Ya lo he dicho antes: no soy muy fan de las celebraciones (puedes leer más sobre eso aquí y aquí), y —en particular— no soy muy fan de la navidad. Pero eso no significa que la odie ni que me pase todo diciembre disfrazada de Grinch.
Lo que me pasa con la navidad es que me parece más una película de terror que una celebración alegre. Y antes de que me abandones para siempre o que me acuses de estar exagerando, pregúntate esto: ¿cuántas personas del mundo crees que tienen realmente una feliz navidad? ¿cuál crees que es el nivel de deuda con el que quedan muchas personas con tal de cumplir con las —desproporcionadas— expectativas de consumo de esta época? ¿cuál crees que es el impacto que tiene en la Tierra el derroche desenfrenado decembrino? No tengo respuestas exactas, pero me atrevo a decir que las respuestas pueden ser: pocas, altísimo, y más del que podemos calcular, respectivamente. Aprovechando que empezó diciembre quiero compartir contigo una mini-guía para hacer regalos de navidad responsables y con sentido.
Pero —aunque no soy una optimista testaruda— tengo la tendencia a creer que, si ponemos de nuestra parte, podemos cambiarle la cara a las cosas... incluso a las que parecen más irremediables; y la navidad... o mejor el consumo desaforado que la caracteriza, no es una excepción. Así que, aprovechando que empezó diciembre (que me atrevo a decir que es un mes al que el planeta le tiene miedo, pero de eso te hablaré con más detalle en la próxima edición de Eco Eco Magazine) quiero compartir contigo una mini-guía para hacer regalos de navidad responsables y con sentido. Y para hacerlo, invité a una querida amiga y una de mis personas favoritas en el mundo: Cata, alias Curious Visualist, para que me acompañara con sus preciosas ilustraciones. No pretendo ser una experta en la materia; de hecho tal vez soy la menos indicada, pues no suelo dar ni recibir regalos de navidad... o puede ser que eso precisamente me ayude a tener una perspectiva diferente, una mirada "externa a la navidad" que tal vez te resulte útil en el proceso de seleccionar los regalos que quieres compartir con tus seres queridos. Aquí voy: 1- Los regalos que se dan sólo por compromiso
La navidad se ha convertido —como tantas otras fechas— en una excusa comercial... y en ese proceso nos reemplazaron la tradición de intercambiar regalos con nuestros seres queridos por la norma cultural de dar regalos X a todas las personas, cercanas y no tan cercanas. ¿Y qué pasa con eso? Pasa que 1) Estamos estresadísimos pensando en todos los regalos que hay que comprar 2) Gastamos un montón de plata en cosas que en el fondo no queremos comprar y 3) Compramos cosas que posiblemente ni siquiera le van a gustar a la persona que recibe el regalo/compromiso, y que terminan siendo —en el mejor de los casos— reutilizadas como regalos/compromisos para otras personas. ¡Qué cosa más triste dar o recibir un regalo de esos! Para mí la cosa es así: si un regalo no viene del corazón, entonces no vale la pena darlo. De hecho esa es la razón por la que no suelo dar regalos en navidad... porque me gusta ser libre de elegir el momento en que quiero dar un regalo y no quiero que ese proceso tan bonito de mostrar afecto a otras personas (con cosas tangibles o intangibles) se me imponga a través de anuncios publicitarios y tradiciones re-interpretadas por el marketing. ¿Mi propuesta? Hacer desobediencia civil al regalo por compromiso. Dar sólo los regalos que realmente quieres dar, y elegirlos de manera que verdaderamente valga la pena darlos. 2- Los regalos que son animales
La humanidad tiene una larga y triste historia de tratar a los animales como objetos. Prueba de ello es que, con apenas algunas excepciones, los animales son considerados por la ley como si fueran un mueble, un objeto de propiedad que no tiene conciencia ni autonomía ni nada de nada. Y lamentablemente esa historia se hace muy evidente en navidad, cuando miles de personas deciden que es una buena idea usar a un animal como regalo, pasando por alto el hecho de que esos "regalos" (a diferencia de un par de medias o una piyama) tienen emociones y necesidades fisiológicas, requieren afecto, espacio adecuado y cuidados (que implican gastos), y que pueden vivir entre 10 y 20 años... algo que resulta ser un inconveniente para muchas personas, que finalmente optan por abandonarlos cuando la época navideña se termina. Sólo en Bogotá en los primeros 15 días de enero de este año ya se habían reportado 250 animales abandonados, número que normalmente corresponde al total de un mes (y que a mí me parece una barbaridad). ¿Qué pasa con este tipo de regalos? Pasa que 1) No hay un análisis de todo lo que requiere un animal, se regala porque es "bonito" sin considerar la responsabilidad que se adquiere, 2) Por lo general responde al impulso y se hace sin tener en cuenta si la persona que recibe el animalito puede asumir la responsabilidad de cuidarlo durante toda su vida y 3) Promueve una manera de pensar especista y financia una industria atroz. Mi propuesta: no regales abandono. Un animal no es un objeto de moda, es una responsabilidad para toda la vida. Y si estás 100% segura/o de que tu hija/amigo/novia/esposo quiere un animal de compañía, acude a un centro de adopción y dale un hogar responsable a uno de esos animalitos preciosos a los que otras personas les han dado la espalda. 3- Los regalos fast-fashion
Estos puede que sean los más comunes de todos; las tiendas de fast-fashion o moda rápida están (casi literalmente) en cada esquina y ofrecen una variedad apabullante de prendas, accesorios y objetos que se adaptan cómodamente a las necesidades del típico comprador compulsivo decembrino. Con tantos regalos que hay que dar por compromiso (ya hablamos de lo que pienso sobre esos regalos), una tienda de Zara, un Primark o un H&M caen como anillo al dedo para tachar de la lista muchas de las compras pendientes. ¿Y qué pasa con eso? Pasa que 1) La ropa y los accesorios de moda rápida son de pésima calidad, así que —aunque parezcan baratos— realmente salen carísimos si consideramos su vida útil, 2) Estas tiendas están en todos lados... y lo que se vende ahí lo tiene todo el mundo, así que estás comprando prendas para uniformarte con un gran porcentaje de la población, y 3) Financias una industria injusta y contaminante, así que lo que estás regalando es básicamente un "bono de explotación humana y ambiental al otro lado del mundo". Que regalo más feo, ¿no? Mi propuesta: evita la moda rápida a toda costa. Busca prendas que hayan tenido una producción responsable, con materiales de buena calidad y que no estén manchadas de explotación laboral. Ya sé que los anuncios y las revistas de moda dicen lo contrario, pero NO necesitamos tanta ropa, y SÍ necesitamos un planeta sano y un trato justo a otros humanos, sin importar qué tan lejos de nosotros estén. Obviamente esta lista podría ser mucho más extensa, pero creo que con esos tres puntos al menos empezamos a cubrir una parte importante del terreno. Y ahora me voy directo a contarte sobre tres tipos de regalo que pienso que sí valen la pena, ya me contarás que tal te parecen :-) 1- Más experiencias y menos objetos
Pregúntale a tus abuelos sobre lo que más les ha gustado de su vida, y puedo apostar que van a contarte alguna historia increíble y entretenida, sin importar si su casa tiene muchos (o pocos) objetos. Pregúntale a cualquier persona que esté llegando de un viaje cuál fue su parte favorita, y lo más seguro es que te va a relatar alguna experiencia, independientemente de cuántos souvenirs haya traído en su maleta. Y es que es natural... las experiencias —aunque a veces nos engañemos a nosotros mismos— son mucho, muchísimo más valiosas que los objetos. Y con "valiosas" por supuesto no me refiero al precio; muchas de las mejores experiencias que tenemos en la vida son gratuitas, y no por eso las guardamos con menos cariño en la memoria. Lo que me lleva a una frase que me gusta mucho: Todo necio confunde valor y precio.Antonio Machado Pero esto no sólo lo digo yo, que soy una fiel creyente del valor de las experiencias (ya te conté sobre mi afición a "coleccionar" lugares); lo confirma un estudio de la San Francisco State University, y puedes leer más al respecto aquí, aquí y aquí. Además estoy segura de que lo puedes confirmar a partir de tu propia experiencia, ¿cierto que sí? Así que esta navidad olvídate de los objetos, ¡están sobrevalorados! En lugar de eso piensa en experiencias que puedas compartir con tus seres queridos, y no tienen que ser viajes a lugares exóticos o saltos en bungee o sky diving... experiencias hay para todos los presupuestos: una invitación al cine, un bono para una clase de cocina o de baile, un picnic preparado por ti, ¡las opciones son casi infinitas! Ten en cuenta que los recuerdos duran más que las cosas (la obsolescencia programada todavía no invade el mundo de las experiencias); y cuando los recuerdos no duran, al menos no terminan llenando de basura el océano ;-) 2- Más cosas (o experiencias) hechas por ti y menos cosas prefabricadas
Hay una razón por la que a los niños les enseñan a hacer regalos con macarrones para el día de la madre: ¡porque son lindos! Bueno, no son lindos lindos, pero sí lo son a su manera porque vienen cargados de puro cariño. Y sí, las mamás son un objetivo fácil: casi cualquier cosa (¿o cualquiera?) que hagan sus hijos les va a parecer digna de enmarcar y poner en un museo, pero creo que ni los corazones más duros pueden negar que hay un encanto especial detrás de los regalos hechos a mano. No tienes que ser modista de alta costura ni tejedora nivel araña de corteza de Darwin; puedes aprovechar alguna receta que te guste, o desempolvar tus plumas de caligrafía, o imprimir alguna foto y regalarla a manera de tarjeta. Da igual si es algo sencillo, al final siempre va a tener más valor porque fue hecho pensando específicamente en esa persona y va a ser un objeto único, que nadie más va a tener. Además es un mix perfecto entre demostrar afecto y ejercitar nuestra propia creatividad. 3- Más cosas (o experiencias) hechas por negocios pequeños, locales y responsables y menos cosas hechas por multinacionales
Y este punto va un poco a lo que ya habíamos revisado en la parte de la moda rápida y los regalos que deberían desaparecer. Las multinacionales no sólo están llenas de plata sino también de investigaciones por sus malas prácticas sociales y medioambientales... ¿quién quiere promover algo así? Al adquirir cosas o experiencias en negocios locales (y responsables) promueves la economía local, apoyas el trabajo de personas que están construyendo proyectos valiosos y que no sólo están cegados por el lucro, a la vez que reduces el impacto de tu compra pues requiere menos transporte (así que tiene una menor huella de carbono) y genera menor cantidad de residuos por embalaje. Es decir: haces que tu regalo sea parte de la solución y deje de ser parte del problema. ¡Esos son los regalos que a mí me gustan! 4- Bonus track
Y como el tema de hoy son los regalos, no puedo despedirme sin hablar sobre la manera de empacarlos. El papel de regalo tiene una vida útil corta —cortísima—, requiere de muchos recursos para su producción y se convierte inevitablemente en un trozo más de basura que este planeta NO necesita. Así que mi propuesta es evitar el exceso de empaques y reemplazar el empaque de regalo tradicional con materiales que puedas reutilizar de manera creativa. Papel periódico + unos cuantos marcadores de colores = regalo empacado responsablemente, ¡facilísimo!; y para que tengas más ideas, te invito a que visites a Marta de 2nd Funniest Thing, que ella sí que se maneja con estos temas. De nuevo, la lista de regalos que valen la pena podría ampliarse mucho más, pero espero que estas tres ideas te sirvan como inspiración y punto de partida. Me gustaría saber qué añadirías a la lista de regalos que deben desaparecer y a la de regalos que sí valen la pena, ¿me lo cuentas? ¡Te espero en los comentarios!