¿Y si te digo que sí, que somos 7.000 millones de homo sapiens en un pedazo de terruño danzando en la inmensidad del universo, pero que hace poco más de un siglo, en 1.900 éramos nada más que 1.600 millones? ¿Y que en estos escasos 117 años hemos crecido más que en toda la historia de la humanidad? Asusta un poco. ¿Y si te cuento que según las previsiones más optimistas de la ONU la población global aumentará hasta las 11.200 personas en el año 2.100? (De las que, por cierto, el 80% vivirán en países en desarrollo).
Teniendo en cuenta esos pronósticos, pero centrándonos en la actualidad, lo que es innegable es que estos 7.000 millones de habitantes que ya compartimos oxígeno en el planeta azul nos estamos enfrentando a serios problemas por los recursos disponibles: conflictos energéticos, sobreexplotación pesquera o problemas por el agua son sólo algunos de los retos de la actualidad. Imagínate con más personal para repartir la tostada.
LA PROBLEMÁTICA DEL CRECIMIENTO
Pero esto sólo son datos. Adonde quiero llegar con este post es a una postura ampliamente defendida por las sociedades occidentales que desde mi punto de vista es una venda en los ojos (aunque como bien dicen las abuelas “no hay peor ciego que el que no quiere ver”): la teoría del crecimiento económico.
Frente a la situación de aumento de población y escasez de recursos, una situación 100% real abalada con datos por organizaciones internacionales, desde los ámbitos económicos europeos y nacionales se nos insta al crecimiento económico casi como si fuera un deber patriota. Un crecimiento ligado con un mayor nivel de consumo, industrialización, relaciones comerciales, etc, que (todo desde el punto de vista de la economía liberal) nos llevará seguro segurísimo a un aumento de nivel de vida.
El problema es cuando no se le explica a la sociedad lo que su “aumento de nivel de vida” (pongo comillas porque no puedo poner arqueo de ceja) supone para el planeta y algunos de sus habitantes. Cuando desconectamos la situación real del planeta de nuestra vida diaria y no asumimos que nuestra forma de vivir y consumir tiene un impacto real y medible en el medio ambiente y las personas, sobre todo aquellas que no han nacido en el llamado primer mundo.
Porque no es realista asumir que vamos a poder seguir consumiendo a los niveles que lo hacemos y sin pensar en las consecuencias. Y es una irresponsabilidad que desde los más importantes organismos económicos se nos inste a hacerlo apelando a la salud de la sociedad y a nuestro deber como ciudadanos. Porque además de agotar recursos a unos niveles que no nos podemos permitir, vamos a seguir viviendo en una burbuja hasta que ésta nos explote en la cara.
Como bien explica el profesor universitario Carlos Taibo en su conferencia sobre decrecimiento:
“En la percepción común, en nuestra sociedad, el crecimiento económico es, digámoslo así, una bendición. Lo que se nos viene a decir es que allí dónde hay crecimiento económico, hay cohesión social, servicios públicos razonablemente solventes, el desempleo no gana terreno, y la desigualdad tampoco es grande. Creo que estamos en la obligación de discutir hipercríticamente todas éstas.
¿Por qué? En primer lugar, el crecimiento económico no genera – o no genera necesariamente – cohesión social. Al fin y al cabo, éste es uno de los argumentos centrales esgrimidos por los críticos de la globalización capitalista. ¿Alguien piensa que en China hay hoy más cohesión social que hace 15 años? [] El crecimiento económico genera, en segundo lugar, agresiones medioambientales que en muchos casos son, literalmente, irreversibles. El crecimiento económico, en tercer término, provoca el agotamiento de los recursos que no van a estar a disposición de las generaciones venideras. En cuarto y último lugar, el crecimiento económico facilita el asentamiento de lo que más de uno ha llamado, el “modo de vida esclavo”; que nos hace pensar que seremos más felices cuantas más horas trabajemos, más dinero ganemos, y sobre todo, más bienes acertemos a consumir.”
PERO ¿HAY ALTERNATIVAS AL CRECIMIENTO ECONÓMICO?
Llegados a este punto cambiémonos las gafas de ver. Porque hay otras alternativas al crecimiento económico: el decrecimiento, la economía circular (si no has oído hablar de ella te recomiendo que veas este maravilloso vídeo que lo explica de manera amena y divertida en unos pocos minutos) el consumo responsable, la transición energética o la vida sencilla son sólo algunas de las respuestas a esta problemática.
Ahora sólo falta llevarlas a cabo. ¿Te unes?
P.D. Y tú ¿qué te parece la teoría del crecimiento económico? ¿Me lo cuentas en comentarios?
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