La agricultura ecológica contra la agricultura tradicional:
¿Qué diferencia hay entre un huevo ecológico de granja y uno estándar de supermercado? A simple vista, son iguales. Pero en realidad, lo que cambia es el proceso que se esconde detrás.
Las gallinas que dan huevos ecológicos se encuentran libres en campos sobre los que no se han utilizado abonos químicos ni plaguicidas. En cambio, las desafortunadas gallinas de huevos estándar, pasan sus días en jaulas, alimentadas con pienso de harina de pescado y carne con colorantes para el color de la cascara. Como consecuencia de esto, su vida es muy corta.
La organización BÖLW de la industria agropecuaria en Alemania, es el principal mercado ecológico en Europa y el segundo del mundo, por detrás de Estados Unidos. Esta organización está en contra del uso de pesticidas sintéticos, de granjas abarrotadas de animales, de cultivos intensivos. Según lo que dice su integrante Joyce Moewius :”Es más sostenible”.
La UE trabaja desde 2014 en una nueva normativa para regular la agricultura ecológica. Un negocio que en 2015 creció por encima del 7% y movió 75.000 millones de euros a nivel global. La falta de consenso en torno a varios temas, desató una guerra en Bruselas y convirtió la normativa en una de las más debatidas en la historia de la Comisión de Agricultura.
¿Serán las normas acatadas por los agricultores tradicionales?
Agricultura ecológica, biológica, orgánica, todos son sinónimos. La clave no está en el producto final; lo que se certifica es el proceso.
“La normativa dice cómo se produce, se etiqueta y se controla”, aclara Moewius.
Los agricultores orgánicos europeos tienen prohibido emplear pesticidas sintéticos (pero sí está permitida una lista cerrada de plaguicidas y productos fitosanitarios naturales) y suministrar antibióticos a los animales, que tienen que recibir luz natural y poder moverse libremente por el campo. “Se asegura una mayor biodiversidad y variedad en los cultivos”, explica Anna Maria Häring, docente de políticas y mercados del sector agroalimentario en la Universidad alemana de Eberswalde, y
“se evita que los animales desarrollen resistencias a las bacterias, algo que no es bueno ni para su salud ni para la humana”.
Para obtener la certificación ecológica hay que prescindir de cualquier tipo de fertilizante durante tres años. Lo que muchos consumidores desconocen es que el sello se otorga aunque el producto final contenga residuos de sustancias químicas prohibidas para este tipo de alimentos. Eso sí, siempre y cuando el nivel no supere un cierto umbral, el mismo permitido para la comida convencional. “El problema es que la contaminación puede llegar de cualquier lugar”, comenta Isabelle Buscke, responsable en Bruselas de la Federación Alemana de Asociaciones de Consumidores (VZBV, por sus siglas en alemán).
“Si tu vecino es un agricultor tradicional no puedes prevenir que el viento lleve a tus cultivos ecológicos los pesticidas que él utiliza”.
Ludolf Von Maztlan tomó hace una década las riendas de Brodowin, una granja ecológica de más de 1.000 hectáreas entre Berlín y la frontera polaca. “Es rentable, pero hace falta invertir mucho tiempo y dinero”, asegura. Con 1.600 gallinas, 220 vacas y 300 cabras lecheras, tiene una marca propia y provee tanto a los establecimientos de la zona como a los consumidores finales a través de su tienda online.
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