Estos jabones son de los más sencillitos que hay de hacer y de los más resultones, porque con sólo dos aceites conseguimos todos los parámetros de limpieza, dureza, persistencia y burbujas adecuados y para el uso frecuente van genial.
Como líquido de la lejía hemos usado el agua resultante de hacer el aceite de coco (lo que se queda en la parte de abajo al enfriarse) y en vez de calentar la manteca, para filtrar sólo el aceite, la hemos usado tal cual disolviéndola directamente en el aceite de oliva. Así sumamos más suavidad al jabón porque le añadimos las proteínas de la leche que contiene.
Por otro lado, las bolsitas de celofán que hemos usado para envolverlos, son un gran invento para usarlas como manoplas de nuestros jabones, porque al frotarlas con la piel conseguimos aún más burbujas y resultan un exfoliante suave. Gracias a las cuerdecitas que traen la podemos colgar cómodamente del palo de la ducha y al estar el jabón ahí guardado no pasa nada si se rompen porque no desperdiciaremos ni un trocito que se pueda ir por el desagüe. Además como no están en contacto con el agua se secan más rápido también y así conseguimos que nos duren más.
Os explicamos cómo se hacen estos jabones:
¿Qué necesitamos?
Para la lejía: 388 g de agua del filtrado del aceite coco + 150 g de sosa.
900 g de aceite de hueso de oliva (orujo).
200 g de manteca de coco.
50 g de sal.
¿Cómo se hace?
Primero preparamos el aceite de coco, si no lo tenemos preparado ya. En este enlace explicamos cómo se hace: Cómo hacer aceite de coco 100% natural.
Tomamos todas las precauciones necesarias antes de empezar.
Cuando hayamos dejado reposar el líquido en el frigorífico y hayamos comprobado que se ha solidificado en la parte superior la manteca de coco, lo separamos.
Con el agua vamos a preparar la lejía, pero antes lo calentamos un poco en el microondas para disolver la sal.
Cuando la sal esté disuelta le añadimos la sosa y esperamos a que se enfríe el líquido hasta unos 50ºC o menos.
Ponemos a calentar a fuego muy bajo el aceite de oliva y la manteca de coco (que quedó en la parte superior), hasta que se disuelva y llegue a la misma temperatura que la lejía.
Ambos están a la misma temperatura, así que ya podemos verter la lejía encima de la sosa y removemos con la espátula.
A continuación introducimos la batidora en el fondo del recipiente y la accionamos a la velocidad mas baja.
Cuando hayamos comprobado que se haya formado la traza, y no quede aceite libre, le podemos añadir el colorante o aceite esencial que queramos, removemos y ya podemos verter en el molde.
Al día siguiente, cuando haya solidificado, lo podemos desmoldar y cortar.
A los 40 días ya estará listo para su uso sobre la piel.
Más fácil y natural imposible.
Si no quieres hacer la manteca de coco puedes usar el aceite ya refinado y agua destilada en vez del resultante del filtrado del aceite de coco. En las mismas proporciones.
Nosotros le hemos dado este color gris claro casi sin querer, porque le añadimos el pigmento mineral en polvo violeta y quedó así, ¡es la magia de la saponificación en frío!
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