Imagen de portada: Taller de costura en China.
China es un tema interesante, mucho. Pero es un tema que requiere no solo un post para que se pueda entender lo que supone para la industria de la moda, para el planeta y para ella misma. Creo que me gustaría poder escribir varias entradas con China como sujeto.
China tiene un problema de imagen, ganada a pulso, todo hay que decirlo. Pero China es un sujeto enorme, mutante, que en los 14 años que llevo yendo ha cambiado mas que mi Europa en estos treinta y muchos años que llevo aquí con uso de razón. Los otros no cuento.
Mi relación con China es de amor y odio. A veces de desprecio, pero nunca de indiferencia.
Creo que voy a empezar a contar la historia de mi viaje a China para ir explicando donde comenzó nuestra preocupación por la sostenibilidad, sobre nuestro impacto y su responsabilidad, a la vez que intento reflejar los cambios que hemos vivido en ese inmenso país
Llegué a la búsqueda de un lugar en los que realizar la línea de accesorios que teníamos en mente, y entré por Hong Kong, la puerta a China desde occidente tal y como se le llamaba.
Si Hong Kong ya es impresionante, la China continental, la república Popular era otro mundo. Hablamos del 2003. En muchas zonas todavía se daban la vuelta y te observaban sin recato cuando veían un lao wei, o como dicen los de habla cantonesa, mouw chou, fantasma blanco.
Yo no entendía como podía haber horas y horas de auto en un sinfín de fábricas, viviendas, calles (muchas de ellas entonces sin asfaltar), ciudades enormes, desordenadas, con huertos por cualquier parte, suciedad y polución. Fue un shock. Había entrado en el delta del Pearl River, la provincia de Guangdong, 100 millones de habitantes, una inmensa fábrica.
La curiosidad y fascinación por un nuevo mundo desconocido de cultura tan diferente fue mas fuerte que las ganas de salir y no volver a un sitio así. Me metí en esto de la moda para viajar y pasarlo bien. Ahí tenía un reto pese a temer por mi vida cada vez que me subía a un coche, vaya situaciones. Una vez de broma llevamos un casco de moto para ponernos en el coche dada la imposibilidad de hacernos entender con el chófer de la fábrica a donde solíamos ir. Le daba igual dar marcha atrás en autopistas, encontrarse de frente con un tractor con las luces apagadas o adelantar sin visibilidad alguna. Welcome to the wild east!
En el año 2004, conocí de una manera un tanto casual y en Paris, a los que luego serían un proveedor clave durante años. Con Skunkfunk pasaron de hacer pantalones de pinzas por millares a trabajar patrones difíciles, a hacer mucho negocio con nosotros. Nosotros a aprender mucho de producción industrial, de China y los chinos. A amar su comida y beber té verde.
Hilaturas en China
A nosotros nos dio la oportunidad de tener una base para tener asegurada una producción fiable. Contar con ellos nos salvó de quedarnos sin una parte de producción cuando había problemas con otros. En Textil siempre hay problemas en producción, en China aún más.
Con el tiempo nos llegaron a financiar, pero al final los tuvimos que dejar porque tras años empujando para que tomaran el camino hacia una producción más sostenible no lo conseguimos y decidimos que teníamos que cambiar a esos compañeros de viaje.
Fue en su fábrica en la provincia de Fujian que tuve un shock en el 2003 cuando vi, seguramente tras una de esas reuniones de horas discutiendo sobre precios (la técnica china de darle vueltas a las cosas hasta que te rindes por aburrimiento) que vi salir de la fábrica el agua a las acequias, primero verde, luego azul. Monté una bronca enorme. Mis chinos no comprendían, no había problema con la ley decían, ni con los arrozales a donde iban a parar esas aguas. Se tocaban la panza satisfechos. Ahí me di cuenta que esas prendas que estaban tintando eran nuestras prendas. Y que el arroz que comíamos en la cantina podía ser de ahí mismo. Como el pescado de la costa de al lado
También era nuestra responsabilidad. El dedo acusador cambiaba de dirección.
Máquinas de coser de un taller en China
Al final, su técnica china de dilación, de poca transparencia, de esperar a que nos fuéramos y hasta la próxima visita gracias para seguir haciendo las cosas igual, hizo que, con pesar por la buena relación humana, dejáramos de trabajar con ellos.
Sus certificados de algodón orgánico eran incomprensibles y no porque estuvieran en chino. No había manera de avanzar con ellos tal y como lo estábamos con otros. China estaba cambiando pero ellos no.
Ahí es donde creo que entendimos que era mas importante el como se producía que el donde.
Continuará
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