El plástico invade nuestras vidas, nuestras casas y nuestros océanos. Está en todas partes y su practicidad de 10 minutos acaba convirtiéndose en una inconveniencia de miles de años. Y es que no solo permanece en el planeta, ¡sino que también perjudica gravemente la salud de éste!
Investigando sobre ello, encontré un blog muy especial llamado The Problem With Plastic. Tras él se encuentran Elis Chellew, un creador multimedia británico, y Alicia Mateos, una ambientóloga española investigando en Inglaterra el impacto del plástico en el mar y en la cadena trófica.
Precisamente investigando los efectos del plástico fue como Alicia decidió crear su blog. Cada día encontraba algo nuevo que, a la par que le fascinaba, le preocupaba. Tal fue así, que vio la necesidad de compartir qué está ocurriendo en los océanos y qué podemos hacer nosotros al respecto.
Hablando con ella, he aprendido bastante sobre distintos temas. El primero de ellos y el más importante, es que la salud de los océanos equivale a nuestra salud.
El océano ofrece dos importantes recursos a la mayoría de la población mundial, dice, que en cierto modo también influyen en la salud: la pesca y el turismo. Para las personas que consumen pescado, un mar lleno de microplásticos no es precisamente ideal. En cualquier caso, todos queremos océanos limpios.
Este término, microplásticos, es algo que aparece con frecuencia en The Problem With Plastic, por lo que le pregunto a Alicia qué es exactamente y por qué supone un gran problema medioambiental.
Los microplásticos son pequeños fragmentos de plástico (menores de 5 milímetros). Estos diminutos fragmentos pueden tener un origen directo; son esas bolitas en los exfoliantes, pastas de dientes y cosméticos, pero también en las fibras de la ropa. También pueden tener un origen indirecto, es decir, pueden proceder de grandes plásticos como bolsas o botellas que se fragmentan debido a la acción del sol, la marea y otras características ambientales.
Al ser tan pequeños, incluso invisibles al ojo humano, pueden entrar en la cadena trófica marina siendo ingeridos por zooplankton (pequeños invertebrados marinos que son la base de la cadena alimentaria en el océano). Ese zooplankton es alimento de pequeños peces, los cuales lo son de peces mayores e incluso de ballenas.
Así pues, los objetos de plástico que consumimos no solo tardan miles de años en desaparecer de la faz de la Tierra, sino que suelen acabar en el mar, desprender microplásticos y ser ingeridos por el pescado que encontramos en la pescadería de enfrente. ¡Comemos nuestra propia basura!
También me cuenta que el año pasado prohibieron en los Estados Unidos la producción de productos de aseo personal y cosméticos que contuvieran microplásticos, y que tiene la esperanza de que Europa se pronuncie también y siga los pasos de los americanos muy pronto.
¡Faltaría más! Y es que los microplásticos son tóxicos tanto para la salud humana como para la vida marina.
Cuando le pregunto a Alicia cuál fue su mayor shock estudiando los efectos del plástico, me explica que ocurrió justo al empezar.
Uno de los primeros estudios que leí decía que el 80% de la basura marina procede de las ciudades. En ese momento miré a mi alrededor y me di cuenta de la cantidad de plásticos que yo misma utilizaba. ¡Me horroricé! ¿Cómo una persona concienciada en otros aspectos del medio ambiente podía consumir tanta cantidad de plásticos? Lo vi claro: la mejor forma de concienciar a otros era demostrar que se podía vivir de manera diferente. Mis hábitos de consumo han cambiado desde entonces.
¿Os suena el momentazo? Son muchas las personas que, tras ver una milésima parte de la realidad causada por nuestros hábitos de consumo, deciden cambiar sus vidas y ser un poco más sostenibles. Alicia no usa bolsas ni botellas de plástico desde el año pasado y, dentro de muy poquito, empezará a publicar en su blog cómo lleva una vida con menos plástico.
Alicia se dio cuenta de que quería dedicar su vida a la conservación de los océanos a partir de un voluntariado que realizó con tortugas marinas en Cabo Verde, en África.
Hay dos cosas que cambié drásticamente al volver a la civilización. Una es que ahora soy mucho más consciente del agua que uso diariamente (después de ducharme durante un mes entero debajo de un árbol con un cubo de agua –que yo misma sacaba del pozo- me di cuenta de que el agua que necesito para asearme es menos de la que pensaba).
La segunda es la ropa y, en general, las cosas materiales que poseo. Ese mes fui tan feliz con lo más básico de mi armario que me di cuenta de que todo aquello que necesito no entra en una maleta, porque no es material.
Está claro que hoy en día compramos más de lo que necesitamos y malgastamos recursos naturales por doquier. Este estilo de vida, no obstante, nos está pasando factura, pues no solo afecta a aquellas personas con menos oportunidades, sino también a la salud del planeta... que acaba repercutiendo en nuestra propia salud. Pero, ¿somos conscientes de ello?
En los últimos años los sistemas educativos español y británico han empezado a incluir más actividades para concienciar sobre problemas ambientales, pero esto no es suficiente. La educación ambiental debería ser transversal, es decir, estar incluida en todas las materias, no ser una materia a parte o, peor, extraescolar.
Cuando le pregunto sobre la presencia de estos temas en los medios, Alicia contesta:
Los medios de comunicación convencionales simplemente enseñan lo que la audiencia ve. En Inglaterra, por ejemplo, hay más documentales y programas educativos que realities. Pero hoy en día la comunicación ha cambiado gracias a Internet. Las nuevas generaciones son muy afortunadas de tener acceso a esta enciclopedia infinita. De todas formas, aquí viene muy bien aquel dicho de no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Como consumidores es muy importante ser conscientes de que nuestro consumo personal tiene un impacto en el medio ambiente y, más importante aún, ser conscientes de que con nuestro dinero votamos por el tipo de mundo que queremos, dice Alicia.
Cuando le pregunto cuál es su consejo como ambientóloga, contesta que no es suficiente con reciclar, ya que ni siquiera todos los plásticos son aptos para su posterior reciclaje y los que lo son se reciclan a objetos de menor valor que no pueden volver a ser reciclados de nuevo.
Esta es una situación llamada infraciclaje -de la que he oído hablar hace poco en el libro Cradle to Cradle, o De la Cuna a la Cuna- y que deja muy claro que no solo agotamos los recursos de la naturaleza, sino que también desaprovechamos y desechamos aquellos recursos que ya tenemos y que todavía tienen vida útil.
La única solución para combatir la gran cantidad de plástico que generamos individualmente, dice Alicia, es simplemente dejar de hacerlo.
Dejar de consumir plástico. Aunque parezca imposible de primeras, esta es una decisión que ha empezado a extenderse en varios rincones del mundo. Empezando por Bea Johnson, una francesa emprendedora que decidió llevar con su familia una vida en la que no generaran residuos. ¡Y vaya si lo consiguió! No solo adoptó una vida más sostenible, sino que inició todo un movimiento (el Zero Waste) que a lo largo de los meses ha ido inspirando a decenas de personas. En España también se está haciendo eco y, aunque muchas personas están solo empezando, las hay que llevan un largo recorrido.
Si bien puede parecer abrumador en un principio, el ver a comunidades enteras de gente concienciada me da esperanza por un mundo mejor. Curiosa por la perspectiva de una profesional del ámbito, le pregunto a Alicia si ella piensa igual.
Yo sí tengo esperanza de que en el futuro ciertos plásticos de un solo uso –como las bolsas, botellas o pajitas- dejen de producirse e industrias y diseñadores den paso a otros materiales más sostenibles. Cada vez veo más gente concienciada con este tema, o preguntándome qué pueden hacer. Además, cada cierto tiempo surgen nuevas ideas para solucionar esta problemática y se hacen virales en Internet, lo que demuestra que el público general también está interesado.
Y con esperanza e interés debemos afrontar el futuro. ¡Eso sí, sin dormirnos en los laureles! Queda mucho por hacer y, sin lugar a dudas, la única solución implica cambios en nuestros hábitos de vida y consumo.
Alicia y su compañero Elis, por su parte, van a seguir trabajando. Justo ahora acaban de terminar un proyecto local en Bristol en el que ayudan a difundir con sus diseños unos talleres de manualidades en los que se usan plásticos recogidos en la playa. Además, este mes van a exhibir sus infográficos en las galerías de un centro comercial, y dentro de nada van a diseñar una exposición permanente sobre plásticos para el Acuario de Bristol. ¡Desde aquí les deseo mucha suerte y les agradezco enormemente el trabajo de concienciación que están haciendo!
Si te interesa saber más sobre el problema del plástico, te recomiendo que visites su página web. Además, Alicia nos deja con una lista de recomendaciones de documentales para los más curiosos: Plasticized, The Plastic Age, Plastic Oceans (¡estos tres primeros son un must, según la ambientóloga!), Addicted to Plastic, Bag It, Tapped, Plastic Shores, Plastic Planet, The Clean Bin Project, o Trashed.
Nota: Todas las fotografías e ilustraciones son cortesía de Alicia, incluida la fotografía de portada -que ha sido editada con texto para realizar este artículo