Las esponjas vegetales, también llamadas luffas, se usan en la ducha para limpiar y exfoliar la piel. Este objeto de higiene ha ganado cierta popularidad en todo el mundo por su papel en el plan de belleza exfoliativa dérmica. No son, como suele pensarse erróneamente, esponjas de mar, sino que están hechas a partir de una calabaza de la familia de los pepinos (tiene forma alargada y puntiaguda).
Cuando está listo para recoger, este fruto se seca, se pela y se le quita la semilla. En el interior están las entrañas fibrosas, que forman algo similar a un esqueleto, que es lo que reconocemos como la esponja. Aunque este tipo de esponjas exfolian y limpian la piel gracias a su material entrelazado, que las convierte en una excelente opción de fregado, este mismo material fibroso se convierte también en uno de sus principales enemigos.
Pese a que no se trata de nada particularmente peligroso lo que ocurre con las esponjas vegetales, sí puede resultar un poco incómodo y es, como mínimo, antihihigiénico. Usarlas no debe pasar por alto tres aspectos fundamentales:
1. Las bacterias
Esta es quizás la principal preocupación que circula alrededor de este tipo de esponjas (aunque no son las únicas). Al ser un material fibroso con muchas aberturas, una esponja vegetal acumula mucha suciedad y puede convertirse en caldo de cultivo para las bacterias, sobre todo de Pseudomonas Aeruginosa, como ya advertía un estudio publicado en Journal of Clinical Microbiology.
Esta molesta bacteria puede infectar áreas de piel que estén lesionadas por el afeitado, por ejemplo, o incluso causar ampollas en el cuerpo. Las bacterias necesitan tres cosas para crecer: agua (en la ducha tienen mucha); comida (en este caso, en forma de piel) y temperatura agradable para crecer.
Por tanto, las esponjas luffa, pero también las que no lo son, permiten que las bacterias se multipliquen, y cuanto más tiempo permanecen mojadas, más se multiplican las bacterias. Las esponjas vegetales también pueden convertirse en huéspedes de Escherichia coli y, al eliminar las células muertas de la piel, estas quedan atrapadas en los rincones y grietas de la matriz fibrosa.
2. Dificultad para mantenerlas limpias
Cuanto más tiempo se usa una esponja vegetal, más alto será el riesgo de que se acumulen bacterias de las duchas anteriores. Cuando se usan esponjas vegetales, además de acumular microorganismos por la humedad, se tienden a propagar las bacterias que se lavaron del cuerpo la última vez, con lo que se está esparciendo la suciedad anterior.
El ambiente de la ducha (humedad y poca circulación del aire) es un lugar perfecto para que las bacterias se relajen y se multipliquen. Sin una sustitución frecuente y periódica de la esponja, las bacterias, como hemos visto, continúan creciendo. Es importante reemplazarla antes de que se vuelva mohosa o que huela a humedad.
3. Demasiado abrasivas
Este tipo de esponja también puede ser muy abrasiva para algunos tipos de piel. Puede aparecer enrojecimiento o irritación tras su uso. Si esto ocurre significa que la piel es particularmente sensible a la dermoabrasión y la exfoliación. Por tanto, el tacto áspero de las fibras puede ser excesivo y puede dañar la piel con el tiempo.
Si no podemos imaginarnos darnos una ducha sin una esponja vegetal, deben tomarse algunas precauciones. Además de evitar frotar en exceso, la clave está en:
Las esponjas vegetales son higiénicas siempre y cuando se mantengan en las condiciones adecuadas y se reemplacen cuando sea necesario. Hay alternativas simples y económicas que defienden dermatólogos: las manos y el jabón, sin más. El jabón puede aplicarse directamente con la mano, lo que evita una fricción excesiva y áspera y la irritación de la piel que se produce con la exfoliación.
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Original:Ducharse con esponjas vegetales, tres aspectos que deben tenerse en cuenta
Tags: bienestar