El caso es que hojeándolo encontré un capítulo dedicado a las gentes de las islas Fiji. En el imaginario popular las Fiji son ese archipiélago perdido en el Pacífico Sur donde los famosos compran islas privadas o se refugian de los paparazzi tras una dolorosa ruptura. Pero aparte de estos dos datos, las Fiji cuentan con una cultura interesantísima, sobre todo en el ámbito económico. Resulta que sus pobladores hacen uso de un sistema económico propio, colaborativo y muy ligado a la vida en comunidad, en el que destaca una costumbre llamada “kerekere”.
El “kerekere” es una costumbre muy arraigada según la cual cualquier isleño puede tomar prestado un objeto que necesite de un familiar o vecino sin necesidad de devolverlo. Esta norma sólo se puede entender dentro de la “vakavanua”, el conjunto de leyes y costumbres tradicionales de las islas. Según Asesela Ravuvu, un antiguo político y académico del archipiélago, “la vakavanua no sólo simboliza el área de tierra con el que uno se identifica, su vegetación, vida animal y otros objetos en ella, sino que también incluye el sistema social y cultural – la gente, sus tradiciones y costumbres, creencias y valores, y las variadas instituciones establecidas para conseguir armonía, solidaridad y prosperidad en un contexto social determinado”.
Como los habitantes de unas islas tan remotas tradicionalmente dependían los unos de los otros para sobrevivir, el bienestar general era de vital importancia para el bienestar individual. Esto nos enseña que para los indígenas de Fiji, el “kerekere” era y es una herramienta esencial para mantener los lazos sociales y asegurar la solidaridad y la estabilidad económica entre sus habitantes. Como aseguran Trisia Farrelly y Alisi Talakota Vudiniabola en este artículo publicado en 2013, el “kerekere” es una manera de asegurar que el que necesita algo acceda a ello, y aquel que da tenga el derecho de recibir en un futuro.
Pero no todo es idílico. Como tantos otros pueblos, la gente de Fiji también ha comenzado a vivir bajo los principios del sistema capitalista, lo que implica que aquel oriundo de las islas que abra un comercio o negocio va a tener que convivir con los principios del “kerekere” y cuidarse de familiares o vecinos caraduras. Ante esto, hay críticos que aseguran que no habrá progreso económico o emprendimiento mientras que esta costumbre siga viva, mientras que otros aseguran que hay un término medio entre la convivencia de costumbres ancestrales y el capitalismo.
En el mismo artículo, las autoras hablan de una empresa que introdujo el “kerekere” en sus políticas a modo de préstamo. De esta manera, un habitante de Fiji puede solicitar un “kerekere”, pero para que le sea asignado tiene que demostrar que posee el capital para devolverlo en un futuro. Así, la compañía actúa como un prestamista ético, que puede cumplir con su labor social con la comunidad a la manera tradicional, mientras que no compromete su viabilidad económica.
Está claro que el “kerekere” con todas sus particularidades es una costumbre única y que intentar importarla no tendría sentido. Sin embargo es un ejemplo de cómo la economía colaborativa existe en muchas y variadas culturas desde hace siglos. Y de hecho, cada vez es más habitual encontrarnos con bancos éticos, cooperativas o grupos de convivencia y de consumo que apuestan por la colaboración y la comunidad como herramientas de progreso. ¿Será este el futuro de nuestro sistema económico?
P.D. Y tú ¿qué piensas del “kerekere”? ¿crees en la viabilidad de la economía colaborativa? ¡Espero tus comentarios!
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