando por debajo para sacarle todo el jugo, que dejaremos caer en un recipiente y guardaremos en el frigorífico durante un día.
Todo lo demás igual que con el coco seco rallado. La diferencia está en que no hay que calentar el licuado del coco porque no hace falta para que se desprenda la grasa del mismo.Nota: si le añadimos vitamina E alargaremos la vida de nuestro aceite por mucho más tiempo.
Fuente: http://comohacerjabones.com
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