CONVERSACIONES SOBRE LA VIDA CON MI ABUELA

Vivimos en un tiempo privilegiado. Nacemos y el futuro se despliega ante nosotros como la cola de un pavo real, mostrándonos sus miles de opciones. Tenemos elección para escoger cómo vivir, en qué centrar nuestros intereses o por qué causas alzar la voz. Sin embargo, nuestros mayores no tuvieron tanta suerte. Nacían, crecían y morían en el mismo lugar (salvo aquellos que emigraban en busca de un futuro mejor), sobrevivían a conflictos y guerras con lo poco que tenían y trabajaban de sol a sol sin poder plantearse demasiados dilemas existenciales.

Pararnos a escuchar a nuestros abuelos es esencial para entender quiénes somos y aprender de sus conocimientos y experiencias y encontrar un modo de adaptarlas a nuestro día a día.

Y hoy es de esos días en los que echo de menos tener un canal de vídeo, porque mi abuela sería una youtuber maravillosa. A punto de cumplir los 82 años (nació el 10 de junio de 1935) está enteradísima de lo que pasa en el mundo, se explicotea de maravilla con su acento cántabro y comenta sus recuerdos de manera tan vívida que te zambulle en ellos. Siento que te pierdas verla en vídeo porque es la bomba, pero espero que la transcripción de esta conversación (que tocó desde vivencias personales hasta el consumismo y el residuo cero) no te decepcione.

Y sin más dilación, con todos ustedes, mi “güelita” Juanita:

“Güelita”, ¿me puedes contar cómo era tu vida a mi edad, con 26 años?

A tu edad yo ya tenía a tu madre. Cuando nos casamos vivíamos en la misma casa mi abuelo, mi madre y mi tía. De aquella no te ibas a vivir solo, vivías con la familia porque no había dinero para independizarte. Cuando nos casamos, tu “güelu” sacó unas cuantas “perras” vendiendo carros de leña para irnos de viaje a Bilbao. La primera noche la pasamos en una pensión, y al día siguiente fuimos a desayunar al bar de abajo. Yo me pedí un café con leche y un bollo ¡y cuando veo que tu “güelu” pide lomo de cerdo y un café! Me empecé a poner nerviosa porque sólo teníamos 700 pesetas y no nos iba a dar para el viaje hasta Ondarroa donde nos íbamos a quedar en casa de unos familiares.

Supongo que era una época muy dura porque aparte de en casa, tanto tú como güelito trabajabais fuera ¿Cuál era vuestra visión del trabajo? ¿Y del tiempo libre?

Yo trabajaba por (frota el dedo índice con el pulgar mientras abre mucho los ojos), por un sueldo. Iba a la fábrica de anchoas y a tu madre me la cuidaba mi tía Laura para que entrara dinero en casa, y tu “güelu” y mi madre trabajaban con el “ganao” y las vacas. Empecé a trabajar en la fábrica con 13 años, y con el primer sueldo me compré una pastilla de jabón.

Trabajábamos muchas horas, entraba a las nueve de la mañana salía a las cinco de la tarde, luego íbamos a la hierba y por la noche íbamos a por agua a la fuente. Teníamos muy poco tiempo libre, con el “ganao” en el campo no hay paro, siempre hay que trabajar.

Vosotros tenéis tiempo libre, nosotros a alguna fiesta íbamos pero después de trabajar. De crías sabemos ir a la hierba, acabar de trabajar y, para ir a San Antonio que es la primera fiesta del verano, caminar en cuadrilla por la vía del tren.

O sea que el campo era muy importante en vuestras vidas, ¿hasta qué punto vivíais de la tierra, de la naturaleza?

Todo venía de la tierra y se hacía en casa. Recogíamos maíz para hacer “boronas” (tortos de maíz típicos de Cantabria) y alubias, patatas, berzas Teníamos gallinas, conejos y cerdos, y hacíamos la mantequilla, el “matacillu” (la matanza del cerdo) La leche era de casa porque teníamos vacas, y a mí me encantaba cuando mi madre la ponía a hervir en la “trébede” (trípode de hierro que se colocaba encima del fuego).

Sabes que ahora hay un movimiento que se llama residuo cero por la cantidad de basura no aprovechable que generamos y que se queda para siempre en la tierra ¿Vosotros generábais muchos residuos?

No teníamos residuos (responde tajante). No había residuos porque el papel de estraza o lo que fuera, que no había plástico, se echaba a la leña, y la ceniza que resultaba se usaba para la huerta para que los “lumiagos” (babosas) no entraran a las plantas. Y los restos de vegetales, los que habían porque entonces nos comíamos la piel y todo lo aprovechábamos, los echábamos a las gallinas.

Y ahora yo reciclo todo. Cristal por un lado, papel por otro y basura por otro. En esta casa se recicla todo porque yo no voy a llegar a ello, pero tengo mucha conciencia y si seguimos así no va a poder ni vivir la gente. No uso productos tóxicos tampoco. ¡Ah! Y me parece una locura el Trump y lo que quiere hacer, un esperpento.

¿Y cuando ibais a hacer la compra tampoco generabais basura?

Teníamos una cesta para ir a los recados, se envolvía en papel de estraza, las botellas eran retornables

Cuando yo era cría era diferente porque había racionamiento y era lo que te tocara. El primer turrón que comí yo, lo comí gracias a tu “güelu” y tendría unos 18 años.

Ya cuando tuvimos a las crías, tu “güelu” iba a arar con la pareja de tudancas a las tierras de los marineros, y entonces comprábamos más lujos: galletas, chocolate, jabón para lavar (la bola maravillosa la llamábamos, que era de sosa cáustica). Me acuerdo que por mi cumpleaños tu “güelu” le daba dinero a tu madre para que me comprara colonia, y ella llevaba el frasco y el tendero la echaba de un frasco grande que tenía allí.

Yo no quisiera volver a cuando era cría por la falta que había, pero ni lo “muchu” como ahora ni lo “pocu” como antes.

¿Por qué ni lo mucho ni lo poco?

Ni la exageración para criar a los críos hoy, con tanto capricho, que tienen juguetes tirados por todos lados, ni la miseria de antes. Estáis acostumbrados a tenerlo todo y tenerlo muy fácil y no saber lo que cuesta. Yo llevo estas gafas desde que me las gradué y me las cambié, pero ahora se te pierden y hala, a comprar otras.

Mira, cuando de crías se nos rompían las alpargatas de esparto y de goma, cogíamos las cuerdas de los chorizos y las remendábamos. Comprábamos los sacos de azúcar, de tela morena, para hacer sábanas. Eran fuertes pero las lavábamos, las echábamos al sol y olían tan bien que entrabas en la habitación y decías ummm que era una alegría el cuarto.

Los colchones también se hacían en casa con la lana de los corderos. La lavábamos, la secábamos la abríamos así a jirones para hacer los colchones. Todo el mundo hacía colchones, y el que no tenía ovejas, dormía en colchones de hoja de maíz.

Hoy tenéis demasiado y no lo sabéis valorar. No valoráis lo que cuesta ganar las cosas para mirar por ellas. Y hay muchas cosas que se puede pasar sin ellas. Se puede pasar sin tanta televisión en las casas, con una es suficiente. Yo eliminaría el móvil también, porque ves a la gente que se traga hasta las farolas que te meas de risa y ya no hay diálogo en la familia.  Nosotros no teníamos teléfono ni teníamos “na”, íbamos a donde un vecino que era el primero que tuvo teléfono y de ahí llamábamos.

Así que ni lo “muchu” de ahora, que estáis acostumbrados a tenerlo todo, ni lo “pocu” de antes, que era una miseria. Fuimos felices sí pero porque no conocíamos otra cosa.

Y qué crees que deberíamos aprender esta generación de la tuya?

Pues eso. A valorar las cosas y (se queda pensando) a respetar a los mayores.

Ahí has aprovechado para meter la cuña ¿eh “güeli”? Bueno, pues yo creo que ya tengo material suficiente…

Pues muy bien hija, pero mira que hemos “hablao”, qué barbaridad. Ahora a escribirlo todo, cuánto trabajo.

Pues sí “güelita”, aquí se queda todo, escrito para no olvidarlo.

P.D. Y tú ¿cuáles son las grandes lecciones que has aprendido de tus abuelos? ¡Compártelas en comentarios!

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